Juan era un joven de Viator (Almería) que, como muchos de su generación, dejó su tierra para servir en la Guardia Civil. Su destino lo llevó al País Vasco a finales de los años 70, en una de las épocas más convulsas y peligrosas de la historia reciente de España, conocida como los "años de plomo".
El 15 de diciembre de 1978, en Rentería (Guipúzcoa), la explosión de una bomba lapa colocada en su vehículo por la banda terrorista ETA truncó su normalidad. No falleció en ese instante, pero las secuelas físicas y psicológicas del atentado lo convirtieron en un símbolo vivo del sufrimiento de las víctimas. Su vida desde entonces fue una lucha constante por la superación.
Tras el atentado, Juan mantuvo un vínculo inquebrantable con su pueblo natal. Falleció en 2016, dejando tras de sí el recuerdo de una persona que, pese a haber sufrido la cara más amarga del terrorismo, nunca perdió su dignidad.
El enfoque humano de su figura se consolidó en Viator a través de gestos que buscan que su nombre no sea solo una estadística:
El Parque Juan Malpica Aguilera: Un espacio vivo donde los niños juegan y las familias pasean, transformando un recuerdo doloroso en un lugar de encuentro.
El Monolito de la Paz: Inaugurado en 2014, esta escultura no solo lo honra a él, sino que sirve como un recordatorio para las nuevas generaciones sobre la importancia de la libertad y el rechazo a la violencia.
En resumen, Juan Malpica Aguilera representa a la "víctima olvidada" que, con el paso de las décadas, fue rescatada por su comunidad para recibir el cariño y el respeto que el terrorismo intentó arrebatarle.







No hay comentarios:
Publicar un comentario