Fue construido el 13 de mayo de 1870, gracias al esfuerzo colectivo de los vecinos, que aportaron dinero y trabajo hasta reunir los 2.000 reales que costó levantarlo. En aquella época, el lavadero no era solo un sitio práctico: era un punto de encuentro, de charla y de vida. Las mujeres acudían allí con sus cántaros y jabones, compartían confidencias y risas, y entre el murmullo del agua se tejían amistades que duraban toda una vida.
Hoy, más de siglo y medio después, apenas queda una huella física de aquel espacio. Sin embargo, en la memoria de muchos riojanos sigue siendo un símbolo del esfuerzo, la comunidad y las pequeñas historias cotidianas que daban ritmo al pueblo.
El lavadero está situado cerca del río Andarax y cerca del casco urbano, donde el rumor del agua era constante. Ahora, ese rincón se percibe más como un lugar evocador, donde es fácil imaginar las voces, las manos enjabonadas y el reflejo del sol sobre el agua.
Si paseas por Rioja, puedes preguntar por “el lavadero viejo” —seguro que algún vecino mayor te contará una anécdota— y, de paso, visitar la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Rosario, el puente sobre el Andarax o la Plaza de la Constitución, que siguen guardando el encanto de los pueblos de siempre..
Fotos: Patrimonio Almeriense
Fuente: Web







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