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jueves, 26 de noviembre de 2020

La Noche de los Candiles

 Cuando empieza a caer la tarde, Almócita se ilumina por el planeta. El alumbrado eléctrico desaparece y la luz nace de los candiles. Uno de ellos, instalado en el Mirador del Candil, es récord Guinness desde 2013. El allí exhibido es 20 veces más grande que uno tradicional, una pieza que fue elaborada por el artesano Paco García, que contó con la fundamental colaboración del ingeniero industrial Antonio Leyva, que hizo el proyecto y la cubicación, y de José A. Forte, que fue el que tuvo la idea y que junto con otros vecinos se encargó de hacer la maqueta y de realizar el seguimiento de los trabajos, así como de elaborar todo el expediente para ser considerado el candil más grande del mundo. Este cuenta con una capacidad de 650 litros, 3,25 metros de alto, 2,45 de largo y 1,06 de ancho.

'La Noche de los Candiles' es un gesto que nace en el marco de la Semana Europea de la Energía y cada año, desde hace ocho, coincidiendo con la citada 'manifestación' el pueblo se ilumina solo con candiles durante una noche mágica, donde muy diversas actividades se realizan en sus calles. Los vecinos rescatan los viejos candiles para afrontar una noche con la única iluminación del fuego que nace de antorchas naturales, barriles hoguera recubiertos de piedra natural, una noche en la que las casas y fachadas son alumbradas con candiles y la cultura invade un pueblo que tiene un censo de 174 habitantes y que supera los 5.000 visitantes.


Fuente y fotos de: Iñaki Sedano Gonzalez

viernes, 13 de noviembre de 2020

Cortijo de las Paces

 En el año 1570 ocurrió un hecho histórico digno de mención. Don Juan de Austria fue a Almócita para negociar la rendición de los moriscos sublevados en la Alpujarra. El acuerdo se celebró bajo una encina en el Cortijo del Hadid, que desde entonces se conoce como el "Cortijo de las Paces".



Recordando la Historia


La Insurrección de las Alpujarras


La insurrección de las Alpujarras, también llamada en ocasiones rebelión de las Alpujarras, fue un conflicto que enfrentó al reino de España contra la población morisca que vivía en esta zona del antiguo reino de Granada entre los años 1568 y 1570, durante el reinado de Felipe II. Esta insurrección estalló en una zona con elevado porcentaje de población morisca, la cual se alzó como protesta de la promulgación de la Pragmática de 1567, que exigía a los moriscos, musulmanes convertidos al cristianismo, a abandonar su cultura de origen musulmán. La insurrección se transformó en guerra y provocó cruentas luchas en esta región, con el ejército español comandado por don Juan de Austria. Esta insurrección influiría en la posterior expulsión de los moriscos de España en el año 1609.


El problema morisco tras la conquista de Granada

En el año 1492 se produce la conquista del reino de Granada por parte de los Reyes Católicos. Era el último reino musulmán de la península Ibérica, que políticamente pasaba a estar formada por estados cristianos. Pero la población conquistada, musulmana, permaneció en el reino conquistado.

A estos musulmanes se les concedió la permanencia en territorio peninsular a cambio de no vivir en las ciudades y de no vivir cerca de la costa. Además se les impuso una carga tributaria elevada.

Parecía que se podía llegar a una convivencia; pero, no fue así. En el año 1499 Cisneros provocó una revuelta en el barrio granadino de Albaicín al intentar forzar a los musulmanes a convertirse al cristianismo. Esta revuelta se extendió a otras zonas del antiguo reino granadino, como en las zonas montañosas de las Alpujarras y en la serranía de Ronda. La revuelta se convirtió en rebelión y en 1501 tuvo que intervenir el rey Fernando el Católico para sofocarla.

La victoria vino seguida de una dura medida. O se convertían al cristianismo o debían abandonar el reino de Granada, al igual que había pasado con los judíos en el año 1492 en todos los territorios de España. También se aplicó esa medida a los mudéjares de Castilla en 1502. Curiosamente, esta medida no se aplicaría en la corona de Aragón, obviando así la unidad religiosa que algunos historiadores mantienen como posible causa de la expulsión de los judíos.

Como consecuencia de estas medidas, casi toda la población musulmana de Castilla se convirtió al cristianismo, pasando a tener la denominación de morisco, es decir, cristiano nuevo de origen musulmán. Otros, en cambio, tomaron la vía del exilio. El problema se había resuelto momentáneamente.

Los moriscos durante el reinado de Carlos I de España

En 1525 la medida de conversión forzosa al cristianismo para los musulmanes se extendió a los reinos de la corona de Aragón. Desde ese momento dejaban de haber oficialmente musulmanes en los reinos españoles de la península.

Pero los moriscos, antiguos musulmanes, seguían manteniendo sus costumbres y modos de vida. Por ello en 1526 las autoridades cristianas aumentaron la presión para la prohibición de la cultura morisca. Es decir, la prohibición de la lengua, vestidos, costumbres, … de raíz islámica. Por contra, los moriscos se quejaron ante el rey Carlos I de los abusos a los que eran sometidos por las autoridades religiosas. Había, por tanto, un problema social.

El problema morisco

La conversión forzosa parecía haber resuelto el problema de la unidad religiosa en España. Pero no fue tal, ya que muchos mudéjares se convertían solamente en apariencia. La ley islámica permitía la Taqiyya, es decir, la simulación de puertas hacia afuera de otra religión, pero manteniendo en su interior la religión musulmana. De esta forma, muchos moriscos mantenían, no solamente sus costumbres, sino también se fe musulmana. La consecuencia era un recelo de la población cristiana hacia ellos, creyendo que podían conspirar con los berberiscos y turcos del Mediterráneo para volver a conquistar los territorios cristianos que tanto esfuerzo habían costado recuperar a lo largo de los siglos. A pesar de realizar campañas de evangelización, de catequesis y de emplear la Inquisición, los moriscos no se integraban en la sociedad cristiana.

Situación de los moriscos de Granada en los inicios del reinado de Felipe II

Los moriscos del antiguo reino de Granada mantenían a inicios del reinado de Felipe II sus propias costumbres. Era una población autóctona numerosa, que vivía apartada de la sociedad cristiana y que mantenía incluso sus propias leyes y su propia clase dirigente.

Los moriscos mantenían además una actividad económica pujante. La economía de los moriscos de Granada se basaba en el comercio de la seda con Italia y en la manufactura. Existían importantes talleres de seda en Granada, Almería y Málaga. Además habían numerosos telares en todos los pueblos de la zona. La seda se convirtió en prácticamente el único cultivo de carácter comercial de las Alpujarras.

Este comercio de la seda era importante para la Corona ya que era una fuente importante de ingresos. Igualmente tenían su importancia los moriscos ya que daban subsidios al rey a cambio de mantener un favor real que les ayudase en la situación de opresión que se encontraban frente a cristianos viejos y la Iglesia.



Pero no era todo positivo. Esta situación económica favorable despertó el recelo de los cristianos de la región. Era una afrenta que estos moriscos recién convertidos al cristianismo y que seguían practicando su antigua religión a escondidas tuvieran una economía más boyante que la suya propia.

A este recelo por causas económicas se sumaba la amenaza de los piratas berberiscos y la amenaza turca. En la década de 1560 los piratas de Argel libraban una guerra con España. Los piratas frecuentaban las costas de Valencia y Andalucía, secuestrando a cristianos y saqueando asentamientos costeros. A ello se sumó el sito de Malta en 1565 por los turcos, una situación amenazante para los territorios españoles del Mediterráneo occidental.

Los moriscos entraron en contacto con los piratas del norte de África y con el sultán de Constantinopla. Los turcos pretendían utilizar a los moriscos españoles como elemento desestabilizador dentro de territorio español para así conquistar territorios como Chipre y Túnez mientras los españoles gastaban fuerzas dentro de su territorio. Espías moriscos incluso fueron enviados a Malta para obtener información sobre esta estrategia. Las autoridades españolas creyeron que Granada sería un territorio desde el cual se produciría una invasión musulmana de España. Por este motivo el recelo y la presión sobre los moriscos granadinos aumentó.

Causas de la insurrección de las Alpujarras

En resumen, las causas para la insurrección de las Alpujarras se podría resumir en cuatro puntos principales:

1) El incremento de la población morisca y su situación social. Los moriscos eran cristianos nuevos, pero eran los perdedores de la Reconquista frente a los cristianos viejos del norte. Estos mantenían una superioridad social que reprimía a los moriscos.

2) El mantenimiento del culto musulmán por muchos moriscos en esta zona. Este hecho era conocido por muchos cristianos y por las autoridades, viendo con recelo esta situación.

3) El resentimiento de la población cristiana por la prosperidad del comerciante y de los artesanos moriscos.

4) La desconfianza debido a que veían como podían aliarse con el imperio otomano para atacar la península Ibérica.

El Edicto de 1567

El gobierno decidió la intervención. A finales de 1566 el inquisidor general Diego de Espinosa preparó, junto a Felipe II, un edicto que impondría diversas prohibiciones a los moriscos. La Pragmática Sanción de 1567, también llamada Pragmática antimorisca o Edicto de 1567, se promulgó el día 1 de enero de 1567 por Pedro de Deza, presidente de la Chancillería de Granada.

 El Edicto estipulaba que los moriscos de Granada estaban obligados a aprender el castellano en un plazo máximo de 3 años. Se prohibía, además, hablar, leer y escribir el árabe en público o en privado. Se les exigió que abandonaran sus vestimentas, teniendo que vestir a partir de entonces a la castellana. también se exigía que las mujeres fueran con las caras destapadas.

También se les obligó a que siguieran costumbres cristianas en las celebraciones, así como que no se celebraran las fiestas religiosas del viernes. Tampoco podían usar a partir de entonces nombres o apellidos moros. Tampoco podían hacer la práctica del baño en los baños artificiales ya que podía ser un pretexto para practicar rituales existentes en el Corán.

Este Edicto sería de obligado cumplimiento para los moriscos a partir del mismo día de su publicación. El objetivo era obligar a los moriscos a dejar sus antiguas costumbres y ceremonias musulmanas y convertirse de un modo definitivo al cristianismo, adoptando además las costumbres cristianas de la época. Querían acabar con la identidad nacional de los moriscos para convertirlos en cristianos españoles.

La reacción contra el Edicto

En un principio los moriscos no cumplían con las sanciones del edicto esperando que se pudiera negociar y que, a través del pago de dinero, se pudieran suprimir las medidas de la Pragmática. El representante de los moriscos, Jorge de Baeza, fue a Madrid para protestar ante el rey Felipe II mientras que el notable Francisco Núñez Muley presentaba un memorándum a Pedro de Deza en el cual manifestaba la lealtad de los moriscos a la corona española.

Pero las negociaciones no fructificaron. Los moriscos comprendieron que era inútil la negociación y que las medidas eran definitivas. Era la confirmación de la imposición de los vencedores tras la conquista de 1492. Todas las tensiones y los resentimientos existentes estallaron y se optó por la insurrección.


La insurrección de las Alpujarras


El levantamiento de Albaicín de 1568: el inicio de la insurrección de las alpujarras

La fecha elegida para la insurrección fue la Nochebuena de 1568. El levantamiento empezó en el barrio granadino de Albaicín. Posteriormente la insurrección se extendió por las montañas de las Alpujarras, situadas entre Sierra Nevada y la costa malagueña. Desde las montañas se difundió a las llanuras. Fue una insurrección básicamente rural, con mayor porcentaje de población morisca, teniendo una participación menor los moriscos de las ciudades.

Principales puntos de la insurrección de las Alpujarras en el antiguo reino de Granada. 

Como cabecilla de la insurrección morisca fue elegido Fernando de Valor, morisco de linaje árabe, descendiente de los califas de Córdoba. Tras la insurrección recuperó su nombre árabe de Aben Humeya (Muhammad Ibn Umayya) y fue proclamado rey. Pero fue asesinado por sus propios hombres un año después, siendo sucedido por su primo Aben Abó.

Otros líderes moriscos de las Alpujarras se unieron. Estos cabecillas provenían de la jerarquía social tradicional de los antiguos habitantes del reino musulmán de Granada. Eran jefes de antiguos clanes enfrentados, pero que ahora luchaban en común en defensa de sus costumbres.

La búsqueda de aliados

Una vez empezada la insurrección los moriscos entraron en contacto con sus aliados en el reino de Valencia, que tenía un porcentaje de población morisca importante, y enviaron misiones a los países del norte de África y a Constantinopla en busca de ayuda y apoyo militar. Desde el norte de África recibieron voluntarios, armas y alimentos, pagados con esclavos cristianos capturados en España. El que más interés puso en la ayuda fue Argel, que aprovechó la coyuntura para conquistar Túnez en 1570. El imperio otomano envió armas y hombres, aunque era un acto más simbólico que otra cosa, ya que estaban centrando sus esfuerzos en el Mediterráneo oriental.

La Guerra de Granada

La insurrección de las Alpujarras se producía en un momento difícil para España. Los recursos eran escasos y habían otros problemas de política exterior en Europa. Pero había que emprender acciones antes de que la insurrección pasara a mayores y por eso se envió a Don Juan de Austria, hijo bastardo de Carlos I de España, que sustituiría al marqués de Mondéjar, virrey de Granada, para sofocar la revuelta.

Don Juan de Austria daría un vuelco a la situación. Al inicio de la guerra se había decidido una estrategia basada en el aislamiento de los moriscos respecto a la costa con el objetivo de que no recibieran ayuda exterior. No se decidió ir al ataque debido a que era difícil la conquista de los pueblos de las montañas de las Alpujarras. La guerra era una sucesión de expediciones y emboscadas, con escaso resultado, pero con gran crueldad y brutalidad ebido a la desesperación de los moriscos y a la debilidad mostrada por los españoles.

Don Juan decidió emprender una campaña militar, que empezó en enero de 1570. Empezó expulsando de las tierras llanas y de las vegas a los moriscos para aislar de forma definitiva a los moriscos de las montañas. Por ejemplo, 3.500 moriscos fueron expulsados de Granada, siendo dispersados por La Mancha. Acto seguido asediaron las montañas. Los moriscos, viéndose acosados y con falta de apoyos, se rindieron a lo largo del año 1570. Finalmente, el proclamado rey Aben Abó fue apuñalado por sus seguidores en una cueva de Bérchules.

La deportación de los moriscos

La insurrección de las Alpujarras había durado 2 años. Se habían gastado numerosos recursos. Por lo cual, se debía actuar con mano dura. Se decidió la deportación de los moriscos del reino de Granada a otros lugares de España. La orden de evacuación del reino se dio el 28 de octubre de 1570, dando como fecha límite para irse del reino el 1 de noviembre de 1570.

 Don Juan de Austria, hijo bastardo de Carlos I de España.

Los moriscos fueron conducidos en largos convoyes hacia ciudades y aldeas de Extremadura, Galicia, La Mancha y Castilla. Muchos murieron por el camino debido a la dureza del invierno. Se estima que murieron entre un 20 y un 30 % de los moriscos.

Las tierras abandonadas por los moriscos fueron confiscadas por la corona y ofrecidas en condiciones favorables a colonos de otras partes de Castilla, como Galicia, Asturias, León y Burgos. A ello se sumó el ofrecimiento de ganados y utensilios, con el fin de favorecer la repoblación.

Consecuencias de la insurrección de las Alpujarras

El problema de la insurrección se había resuelto. Pero aparecerían nuevos problemas. Los repobladores cristianos se encontraron con que muchas de las tierras ofrecidas eran pobres ya que los cristianos viejos ya habían ocupado en las décadas pasadas las mejores tierras. Muchos de los nuevos pobladores acabaron por marcharse, con lo que había un vacío demográfico. Las Alpujarras y la zona costera estaban menos pobladas que antes y eran un problema de seguridad interna.

Por otro lado, la deportación de los moriscos del reino de Granada no solucionó nada. Todo lo contrario, extendió el problema morisco a toda Castilla. Los moriscos no eran bien recibidos por sus nuevos vecinos ya que seguían los recelos respecto sus costumbres y se sospechaba que seguían practicando su antigua religión. El recelo y la hostilidad no hacían sino crecer.

Los moriscos tendieron a abandonar sus nuevos hogares y algunos fueron regresando a Granada, donde se decretó en 1584 una nueva expulsión. La frustración y la desesperación caló en muchos de ellos, dedicándose al robo y a la violencia.

Los moriscos eran odiados por la población cristiana, que los veían escaquearse de sus obligaciones militares y religiosas. Veían que solamente hacían que crecer en número y que formaban una comunidad apartada en muchas ocasiones. Se consideraban inadaptados e inadaptables. Todo ello provocaría que fueran expulsados del reino de España en 1609, con Felipe III como rey.

Conclusión

La insurrección de las Alpujarras es una muestra del fracaso de integración de los antiguos musulmanes convertidos forzosamente al cristianismo. Los moriscos siguieron, en muchas ocasiones, manteniendo sus antiguas costumbres, lo que despertaba el recelo de la población de cristianos viejos. A ello se unía el temor de que los moriscos españoles se aliaran con los turcos para atacar la península, en una época donde el imperio otomano tenía gran poder en el Mediterráneo.

La violencia estalló en 1568. Tras una cruenta guerra, los moriscos perdieron. Los que no murieron fueron deportados a otras zonas de Castilla para evitar así la concentración de ellos. Pero esta medida no fructificó y llevaría a la expulsión de los judíos en 1609 durante el reinado de Felipe III.




jueves, 4 de julio de 2019

Ermita de los Desamparados

La ermita consta de una nave rectangular y capilla mayor diferenciada. La nave ha perdido la armadura, mientras que el presbiterio todavía conserva la cúpula sobre pechinas y decoración de estuco.

Los muros de la nave y capilla mayor son de cajones de mampostería entre rafas y cintas de ladrillo, mientras que los restos de la construcción anexa, posiblemente la casa del ermitaño, sustituye la mampostería por tapial. La presencia del arco triunfal se manifiesta al exterior mediante contrafuertes de ladrillo.
Coronando un cerro que actúa como mojón de los términos municipales de Beires, Almócita y Padules.
No se conocen testimonios documentales sobre la construcción de la ermita, aunque es muy probable que se levantara a instancias de los concejos de Beires, Almócita y Padules y las limosnas de los fieles.
Desde el punto de vista tipológico la ermita fue construida en los S. XVII-XVIII y es posible que originalmente sólo se construyera la nave y, posteriormente, en el S. XVIII se le añadiera la capilla mayor.
Hace unos años se arregló el tejado de la capilla mayor y se cerró la nave con un forjado de hormigón. Sin embargo, falta un tratamiento adecuado de los paramentos exteriores y de la cubierta de la nave.
Tiene un gran valor paisajístico.
Es un ejemplo modesto de la presencia en un mismo edificio de la tradición mudéjar (la armadura desaparecida) y la estética barroca de la cabecera.
Actualmente abandonada.
A los pies se encuentra la sencilla portada latericia, con vano de medio punto enmarcado por pilastras y coronada por una cornisa muy deteriorada.


miércoles, 9 de enero de 2019

Minas de la Solana

En el término municipal de Almócita, se encuentra el Cerro del Capitán, con una altitud de 1028 msnm, desde su punto más alto se divisa toda su jurisdicción. El Cerro del Capitán es el centro de separación del Río Andarax y el Barranco del Bosque, su extensión es de 2 kilómetros y termina en La Solana, límite con Fondón. El Cerro del Capitán encierra en sus entrañas una gran riqueza en plomo y otros minerales, que aún hoy no han sido extraídos: como platino y cuarzo, estando estos en menor cantidad. Esto quedó demostrado cuando en el año 1968 una empresa se llevó y analizó los residuos de los lavaderos de la Solana encontrando en los mismos diferentes clases de partículas. Historia Según se puede verificar y al hilo del texto que nos ocupa, las minas han sido en tres ocasiones explotadas.


La historia comienza en el siglo XVIII, momento en que la explotación se convirtió en una fuente de ingresos muy notable para el pueblo. Fueron muchos años de excavaciones, con los medios de la época el trabajo fue lento y difícil, poner en marcha y trabajar en dichas minas, supuso mucho esfuerzo a base de pico y pala. Cuando alguna cantera se resistía a dar frutos, se metían barrenos, perforando la roca con un puntero y un marro, después se introducía pólvora y una mecha, que era, por así decirlo, el máximo adelanto del que se disponía. Se perforaba el pozo hasta encontrar el filón y así comenzaba la mina. Para bajar a los pozos se colocaba un trípode en la boca y con una polea, una soga y una espuerta bajaban los mineros, que además, también se utilizaba para subir el escombro para separar después el plomo. Se transportaba sin lavar, en “recuas” de burros y mulos, empaquetado en sacos hasta el puerto más cercano, normalmente Adra o Almería. Para aprovechar el viaje, había hombres llamados arrieros que llevaban cinco y seis animales, que tardaban días en regresar, pues los caminos se encontraban en muy malas condiciones.
Cada pozo tenía un nombre, según su riqueza, nivel de dificultad, esfuerzo o peligro que entrañase su explotación. Uno de ellos fue nombrado como "La Perla", según cuentan, junto con otro pozo denominado “La Abundancia”, fueron los más productivos, eran canteras limpias e interminables. “La Dificultad”, “Las Cabras” y “San Miguel” eran otras pozos importantes. También se conocen “El Impulso” y el “No te Asomes”, llamado así por peligroso.   Los mineros trabajaban de sol a sol, ganando 4 reales al día; obteniendo el barrenero y los encargados 6 reales, siendo el cómputo mensual de entre 30 y 45 pesetas al mes. Fueron muchos años de trabajo en esas condiciones, la vida transcurría demasiado despacio , la mayoría no sabían leer ni escribir, solo trabajar.

Los medios y la visión empresarial de la época, delimitaron el periodo de explotación de esta primera etapa, cuyos rasgos distintivos serían la laboriosidad y las técnicas de trabajo rudimentarias. Fue la que más empleo generó, pero también en peores condiciones laborales. En el 1950 reanudaron los trabajos del Cerro del Capitán, en el paraje llamado la Solana. Para estas fechas ya existían camiones, tractores y algunos adelantos más, como la energía eléctrica. Esta segunda etapa de explotación implicó grandes necesidades de infraestructuras, pues empezaron por hacer carreteras, la más importante, desde la carretera general en el Paraje del Viso, que es donde termina el Cerro del Capitán, rodeándolo hasta llegar a la Solana, mediante un trazado de 1 km de longitud, evitaron cruzar el barranco que representaba una mayor dificultad.
Las instalaciones se dilataron bastante en el tiempo, pues no era fácil llevar el agua, la luz y otros requerimientos exigidos por el Ayuntamiento, como por ejemplo un lugar para almacenar los residuos, que suponían un peligro para las personas, flora y fauna. Para cumplir con este requisito, se construyó un depósito de grandes dimensiones de hormigón. Con el agua también hubo problemas, pues se pretendía subirla desde el banzao del Río Andarax, ya que la Solana se encuentra apenas a 500 metros, pero no llegaron a entenderse los encargados de la mina y el alcalde en funciones del momento; pasando posteriormente a negociar con Fondón, y se concretó un acuerdo para trasvasar el agua desde el pozo “La Granaina”, que se encuentra en el puente el Vaho. Se construyó una instalación campo a través, utilizando para ello unas canalizaciones y una bomba que hacía llegar el agua hasta la balsa. Esta era redonda y estaba levantada sobre la superficie, con 3 metros de altitud, siendo su importancia basada en su función para abastecer los lavaderos. Se edificaron viviendas para jefes y algunos empleados; entre los beneficiaros se incluían ingenieros, capataces y facultativos.


Los obreros solían desplazarse caminando desde su residencia hacia el lugar de trabajo, pudiendo algunos utilizar una bicicleta, un bien de lujo por el momento. Al terminar las instalaciones se creó un pueblo pequeño en lo alto de una montaña con vistas al río, a los llanos y las sierras que desde allí se divisan. Fue aproximadamente en 1955 cuando se puso en marcha el funcionamiento de la extracción del plomo. El proceso comenzaba cargando los escombros amontonados en los vaciaderos y, mediante palas, los camiones eran cargados uno tras otro. La pala de mayor tamaño fue denominada como “El Tigre”, que era accionada por animales o incluso por los mismos obreros. Los camiones descargaban en una tolva y con el esfuerzo de los peones el escombro era trasladado a una cinta transportadora, que vaciaba en un lavadero donde comenzaba el lavado. De ese lugar pasaba a otro proceso de lavado para conseguir una mayor pureza. Posteriormente, mediante el uso de ácidos se conseguía un aumento de temperatura que hacía hervir el metal, siendo así separado de la ganga. Esta era transportada al pozo antes mencionado, y el plomo era llevado a un secadero para prepararlo de cara a su próxima fundición en la zona de Cartagena. En la zona se recuerda como una época de abundancia, los peones ganaban alrededor de 25 pesetas diarias y había mucho personal, debido a que las labores necesarias se llevaban casi siempre a mano. Se produjeron accidentes, tanto humanos como ambientales. Uno de los trabajadores cayó a una cinta transportadora sin ser visto por sus compañeros, resultando muerto. En otra ocasión, el depósito de los residuos se rompió, vertiendo todos los residuos altamente contaminantes al río Andarax, viéndose afectada la fauna de dicho hábitat. Esta “segunda etapa o ciclo de explotación” pudo darse por concluida en el momento en que se dieron por finalizados los trabajos allá por el año 1962. En el 1968 otra empresa volvió a transportar todos los residuos que habían quedado en los lavaderos a otras minas que en ese momento funcionaban a máximo rendimiento, las anteriores instalaciones ubicadas en las minas de la Solana habían quedado como una simple ruina histórica de lo que un tiempo fue una gran explotación minera. Teniendo en cuenta las escasez de los años posteriores a la plena actividad de las minas, no fue extraño ver como poco a poco estas estructuras residuales fueron desapareciendo para cubrir ciertas necesidades de material por parte de muchos vecinos, es decir, las puertas, la madera, vigas de acero y otros elementos muy valiosos en el contexto de la época, fueron recicladas y reutilizadas por los vecinos de Almócita y los pueblos colindantes.

Los excedentes de material que en una época anterior fueron considerados como simples desechos que carecían de valor, en este nuevo periodo y con los adelantos asociados a la época pudieron ser exprimidos nuevamente. Había más adelantos para analizar los minerales y fue cuando se detectó que en aquellos residuos de plomo había partículas de platino. Estos escombros se transportaban a las minas de Martos y otros a las de Laujar, pueblo de destino en el que muchos trabajadores acabarían por establecer su residencia, en vista de la distancia y la falta de medios para llegar a su puesto de trabajo. Con esta tercera etapa se pudo dar por concluida la explotación en todas sus dimensiones. Una anécdota de este curioso enclave geográfico, fue el hecho de que cuando quisieron empezar la explotación de las minas, tuvieron sus más y sus menos por los linderos, mientras el Ayuntamiento de Fondón reclamaba la pertenencia y propiedad de algunos de los pozos, el de Almócita hacía lo propio, inclinándose posteriormente la balanza y por tanto la soberanía sobre dicho territorio del lado almociteño. En la actualidad se pueden contemplar los restos en ruinas de las instalaciones.

Amaneciendo en la Solana.
Senda que lleva hasta las minas.
Balsa.
Balsa.
Zona de carga.
Pequeña balsa.
Instalaciones.
Instalaciones.
Balsa.
Camino de vuelta.

Fotos: David Téllez


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