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sábado, 18 de marzo de 2023

Fundición La Esperanza


Con el fin de obtener el máximo beneficio de todas las actividades relacionadas con la explotación y producción de metales de Sierra Almagrera, las mismas sociedades mineras y algunas otras empresas ajenas a las minas decidieron instalar cerca de la sierra establecimientos para fundir los metales en distintos periodos a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. El número de estas fundiciones oscila -según los autores- entre 18 y 20, de las que 7 estuvieron ubicadas en la costa de Villaricos.

De todas ellas quedan algunos restos, a excepción de la primera en construirse, que estuvo ubicada junto al castillo y comenzó a funcionar el 21 de agosto de 1842. Su propietario fue Manuel Soler Flores, accionista de la mina "Carmen", de ahí que la bautizara con el nombre de "Carmelita".
La que fue la cala de la "Esperanza" se llama así porque en diciembre de 1842 comenzó a funcionar en sus inmediaciones una fundición con ese nombre, propiedad del sacerdote cuevano Sánchez Puerta, accionista de la mina "Esperanza" (del barranco Jaroso). Al igual que sucede con la "Carmelita", no se conservan restos de obra de esta fundición.
A la otra parte de la carretera que circunvala Villaricos podemos ver varias chimeneas. La primera, viniendo desde Garrucha en dirección a Águilas , pertenece a la que fue la fundición conocida como de "Los tres amigos", que es la última de la primera etapa de estas fundiciones. Se llamó así porque era propiedad de tres socios madrileños, entre los que se encontraba el Duque de Riánsares, esposo morganático de la reina regente María Cristina.
Si continuamos en dirección a Deretil encontramos la chimenea y el túnel de conducción de humos de la Fundición "Dolores", de la que probablemente recibe el nombre la tan apreciada playa. Esta se inauguró en noviembre de 1875 y había sido mandada construir por Pedro Soler Gómez, hermano de los dueños de "Esperanza" y "Santa Ana", nombre este último que corresponde a la fundición que viene a continuación, junto a las instalaciones de Deretil, en Piedra Llana, y cuya truncada chimenea y restos del túnel de conducción de humos aún podemos contemplar. Esta fundición fue promovida por los propietarios de la "Carmelita" para sustituir a ésta durante los meses de verano debido a las infecciones que provocaban las aguas corrompidas de la desembocadura del río.
Nada más pasar Deretil, a ambos lados de la carretera y a continuación de donde debió estar ubicada (hoy no se conservan restos) la fundición "Purísima Concepción 2" (la primera estaba en el Pozo del Esparto) encontramos restos de obra y la chimenea de la "Invencible", cuya denominación nadie nos aclara si la recibe o la da ella a la cala de su mismo nombre, pero lo más probable es que la cala la reciba de la fundición, como sucede en los casos anteriores (Esperanza y Dolores).
Por último, y también a ambos lados de la carretera, pasado el cuartel del llano de Blanquizares, contemplamos restos de la batería de hornos, el largo y sinuoso túnel de salida de humos y la esbelta chimenea de la fundición "Esperanza 2", propiedad de don Pedro Soler y conocida como "Fábrica Nueva", debido a que fue construida con posterioridad a las otras de la costa. Esta fue la última en funcionar.






















Fotos: David Téllez

martes, 18 de enero de 2022

Mosaico de Villaricos

 En las excavaciones de la antigua Baria en 2004, se encontró un mosaico (parcialmente descubierto) que formaba parte de una lujosa "domus" de la ciudad. Junto a él, aparecieron ricos estucos que reflejan la suntosidad de la estancia.


Fuente: Murgistoria

lunes, 12 de octubre de 2020

Castillo de Villaricos

 Se encuentra en la orilla izquierda de la desembocadura del río Almanzora. Su construcción responde al objetivo del rey Carlos III de defender las costas españolas y más concienzudamente las del Reino de Granada por los ataques de piratas así como el temor a Francia e Inglaterra por sus continuos enfrentamientos con España. Fue costeada por Joaquín de Luna y Zapata, noble del regimiento de caballería, a cambio de su ascenso a capitán. Fue José Crame el encargado en 1765 de diseñar las defensas de esta costa con un sistema de fuertes y torres de vigilancia, apoyado por una escuadra de galeras que vigilaban también el espacio marítimo.

La torre es de planta de herradura muy semejante a la de Macenas y la de Mesa de Roldán. La cara al mar tiene forma de talud que termina en ángulos en la fachada principal, tiene once metros de altura con una superficie inclinada y curva que mitiga en parte el impacto de los posibles proyectiles y está dividida en dos plantas y una terraza con dos baluartes cubiertos con torrecillas aspilleradas.








Con el tiempo, superados los posibles ataques costeros, fue abandonada y más tarde utilizada como puesto de la Guardia Civil hasta su total abandono. A principios de los 90 fue adquirida por el Ayuntamiento de Cuevas del Almanzora, siendo rehabilitada para utilizarla como punto de información turística y sala de exposiciones.

miércoles, 5 de febrero de 2020

Necrópolis de Villaricos

El área de necrópolis se ha detectado al norte de los asentamientos fenicios y púnicos, contando con una amplia extensión espacial y cronológica, dado que las tumbas más antiguas se remontan al siglo VII a. C. y continúa este uso hasta época tardorromana y visigoda, adscribiéndose en principio la mayoría de estos enterramientos al período púnico, según las investigaciones realizadas. 

En cuanto a la tipología de la necrópolis,  se describieron inhumaciones e incineraciones. Entre las inhumaciones había en fosas rectangulares (simples; con dos cubetas rectangulares; con sección transversal escalonada y dos cubetas cuadrangulares; de sección transversal escalonada; con una cubeta cuadrangular; con cuatro pequeñas cubetas cuadrangulares; con sección transversal escalonada y una cubeta cuadrangular), Cistas, Hoyos y en Ánfora. En cuanto a las incineraciones, se localizaron con urna y sin urna, siendo los tipos de Hoyo, Fosa rectangular simple y doble fosa rectangular. 
Mención aparte merecen los Hipogeos, en general, están excavados en la roca al menos hasta cierta altura. Casi siempre levantan paredes de mampostería con enlucidos de yeso y pintura al interior. La superficie de las cámaras oscila entre los 10 y los 26 metros cuadrados y por los indicios de Siret y Flores, las cubiertas debían ser abovedadas. Las puertas tenían estructura y hoja de madera a veces reforzadas con losas de piedra. Bancos, nichos en las paredes, poyetes y fosas en el suelo, etc, son algunos de los elementos que se recogen  en plantas y alzados. Prácticamente todos los hipogeos estaban ya destruidos o violados cuando los excavó Siret. 




Se han registrado tumbas con ajuares muy ricos en cerámicas griegas áticas y metales preciosos, datados entre los siglos V y III a. C., que muestran el período de apogeo que experimentó la ciudad en estos momentos.

Otra área claramente diferenciada, que se conserva casi intacta, es la zona industrial dedicada a la factoría de salazones de pescado, actividad muy importante y que se desarrollaba en el borde costero. Los estudios indican que estuvo en funcionamiento desde finales del siglo I a.C. hasta el siglo IV d.C.

A partir del siglo IV la población empieza a replegarse localizándose su núcleo al norte de esta zona, en el Cerro Montroy, perdurando dicho poblamiento hasta el siglo VII y relacionándose con la presencia visigoda.




Datos Históricos

Las investigaciones de este sitio arqueológico comienzan ya en el siglo pasado, identificando las ruinas de Villaricos con la "antigua Baria", gracias al hallazgo de una inscripción romana del siglo III d. C. en la que la Respublica Bariense hace una dedicación al emperador Filipo. 

Los estudios de Siret y Astruc ofrecen una primera clasificación de los enterramientos de Villaricos en función de su tipología constructiva y el ritual funerario utilizado.  A partir de 1975 y hasta 1982, la Dra. Almagro reanuda las excavaciones en la necrópolis, siendo éstas publicadas en parte, lo que permite confirmar que una parte de la necrópolis, la situada en la colina más próxima a la ciudad púnica en dirección norte, se encuentra intacta. Se trata de 39 enterramientos de incineración tardíos, datables entre los siglos III a. C y I d. C. 

A partir de los trabajos de Siret, la investigación arqueológica había situado tradicionalmente a Baria como una de fundación cartaginesa dedicada a la explotación de las minas de las Herrerías y al comercio. Las recientes excavaciones de urgencia, así como la revisión de materiales arqueológicos procedentes de las antiguas excavaciones han puesto de manifiesto que, en realidad, Baria fue fundada en el siglo VIII a.C. como una colonia fenicia más dentro del amplio fenómeno colonizador registrado en el litoral del Sur peninsular y del Mediterráneo centro-occidental. 

Por su emplazamiento y patrón de asentamiento utilizado, similar al que se observa en todas las colonias fenicias del VIII a. C., Baria sería centro colonial desde el cual se dirigían una serie de actividades encaminadas a la explotación de los recursos agrícolas y mineros del Bajo Almanzora. Con la llamada "Crisis del siglo VI a. C." en el sistema colonial fenicio occidental, Baria pasaría a constituir una ciudad estado independiente, dotada con sus propias instituciones. Entre los siglos V y III a. C., la necrópolis bariense refleja el momento de apogeo experimentado por la ciudad, como lo demuestran los ajuares localizados en las tumbas. 

Con la llegada de los romanos a Hispania en el 218 a. C. durante la Segunda Guerra Púnica, Baria iba a sufrir un cierto declive. Gran parte de la ciudad fue destruida durante el asedio de Escipión, como pudo documentar Luís Siret en sus excavaciones. A raíz de ello, parte de la ciudad se trasladó a cotas más bajas junto al río Almanzora, en lo que actualmente se conoce como paraje de los Conteros. No sería hasta el último cuarto del siglo I d. C. cuando Baria se incorpora al Imperio romano, bajo la dinastía Flavia. Por último, en época tardorromana y bajo dominio Bizantino del Sureste peninsular en el siglo VI d.C., Baria siguió siendo un importante núcleo de población, ahora más replegada a las alturas del Cerro Montroy. En dicho cerro se han realizado en los últimos años excavaciones arqueológicas que se han centrado fundamentalmente en su sistema defensivo, cuyos datos unidos a las excavaciones realizadas por Siret  lo sitúan en época altomedieval, entre los siglos IV y VII d. C. Aunque la ocupación humana del cerro de Montroy podría relacionarse con la presencia visigoda en Hispania.


Fuente : Guiadigital
Fotos de : Emilio López

sábado, 2 de noviembre de 2019

Accidente nuclear de Palomares

El accidente nuclear de Palomares fue un accidente nuclear ocurrido en la pedanía de Palomares, perteneciente al municipio español de Cuevas del Almanzora (Almería), el 17 de enero de 1966. En el contexto histórico de la Guerra Fría, dos aeronaves de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos [United States Air Force (USAF)], un avión cisterna y un bombardero estratégico B-52 colisionaron en vuelo en una maniobra de reabastecimiento de combustible. Esto provocó el desprendimiento y la caída de las cuatro bombas termonucleares que transportaba el B-52, así como la muerte de siete del total de los once tripulantes que sumaban ambas aeronaves.

El Accidente

En el accidente nuclear de Palomares se vieron implicados un bombardero estratégico B-52 y un avión nodriza KC-135 cargado con 110.000 litros de combustible, ambos de nacionalidad estadounidense. Los dos aviones colisionaron a 10.690 metros de altura sobre la costa mediterránea, en el cielo de la pequeña localidad española. El B-52 volvía de la frontera turco-soviética hacia la Base Aérea de Seymour Johnson en Goldsboro, Estados Unidos, y el KC-135 provenía de la base militar estadounidense de Morón. La maniobra era de rutina: los B-52 se reaprovisionaban de combustible a la ida, desde la base militar estadounidense de Zaragoza, y a la vuelta desde la de Morón.

Debido a un fallo en la maniobra de acoplamiento, ambas aeronaves colisionaron, se destruyeron y cayeron. Los cuatro tripulantes del KC-135 resultaron muertos, al igual que tres del B-52. Cuatro tripulantes del bombardero lograron eyectarse, pero el paracaídas de uno de ellos no se abrió. Otro miembro de la tripulación se lanzó a través de una escotilla abierta por una de las eyecciones, al contar el B-52 con sólo seis asientos eyectables.

El B-52 transportaba cuatro bombas termonucleares Mark 28 (modelo B28RI) de 1,5 megatones cada una, de 1,5 metros de largo por 0,5 metros de ancho, con un peso de 800 kg. Dos de ellas quedaron intactas, una en tierra (cerca de la desembocadura del río Almanzora) 


y la otra en el Mar Mediterráneo. Las otras cayeron sin paracaídas, una en un solar de la pedanía y la otra en una sierra cercana. Se produjo la detonación del explosivo convencional que contenían, lo que sumado al choque violento con el suelo, hizo que ambas bombas se rompieran en pedazos. Las tres que cayeron en tierra fueron localizadas en cuestión de horas, pero la que se precipitó al mar solo pudo ser recuperada 80 días después.


Como resultado de la explosión, se formó un aerosol, una nube de finas partículas compuesta por los óxidos de elementos transuránicos que formaban parte del núcleo de las bombas, más el tritio que se vaporizó al romperse el núcleo. Dicha nube fue dispersada por el viento y sus componentes se depositaron en una zona de 226 hectáreas de superficie que incluía monte bajo, campos de cultivo e incluso zonas urbanas. La contaminación resultante (principalmente por Plutonio-239, también Pu-240 y Americio-241) superó los 7400 Bq/m², con notables diferencias según el punto considerado, habiendo zonas con 117000 Bq/m², y hasta más de 37 millones de Bq/m² (saturaron los instrumentos de medida) cerca de los puntos de impacto.​ A finales de los años 1980, la contaminación residual era de 2500 a 3000 veces superior a la de las pruebas atómicas.

La reacción en cadena que desencadena la explosión nuclear no se produjo gracias al dispositivo o sistema que lo impide en caso de impactos, sistema aún mantenido bajo secreto.​

El vicepresidente del Gobierno, Agustín Muñoz Grandes,, ordenó al presidente de la Junta de Energía Nuclear, José María Otero Navascués, enviar al comandante del cuerpo de ingenieros aeronaúticos del Ejército del Aire, Guillermo Velarde, físico y experto en energía nuclear, para que comprobara los daños ocasionados. Velarde pudo examinar los restos de plutonio de las bombas termonucleares.

Repercusiones del accidente

El Gobierno no suministró protección de ninguna clase a los guardias civiles que participaron en la limpieza, protección que sí llevaba el personal estadounidense. El plutonio-239, utilizado en las armas nucleares, emite radiación alfa y tiene una vida media de 24.100 años. No se han realizado estudios epidemiológicos sobre enfermedades asociadas a la radiactividad y a la toxicidad química del plutonio ni a nivel local ni entre los guardias civiles que participaron en la limpieza. El Gobierno, bajo presión de su homólogo estadounidense, mantuvo secretos los informes de monitorización médica, hasta que finalmente los desclasificó en 1986. Aproximadamente el 29% de la población de Palomares presentaba trazas de plutonio radiactivo en su organismo. En la actualidad hay alguna urbanización turística por los alrededores, lo bastante cerca como para que los coches pasen levantando polvo que entra en el circuito del aire acondicionado, por ello el Consejo de Seguridad Nuclear ha prohibido la construcción en las zonas más afectadas. Aún hay zonas cercadas con vallas metálicas que se consideran contaminadas y están vigiladas por el CIEMAT. Las armas termonucleares también utilizan deuteriuro de litio. Tanto el Plutonio finamente dividido, como el deuteriuro de litio, parece ser que son pirofóricos, así pues la explosión que acompañó la caída de las bombas podría ser debida a una reacción exotérmica (química) de los combustibles nucleares. 

Palomares es el accidente Broken Arrow (pérdida total de armas nucleares) más grave de la historia que se conoce. Ya en 1961 había ocurrido otro Broken Arrow en Carolina del Norte, en este caso con dos bombas de uranio.​ 

Tras el accidente, el Gobierno y su homólogo estadounidense iniciaron una campaña intentando demostrar la inexistencia de contaminación nuclear en la zona. El elemento más recordado de dicha campaña fue el baño conjunto que se dieron el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, y el embajador de Estados Unidos en España, Angier Biddle Duke, en la playa de Quitapellejos, en Palomares.


Existían en la zona del incidente rumores que hablan que cuando el ministro Manuel Fraga y el embajador estadounidense acudieron a darse el famoso baño, éste no se produjo en las playas de la zona accidentada (Palomares), sino en Mojácar (a 15 kilómetros, aproximadamente, del lugar del accidente), frente al Parador Nacional de esta localidad.. La realidad más aceptada hoy día, no obstante, es que se realizaron dos baños, el primero, efectivamente en Mojácar, en el que solamente se bañó el embajador estadounidense y alguno de sus acompañantes y un segundo baño, ya en la playa de Quitapellejos en Palomares, donde de nuevo el embajador se bañó acompañado por el ministro.

50 años después

Frank B. Thompson es un músico de 72 años y tiene cáncer en el hígado, en un pulmón y en uno de sus riñones. Cuando tenía 22 años trabajó varios días en los campos españoles contaminados sin ningún equipo de protección más que la confianza en la palabra de sus supervisores. «Nos dijeron que era seguro, y fuimos lo suficientemente tontos, supongo, para creer en ellos», explica el hombre. Hoy en día Thompson paga más de 2 mil dólares por mes para tratar de hacer retroceder el cáncer, algo que le sería totalmente gratis si fuese reconocido como una víctima de la radiación por parte de la Fuerza Aérea estadounidense. Sin embargo, el organismo militar ha declarado varias veces que no hubo radiación dañina rodeando a los trabajadores, postura que han mantenido por más de cinco décadas.

Según la Fuerza Aérea, el peligro fue mínimo y los más de 1500 trabajadores que ayudaron a limpiar la zona estaban protegidos, algo que las experiencias de Thompson y otros veteranos parecen desmentir. Además, varios documentos desclasificados en Estados Unidos en el correr de los años han desvelado que los niveles de radiación eran los suficientemente altos como para poner en riesgo la salud de los que permanecieran en el lugar severamente. Según documenta The New York Times, los resultados de las pruebas de radiación han sido mantenidos lejos de los historiales clínicos de aquellos que trabajaron en Palomares, muchos de los cuales se encuentran enfrentando de forma crítica los efectos de la intoxicación con Plutonio. Los planes de limpieza de Estados Unidos y España se han ido sucediendo durante los años posteriores al accidente con resultados disimiles. Se calcula que una quinta parte del plutonio que se esparció en 1966 todavía contamina la zona de Palomares.


Fuente : Wikipedia

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