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miércoles, 19 de junio de 2019

Castillo de Santa Ana

Las condiciones del litoral de Roquetas hacen posible imaginar, que junto a su embarcadero más resguardado, llegará a construirse algún dispositivo defensivo en la antigüedad, pero hasta ahora, no ha aparecido noticia alguna que proporcione indicio sobre el mismo, en el caso de haber existido.

No obstante, es evidente, que el litoral de Roquetas debió de contar con un embarcadero cuya defensa dio lugar a la construcción del que acabó convirtiéndose en el castillo de S. Ana, que está plenamente justificado para la protección del citado refugio marítimo que siempre ha existido en sus inmediaciones, por lo que es de suponer que el edificio del cual solo quedo enhiesta la batería y sobre cual se realizado la reconstrucción, reflejándole tal cual era, comencemos a realizar un paseo por su apasionante historia, aliñada con ataques de piratas, de moriscos, los azotes de los terremotos y por supuesto el paso de los años que le hizo caer en el olvido, hasta la fecha de su reconstrucción que finalizo el año 2003. 


Vista del anfiteatro y el Castillo de Santa Ana al fondo.

Como antecedente a esta Fortaleza, y su emplazamiento defensivo, tiene como origen la torre construida por el monarca nazari Yufuf I a comienzos del s. XIV. 

El Castillo de Santa Ana es una fortificación del siglo XVII, que durante años sirvió de refugio a los escasos habitantes del municipio de Roquetas de Mar en aquella época. Estas personas residían principalmente en la zona del puerto, por lo que esta construcción era el único lugar en el que podían refugiarse cuando atacaban los piratas y corsarios.

SIGLO XVI

Pero sería a comienzos del siglo XVI, cuando a iniciativa de la ciudad de Almería, se construyera una torre que custodiara la producción y embarque de sal de las salinas; dicha torre sufrió diversos avatares, no obstante el valor estratégico de su emplazamiento como embarcadero en la bahía de Almería acabó por decidir a la corona a dotar dicho lugar de un castillo, de planta cuadrada, con torreones circulares desiguales en sus extremo, salvo el que sería ocupado posteriormente por un baluarte, cuyo perfil a finales del siglo XVI desconocemos.

A lo largo del s. XVII la fortaleza de Roquetas sucumbió, no solo por la violencia de los terremotos acaecidos en esta centuria, y los constantes ataques de la flota de navíos turcos, sino que la verdadera consecuencia de su destrucción fue, la situación económica de la corona que carecía de capacidad para emplear recursos en su reconstrucción, permaneciendo destruidas todas las fortificaciones, en algunos casos, hasta mediados del siglo XVIII. 

Por ello la corona se vio obligada a recurrir a compromisos privados para reparar los daños acaecidos en la fortaleza, de ello da fe el ofrecimiento del capitán de caballos Luis de Castro Inestrosa ofreciéndose a servirla durante cuatro años sin sueldo, y a reparar previo proyecto técnico, la reedificación de la muralla del recinto, las torres, las viviendas y demás instalaciones necesarias, construyendo junto a la fábrica existente un baluarte de nueva planta para empezar la artillería, única parte que ahora queda enhiesta de la fortaleza.


Torreón

Entre los compromisos que asumía el citado Luis Castro figuraban el hacer frente a los reparos que fueran necesarios para el mantenimiento de dicha fortaleza, excepto los desperfectos que fueran ocasionados por invasión o terremoto: también se comprometía a reedificar cinco torres de la marina: Rambla Honda, Cerrillos, Entinas, Guardia Vieja y Alhamilla. El compromiso se completaba con el pago de 1.000 ducados en dos partidas iguales a abonar en dos años a partir de la fecha del despacho del titulo.

En cualquier caso, tras los reparos de Luis de Castro Inestrosa el castillo de Roquetas quedaría como un edificio cuadrado, con tres cubos o torreones en los ángulos y una batería en el restante que miraba al mar con cuatro cañones pequeños de diversos calibres. Al interior se accedía a través de un portón que carecía de defensas especiales, presentando a la izquierda de la puerta el cuerpo de guardia y la cárcel y a la derecha el pozo y la capilla; apoyando en sus murallas de levante y meridional los cuarteles y estancias de la tropa, además de la estancia del alcaide en dos plantas, teniendo la superior acceso a través de corredores situados sobre pilares, a los que se accedía desde el patio por escaleras; en el mismo aparecía un horno para amasar el pan y sendas habitaciones de piedra y barro en las que se refugiaban los cortijeros de las inmediaciones para pasar la noche al abrigo de los cautiverios.

Toda la muralla formaba una banqueta con parapetos atronados para la fusilería, al llegar a la esquina donde se situaba el Macho, la más potente de las torres de la fortaleza, cruzaba sobre la capilla y permitía el acceso al mismo a través de un puente levadizo.


Murallas.

El nuevo alcaide a cambio de la merced que recibió habría de rendir la correspondiente pleitesía al capitán general de la costa del reino de Granada, tomando posesión del castillo con todos sus elementos, según figuraría por inventario, usaría de capacidad para nombrar teniente, quedando a sus órdenes la gente de guerra y oficiales que se alojaran o formaran la guarnición de dicha fortaleza, incluida la jurisdicción civil y criminal de los mismos. A cambio de cumplimentar dichas condiciones el monarca Carlos II, por despacho emitido en Madrid el 12-9-1686 ordenaba entregar a Andrés Antonio de Castro el citado castillo, incluyendo las armas, pertrechos, artillería y demás cosas que tuviera, reconociéndole el título de alcaide perpetuo de dicha fortaleza, con potestad para nombrar su teniente y con autoridad para juzgar causas civiles y criminales.

En definitiva, la aportación de esta centuria (S.XVII) sería la construcción del baluarte artillero que se construiría en uno de los vértices de la fachada que mira al mar, única parte de la fortaleza que aún subsiste.


Además del indudable interés histórico y etnográfico del Castillo de Santa Ana, este espacio ofrece además numerosas salas de exposiciones para muestras de pinturas y fotografía.

SIGLO XVIII

El siglo XVIII comenzó con el cambio de dinastía y una guerra civil en el marco de un nuevo enfrentamiento continental que duraría tres lustros, durante los cuales el litoral peninsular vio poner a prueba, una vez más su dispositivo defensivo, ahora frente a la potencia incontestable en aquellas fechas de la flota coaligada angloholandesa.

Mientras en nuestro castillo, acaeció el fallecimiento del alcaide Andrés Antonio de Castro, su hijo y heredero el coronel Juan Diego de Castro, capitán del regimiento o de las Guardias Españolas, solicitaría a la corona se le librara título de propiedad sobre la alcaidía disfrutando hasta entonces, obteniendo dicha merced el 3-12-1708 de Felipe V, primer monarca de la dinastía Borbón, recientemente implantada en España. Los nuevos proyectos defensivos del siglo XVIII tuvieron muy en cuenta la importancia de la artillería para la salvaguarda del litoral peninsular siendo reforzada la fortaleza con un cañón más, 4 cureñas de diversos calibres y complementos y municiones diversas para ponerla en estado de regular defensa.

El siglo XVIII fue por tanto el de la gran restauración del castillo de Roquetas con obras importantes realizadas en torno a 1710, en el marco de la Guerra de Sucesión, aunque desconocemos con precisión su naturaleza; también están las realizadas entre 1753 y 1756, en que se ejecutaron las propuestas por Jerónimo Amicis, matizadas por Agustín Ibáñez; asimismo las de 1777 a partir del proyecto general de obras de José Brame, redactado el 18-12-1767; otras obras serían realizadas hacia 1784 con el fin de reparar la desgraciada explosión del polvorín de la fortaleza a causa de un rayo caído en una tormenta ocurrida el 18-8-1783, motivo probable por el que la alcaidía de dicha fortaleza, retornó a la corona a cambio de un título nobiliario antes de la conclusión de la centuria.


SIGLO XIX

En este siglo la fortaleza quedó arruinada a causa del terremoto de 1804, sin que volviera a ser restaurada desde dicha fecha, aunque en sus inmediaciones se habilitaran baterías provisionales en aquellas épocas en que las circunstancias lo hicieron necesario.

De lo que se deduce que si bien el terremoto llegó a arruinar los edificios existentes en el interior de la fortaleza, los muros torreones y baluarte no quedaron apenas dañados y sería el abandono el causante de buena parte de los daños que acaecieron en los torreones y las garitas. Es probablemente que la dificultad para restaurar de forma inmediata el castillo de Santa Ana diera lugar a formar una batería provisional que dotara de defensa artillada de dicho tramo del litoral. En definitiva la fortaleza quedó arruinada a comienzos del s. XIX a causa del terremoto de 1804, sin que volviera a ser restaurada desde dicha fecha.

Un terremoto destruyó el edificio en su mayoría y sólo dejó en pie una de sus torres, fue recuperado gracias a un riguroso proyecto .

SIGLO XX

A comienzos del siglo XX los restos del castillo de Santa Ana no formaron parte del plan general de defensa. Y en lo referente al plano municipal poco era aprecio que por aquellas fechas sentían los mandatarios municipales hacia los restos de la fortaleza existente en su municipio queda patente en el registro de la sesión celebrada el 31-8-1910, según el cual (135 A.M.R.: Acara de SILVA RAMÍREZ, Enrique (1986) pp. 254-255): 

“El Sr. Presidente manifestó que debiera de solicitarse del Gobierno de S.M. la enajenación del derruido Castillo de Santa Ana porque, no teniendo hoy objetivo ninguno para el arte de la guerra ni aplicación inmediata para nada, es un adefesio para el ornato público y un peligro para la salud pública, por ser un foco de infección en la barriada del Puerto. Enterados y conformes los señores concejales con las atinadas observaciones de la presidencia, se acordó por unanimidad que, a nombre y representación del Ayuntamiento, el Sr. Alcalde se dirija al Excmo. Sr. Ministro de la Guerra solicitando la inmediata enajenación del referido castillo”.


Torreón.
Nuevas obras e intervenciones acabaron haciendo desaparecer parte de los restos que aún permanecían a la vista por aquellas fechas, quedando olvidado para muchos que llegaron a pensar que solamente estaba formado por el baluarte que quedó enhiesto.

Sería con posterioridad y probablemente por el afianzamiento de la vocación turística en Roquetas de Mar, declarada zona de Interés Turístico Nacional, se extendió entre diversos sectores de la población el interés por su historia, hasta entonces reducido a un núcleo completamente minoritario de sus habitantes, hecho que probablemente fue detectado por el ayuntamiento que el 17-9-1968 se dirigió al Patrimonio del Estado del Ministerio de Hacienda para solicitar la cesión gratuita de la fortaleza. El Consistorio recibió la contestación que tornara a realizar su solicitud a través de la delegación almeriense de dicho Ministerio, siempre que sometiera la misma a la legislación vigente para este tipo de edificaciones.

El acto de cesión sería formalizado en la notaría almeriense de Kaiser Herraiz el 27-4-1972 entre José Ocaña Gerardo, como Delegado de Hacienda de Almería, y José Pomares Martínez, alcalde de Roquetas de Mar, mediante la firma de la correspondiente escritura pública. A comienzos de 1997, el ayuntamiento de Roquetas, formado por personas de sensibilidad muy distinta a las de principios de siglo, adopto el proyecto de reconstruir íntegramente el castillo de Santa Ana dentro sus planes para recuperar una memoria histórica de la que Roquetas nunca debió de verse privada. La reconstrucción de la fortaleza fue terminada en el año 2003, y hasta la fecha ha albergado las obras de grandes artistas de ámbito provincial y nacional. Teniendo como fin último la consolidación como Museo dentro de la Red Andaluza de Museos de la Junta de Andalucía.

Cañones cedidos por el Ministerio de Defensa.

Fotos Antiguas



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