Al Este, entre Celín y Dalías, , nos encontramos con la Ermita de San Miguel, patrón de
Celín. Sus vecinos se desplazaban allí en romería para celebrar el día de su
patrón.
Se trata de un edificio del S.
XVIII sobre los cimientos de una mezquita árabe (Alférez González), al que hay
adosados, en su lateral este, otros restos arquitectónicos de los que
desconocemos su función, hoy en estado de ruina. De planta rectangular, en este
edificio podemos delimitar dos zonas en función de su estructura: La capilla
mayor, de planta cuadrada y cubierta en su interior por una bóveda vaída y, en
el exterior, por una cubierta a cuatro aguas. En esta capilla podemos ver dos
hornacinas en donde se situaban dos imágenes: una Inmaculada y San Miguel.
La capilla estaba adornada por
unas pinturas de las que aún podemos ver algunos restos. Y, a un nivel poco más
bajo que la capilla, nos encontramos con la nave, única del edificio, cubierta
en su interior por una bóveda de medio cañón, y en su exterior por una cubierta
a tres aguas. Un zócalo rodea el edificio, desde el que se elevan sus muros, en
manpostería, que culminan en una cornisa situada bajo el alero.
En la fachada, al sur, se
encuentra el hueco que da entrada a la ermita. Se trata de un hueco encuadrado
entre pilastras y con un arco de medio punto. En la fachada también se
encuentra un pequeño hueco de forma circular.
Construida sobre los cimientos de una mezquita árabe.
Hasta 1872 se discutió y polemizó entre los estudiosos e historiadores sobre la localización geográfica de MURGI. Sólo cuando apareció la inscripción de las termas de Murgi, con motivo de los movimientos de tierras realizados en la construcción de la carretera Almería a Málaga, pudo acabarse con una larga polémica que llegó situar la ciudad ibero-romana Murgi en diversos lugares, especialmente en Mojácar.
Uno de los ingenieros de la dirección de obra de la carretera, Ricardo Sáenz de Santamaría, fue quien se hizo con la posesión de la placa marmórea (0.49x0.95 m) con la inscripción. Consciente de la importancia que podía tener el hallazgo, hizo un calco de la inscripción para remitírsela al miembro de la Real Academia de Historia (RAH), Eduardo Saavedra Moragas (1829-1912), destacado ingeniero, arabista y epigrafista de la época. La inscripción, en transcripción del epigrafista almeriense, el profesor Rafael Lázaro, dice:
“El sevir Lucio Emilio Dafno obsequió a los ciudadanos de Murgi con unas termas construidas completamente a su costa. El día que las inauguró, regaló a cada uno de los ciudadanos y residentes un denario, además e un banquete público. Les prometió, igualmente, que mientras viviese daría a cada uno un denario coincidiendo con el aniversario de la inauguración. También prometió una cantidad anual de 150 denarios a lo largo de su vida para el mantenimiento de dichas termas”.
El hallazgo de la inscripción y la puesta a disposición de Saavedra del calco con el contenido de su leyenda, supuso para él un cambio radical sobre su teoría acerca de la ubicación de la ciudad romana Murgi, que hasta entonces la situaba en la costa mediterránea, más allá de Albuñol (¿quizás en Polopos?). Saavedra desarrolló y expuso en la RAE un conocido informe en torno a las consecuencias geográficas e históricas derivadas del contenido de la inscripción de las Termas de Murgi. Dicho informe, fue publicado en la revista “La ilustración Española y Americana” del 1 de diciembre de 1872, bajo el título “La antigua Murgi y el límite oriental de la Bética”. A raíz del hallazgo arqueológico, la RAH otorgó un premio especial de 2.000 reales al ingeniero Sáenz de Santamaría por su importante hallazgo de una inscripción antigua inédita, clave para el avance e innovación en el conocimiento de la historia de nuestro país.
¿Qué fue de la lápida en poder de Sáenz de Santamaría? ¿Por qué hoy se encuentra en el municipio toledano de Tembleque?
En contra de lo que Sáenz de Santamaría había prometido, la lápida no fue entregada al museo de la RAH; pero tampoco atendió a la petición que, insistentemente, le había hecho, a través del Gobierno Civil en la provincia, la ‘Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Almería’, presidida por Miguel Ruiz Villanueva.
En 1878 el ingeniero Santamaría se traslada a Madrid y se supone que se llevó la placa con la inscripción de las termas. Se desconocen, por el momento, los avatares y vicisitudes de la lápida en Madrid, pero si sabemos que acabó en poder (¿donación?) del expresidente de la I República española, Emilio Castelar Ripoll (1832-1899), en cuyo domicilio de la calle Serrano de Madrid estuvo empotrada en una de sus paredes durante varios años. Tampoco sabemos con certeza en qué momento pasó a manos de su siguiente propietario, Guillermo Solier Corona, secretario personal de Castelar. Parece que con motivo de algunas reformas en el domicilio de Castelar, en torno al año 1890, se prescindió de la inscripción que fue donada a su secretario, Solier.
Solier la llevó hasta Tembleque (Toledo), donde era propietario de una casa de labranza en el “Olivar de Santa Cecilia”, situada a unos 12 kilómetros de la población. Posteriormente, la trasladó a su domicilio que poseía en el núcleo urbano de Tembleque (C/ Castelar, esquina con C/Convento), donde actualmente se encuentra.
En los primeros años del siglo XX, en 1904, el Conde de Cedillo (Jerónimo López de Ayala-Álvarez de Toledo y del Hierro) recibió del Ministerio de realizar un “Catálogo Monumental de la provincia de Toledo”, cosa que realizó muy gustosa y eficientemente, teniéndolo listo en 1919, pero no llegó a editarse y publicarse hasta que se hizo, por encargo de la Diputación de Toledo, en 1959. En dicho Catálogo (http://aleph.csic.es/.../0010.../html/001359493_V02T.html...Vol. 2), aparece recogida la lápida con la inscripción de la termas de Murgi, “embebida en una pared del patio”, como uno de los monumentos de la provincia de Toledo.
Posteriormente en 1948, la familia Martín Rabadán, adquirió las propiedades de Guillermo Solier en Tembleque, siendo los actuales propietarios de la lápida con la inscripción de la Termas que donó Lucio Emilio Dafno a los munícipes de Murgi.
En ella se puede leer este texto de gran importancia histórica ya que permitió ubicar la antigua ciudad de Murgi y fijar los límites de la antigua Bética:
“El servir Publio Emilio Dafne obsequio a los ciudadanos de Murgi con estas termas construidas completamente a su costa. El día que las inauguró regalo a cada uno de los ciudadanos y residentes un denario además de un banquete público. Les prometió igualmente que mientras viviese daría a cada uno un denario coincidiendo con el aniversario de la inauguración. Finalmente, también prometió un cantidad de 150 denarios a lo largo de su vida para el mantenimiento de dichas termas.”
Probablemente Lucius Aemilius Daphnus era un liberto, tal vez de origen griego, es decir; un esclavo que ha conseguido la libertad de sus amos. Este hombre llegó a ser un sevir (un importante cargo del culto imperial) de esta comunidad. Y para conmemorarlo hizo una importante donación a la población en la ejercía como sevir. Esta consistía en la donación de 150 denarios anuales. Además, para celebrar la inauguración de esta obra ofrece un banquete (epulum), así como la repartición de dinero (sportula) a los ciudadanos ( romanos) así como a los incólae (residentes que no tenían la categoría de ciudadanos), de este municipio de Murgi. El cual estaba dotado del ius Latti o derecho de ciudadanía, estatus que debió de alcanzar poco antes de escribirse esta inscripción (finales del siglo I dC o principios del siglo II).
Antiguas termas de Murgi construidas por Lucio Emilio Dafno.