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sábado, 25 de diciembre de 2021

Francisco Capulino Pérez " Capuleto"

 


     Nacido el 29 de febrero de 1928, estudió en la Escuela de Bellas Artes. Formó parte de los jóvenes pintores que, siguiendo la llamada de Jesús de Perceval, constituyeron el Movimiento Indaliano. Participó, por tanto, en los principales acontecimientos locales y nacionales del grupo (exposición en el Museo de Arte Moderno de Madrid en 1947 y en el VI Salón de los Once de 1948). En sus primeras obras, con el grupo indaliano, destacan figuras estilizadas, muy pompeyanas, de pinceladas angelicales tanto en los colores como en las formas, recordando a Modigliani o Chirico. Eugenio D´Ors llegó a considerarlo como el pintor indaliano con más proyección de futuro, invitándole a participar varios años seguidos en sus afamadas exposiciones recopilatorias de un año de arte en Madrid (Salón de los Once). En 1950 marcha becado a Roma y, en 1958, buscando nuevos horizontes, viaja a Colombia afincándose en Venezuela, donde vivirá siete años desarrollando trabajos muy heterogéneos. Allí consigue una independencia económica que según él le permitía pintar lo que realmente sentía, aunque esto mismo le impidiera tener una obra artística muy prolífica. Participa en esos años en diversas exposiciones internacionales.

Sillas y mesa 

Cordero

Naturaleza muerta

Mesa de cocina con cardos

      Retorna a Almería en 1965 y regenta como empresario el Hotel Indálico. Sigue pintando de forma esporádica, con poquísimas exposiciones y desarrollando una segunda etapa pictórica con un acentuado cambio formal. La línea pierde contornos y las manchas de colores agresivos son las que, al contrastar entre sí, dan solidez al lienzo. Representa imágenes cotidianas, plasmadas con escasas pero vigorosas pinceladas, ofreciendo un punto de vista descarnado, crudo. Incluso su temática se hace agresiva: corderos degollados, cráneos enfrentados al espectador, animales abiertos en canal, bodegones de luz fría… De gran inteligencia visual, tenía un profundo conocimiento del arte y una gran facilidad pictórica. Su pintura fue evolucionando desde la afectividad hacia la pureza cromática, mediante el despliegue de nuevas técnicas y de nuevas formas. Su legado estético se termina alejando de “lo indaliano” para expresar su propio universo, renunciando a vivir de las exposiciones, que no a pintar.

Etrusco y Loba

Naturaleza muerta sobre periódico

Pájaro muerto



Fuente: Dipalme
Fotos: Estudio53

Jesús Pérez de Perceval del Moral

(Almería, 1915 - Almería, 1985)

 Desde pequeño le interesó la pintura, quizás influenciado por su abuelo Juan del Moral y Almansa. A los 12 años ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de Almería, donde pronto comienza a destacar. Uno de los privilegios de su posición acomodada son los continuos viajes a Madrid, donde se impregna de arte, fundamentalmente dibujando en el Casón del Buen Retiro y en el Museo del Prado. En 1934 obtiene la Medalla de Oro, premio de honor del Presidente de la República en la Exposición Provincial, por su obra Los aguilanderos (1933), donde se observa la huella de Solana. En ese año es becado por la Diputación Provincial de Almería y por el Ministerio del Estado Español para ampliar estudios en el extranjero. En esta época Zuloaga, Zabaleta y Aurelio Arteta también forman parte de su bagaje de influencias pictóricas.

En 1936 obtuvo un gran éxito en la exposición nacional de Bellas Artes de Madrid, con la obra Ha muerto un hombre. Al comienzo de la Guerra Civil se ve forzado a trasladarse a Valencia, donde realiza diferentes carteles propagandísticos de la República y, en 1937, se le concede la medalla de oro de la Exposición Universal de París, donde expone varios cuadros de temática antifascista en el pabellón español; destaca la obra La huida de Málaga y Sueño de paz (1937).

Alegría del Mar

Terminada la Guerra, vuelve a Almería, siendo nombrado asesor provincial de artes plásticas, participando activamente con las autoridades políticas y religiosas en la reconstrucción artística de la ciudad, fundamentalmente en la imaginería religiosa de Cristos (destacando El Cristo de la Escucha) y Dolorosas. De estos años cabe destacar algunos excelentes cuadros como La Virgen de las uvas, maternidad de corte rafaelesco en la que se mantiene la luminosidad levantina de sus años pasados; El niño del pez y Muerte de San Sebastián, donde coloca la Alcazaba como elemento del cuadro, y La adúltera (1943).

El Poeta Villaespesa

En sus continuos viajes a Madrid conoce a Eugenio D´Ors y a José Aguiar, quien le introducirá en un procedimiento ancestral de la pintura, la encáustica, una técnica que aprende de aquel maestro en su estudio de Madrid y en la que trabajará profusamente, siendo unas de sus constantes a lo largo de toda su vida. A principios de los años 40 Perceval constituye todo un punto de referencia en el mundillo artístico almeriense y su multidisciplinariedad le permite globalizar todas sus inquietudes en una determinada visión del arte y de la cultura que determina la visión estética de su obra, la cual podemos sintetizar en el siguiente párrafo: “Perceval se enfrenta a los ismos europeos, sobre todo al impresionismo por considerarlo opuesto al espíritu mediterráneo. Propugna la vuelta de la línea como medio de expresión, retornando por tanto a un neoclasicismo inspirado en los frescos pompeyanos y en el renacimiento italiano. Sin embargo, Perceval, con su movimiento autóctono y autodidacta, no pretendía ser continuación del arte mediterráneo, sino un puente entre los ismos del siglo XX y estas civilizaciones. Era una vuelta al humanismo, basado en toda la historia de la pintura para recabar conocimientos y resolver problemas, antes sin solución. Así, estudia el impresionismo como forma estética donde las líneas han desaparecido, supervalorando las formas. Considera el cubismo como la abstracción de la pintura por las líneas y lo adapta a la visión mediterránea. (La Chanca la considera un modelo cubista vivo). Del surrealismo, Perceval toma las premisas básicas para recrearse en alegorías y símbolos...”

Bodegón de la bahía

Su atención no sólo está en el arte, sino que busca la compañía de literatos, arqueólogos, filósofos, historiadores, músicos... y en ese mundo abigarrado de ideas y de tertulias surge una vía de canalización de todas sus inquietudes: el Movimiento Indaliano. Todo se gesta en las reuniones del café La Granja Balear, donde Perceval invita a participar a unos jóvenes pintores de la Escuela de Artes (Capulino, Cañadas, Cantón Checa, Alcaraz y López Díaz) que, de pronto, se ven aceptados en las tertulias de las fuerzas culturales más vivas de la capital. Así va tomando cuerpo el nuevo concepto de arte mediterráneo de Perceval, que toma el nombre de Movimiento Indaliano, y la figura del Indalo pasa a ser el tótem del grupo. Preparan varias exposiciones indalianas que culminan con la exposición del grupo en 1947 en el Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid. A esta exposición le siguió el reconocimiento, mediante la participación colectiva en el Sexto Salón de los Once de 1948, que recogía a los 11 mejores pintores que habían expuesto en Madrid durante el año anterior.

Caballo vikingo

A nivel personal, destacar la influencia durante esos años de Vázquez Díaz. En 1950 participa en exposiciones de Munich, París, Internacional del Arte Sacro en Roma, Chile, Bolivia, Argentina, Perú y Cuba. De esta época surgen quizás sus obras más destacadas: La familia del pintor (1950), Autorretrato (1950) y, sobre todo, La degollación de los inocentes, con la que, en 1951, participa en la I Bienal Hispano Americana de Arte, constituyendo la máxima atracción y siendo motivo su temática de una fuerte polémica política.

La degollación de los inocentes

Durante la década de los cincuenta y sesenta realiza murales en Granada y Almería. Ejecución del monumento a San Francisco Javier, en Tokyo. En 1966 realiza na exposición en la sala Santa Catalina, en el Ateneo de Madrid, en la National Landscape Award y en la Real Academia de San Telmo (Málaga). En 1967 se celebra un homenaje a Perceval por su brillante y dilatada labor artística en el Círculo de Bellas Artes de Madrid; obtiene el premio Picasso de la Real Academia de San Telmo (Málaga). Realiza exposiciones en el Museo de los Agustinos de Toulousse y en la embajada de España en Lisboa, así como en diversas ciudades españolas: Valencia, Granada, Alicante, Lérida, Córdoba y Almería. En 1971 obtiene la primera medalla de oro en el Certamen Nacional de Pintura de la Semana Naval de Alborán y son continuas sus exposiciones individuales y colectivas por todo el territorio español. Sus últimas influencias son las de Zabaleta y Dalí, de quien llega a tomar incluso algunas actitudes y poses. La llegada del cine y del turismo en la década de los sesenta acrecienta su imagen polifacética y aparece el interés por la fotografía.

Andaluza

De la pintura en Perceval se puede distinguir una primera etapa que comprende hasta la fundación del Movimiento Indaliano. En su juventud es un pintor figurativo, trágico, de colores oscuros, fondos negros, con alegorías macabras. Su pincelada es concreta, delimitando líneas con un gran juego de luces y sombras. Más tarde, se introduce en el mundo de la luz, el sentido de la claridad mediterránea, dentro de una línea figurativa. Comienza a dar la expresión de su arte con numerosas composiciones, donde predominan las cabezas de mujer de pincelada concreta y acentuadas formas redondas, paisajes de alegorías, retratos y autorretratos donde se pueden apreciar esos tonos oscuros y rostros melancólicos. Es al final de esta época de pintura negra cuando recibe los máximos premios de su juventud. Junto con esta labor pictórica realiza, en esta etapa, algunas obras de imaginería, respondiendo al fervor de los españoles de la postguerra. Hablar detalladamente de la época de los años treinta de Perceval es casi imposible, ya que, entrelazados, aparecen el arqueólogo, filósofo, pintor, escultor, tallista, orfebre e investigador.

Casas

Hay una segunda etapa que comprende los inicios del Movimiento Indaliano y tiene vigencia hasta los años cincuenta. En esta época conoce a Eugenio D’Ors, con quien coincidía en sus postulados estéticos. Éste le apoya en todo momento, considerándolo uno de los grandes hitos de la pintura española. Durante su estancia en Madrid, Perceval se erige en protagonista debido a la calidad de sus cuadros y al apoyo unánime de la crítica. Las obras de Perceval en estos años se basan en la estética indaliana: rostros clásicos con una expresión nueva, con colores vivos y una gran plasticidad. Su técnica de pintar la mayoría de sus cuadros en encáustica (mezcla de materias fundidas con soplete) causa admiración, debido a la gran belleza que imprime a la obra. Las formas las presenta muy delimitadas, mediante líneas límites, con gran detallismo. Así, podemos apreciar cómo en las composiciones donde existen varias figuras humanas las representa con una gran riqueza de colores y delimitación de formas para resaltar todos los volúmenes. Su obra cumbre, donde se pueden conjuntar todos los valores pictóricos de Perceval, realizándola con un gran dominio de composición, delimitación de formas, detallismo, uego de colores y contraste de luz y sombra, es La degollación de los inocentes.

Desde la década de los cincuenta hasta su muerte, en 1985, conocemos al Perceval más comercial, en esta época sus temas son cabezas, paisajes insólitos y escenas simbólicas. Obras más representativas: Hasta que se aniquile (1965), Niño del Pitaco (1967), Maternidad (1967), Mojaquera del cántaro (1970), Amargura (1973), María del Mar (1974), Niña con el aro (1981). En sus rostros podemos apreciar un cambio en su realización. Los primeros tenían unas pinceladas breves y seguras, cargadas de óleo, sin concretizar en las formas; los últimos tienen el rostro de pincelada muy fina y suave, contrastando con el cabello o el pañuelo que los envuelve, y con el fondo de pinceladas más gruesas. Los presenta enmarcados en forma de óvalo. En La Chanca, al igual que en los rostros, se puede apreciar diferencias. Las primeras son de marcada influencia cubista, con líneas límites que resaltaban bastante por dotarlas de distinto color; las Chancas posteriores han perdido ese sentido cubista, no parecen lienzos coloreados, sino lienzos con óleo, con pinceladas breves y reflejando una gran luminosidad. Sus paisajes los presenta de dos tipos: unos irreales, pareciéndonos formas que flotan en el aire, denotando gran dominio del pincel, creando formas que en la realidad son difíciles de expresar; y, junto con este paisaje irreal, también nos presenta el típico en que unos animales pastan en el campo, eso sí, creados a base de manchas de colores que se mezclan, todas ellas cargadas de óleo.


Personaje controvertido, agudo, irónico, verdadero pilar en la cultura almeriense del siglo XX, nos ha dejado su huella en su variadísima obra y en el propio indalo, señas de identidad de Almería.

Fuente: Dipalme

Fotos: Estudio53

martes, 1 de diciembre de 2020

Federico Castellón Martínez


(Alhabia, 1914 - New York, 1971).


Pintor y grabador nacido en Almería, desarrolla prácticamente toda su vida en EEUU. Llega a Nueva York junto a su familia en 1921, asistiendo tres años a la escuela de pintura Erasmus High School. Posteriormente aprende en el estudio del pintor mejicano Diego Rivera, quien medió ante el gobierno español para que le concediesen una beca para estudiar en Europa. Su desarrollo posterior le crea una formación autodidacta y recibe, desde el principio, un reconocimiento artístico de primer nivel. Pintor de estilo surrealista muy influenciado por Salvador Dalí, también fue escultor, ilustrador, profesor...

      Regresa esporádicamente a España, recibiendo una beca de la República en 1933. En 1934 expuso en Almería, con una tendencia surrealista no bien entendida por el ambiente de la época. Participó en 1935 en la Exposición Internacional de París de los artistas españoles, que incluyeron Pablo Picasso, Juan Gris y Joan Miró. Tras ella, retorna definitivamente a EEUU, donde adoptó la ciudadanía norteamericana en 1943.

      En 1936 su obra formó parte de la Exposición presentada por el Museo de Arte Moderno de New York bajo el título “Fantastic Art, Dada and Surrealism” y, en 1944, de la organizada por el Art Institute of Chicago titulada “Abstract and Surrealist American Art”. Desde 1937 se dedicó a las artes gráficas, fundamentalmente litografías y aguafuertes, siendo un perfeccionista en términos de su técnica, del uso de colores sutiles y de las imágenes surrealistas, misteriosas, con figuras alargadas características, asomando siempre entre los sueños y las pesadillas. Entre sus trabajos de la ilustración destacan La mitología del Bullfinch, La historia del polo de Marco, El pequeño príncipe, y la serie De la epopeya del hombre.

      Siempre gozó del favor del público y la crítica americana, impartiendo enseñanzas artísticas durante más de 25 años en New York, la Universidad de Columbia (1948-1961), Instituto de Pratt (1951-1961), etc.; siendo miembro de la Academia Nacional de diseño en New York y de la Sociedad de Artistas Gráficos americanos. Entre sus premios destacan el Guggenheim (1941), el de la Biblioteca del Congreso y el reconocimiento de la Academia Nacional. Hoy, sus aguafuertes y litografías más características se incluyen en la mayoría de las colecciones públicas importantes, tales como el Museo del Arte Moderno, la Academia de York, el Museo de Pennsylvania, Museo de Whitney del Arte Americano y del Instituto del Arte de Chicago.

      Crea un método que él llamó de «técnica lito-gráfico-elevación », empleado durante los años 60, dónde, mediante diferentes procedimientos, aporta luz a las áreas de la oscuridad, creando así más de una composición de tono y un efecto dentro de esta imagen cargada de símbolos muy atractivos.

Visita su galería en estos enlaces.

Galeriaacanto

Purakastiga

Catálogo

Fuente: Dipalme

lunes, 30 de noviembre de 2020

Jose Francisco Díaz Molina

 (Gádor, 1860 - Madrid, 1932).


De familia campesina, se traslada a Almería en 1871 para intentar salir de la pobreza. Comparte su trabajo en el despacho de un abogado con los estudios en el Instituto, donde obtiene su título de bachiller en Arte (1876). En 1878 aprende del pintor Giuliani y, hasta 1882, trabaja como ayudante de la cátedra de Dibujo. Paralelamente, comienza la realización de obras donde se ponen de manifiesto sus conocimientos de técnica de dibujo y témpera. En 1882 es becado por la Diputación Provincial para aprender en la Academia de España en Roma, máxima aspiración de los artistas jóvenes de aquella época. Viaja a Roma (1883), pasando allí largos períodos y viéndose influenciado por el pintor Vicente Palmaroli, futuro director del Museo del Prado, lo que le da un cierto prestigio cosmopolita en Almería. En 1886 regresa de Roma y permanece en Madrid unos meses realizando el cuadro de María Cristina de Habsburgo para el Ayuntamiento de Almería. La muerte de Giuliani hace que, en 1889, sea catedrático interino de Dibujo, cargo que ejerce hasta 1892.

En esta época destaca el academicismo basado en el predominio del dibujo y modelado, que va evolucionando hacia una forma más realista de pincelada más suelta. Su temática es variada: paisaje, retratos, naturaleza muerta, religiosa... aunque comienza a destacar como retratista. En ellos sobresale la solidez del dibujo y del trazo, pasando el color por diversas variaciones a lo largo del tiempo. Algunas de sus obras reflejan un cierto carácter modernista en su planteamiento y ejecución.

En 1897 se traslada definitivamente a la capital de España, participando en la Exposición Nacional de Bellas Artes del mismo año con el cuadro La miseria, premiado con mención de honor. En 1899 la alcaldía de Madrid le encarga retratos al óleo de ex alcaldes, siendo, quizás, su momento culminante como pintor. Uno de sus autorretratos fue adquirido por el Museo de Arte Moderno. En 1901 realiza dos retratos del rey Alfonso XIII, uno para el Ayuntamiento y otro para la Universidad. Desde 1901 a 1912 trabajó como restaurador en el Museo Arqueológico Nacional; en 1904 participa en la Exposición Internacional celebrada en París y, en 1917, acudió a la exposición Universal de Panamá, con la obra El panecillo, premiado con la Medalla de plata. En esos años fueron numerosos los retratos de personajes políticos realizados para centros oficiales, como el del Conde Romanones (1906) para el Ministerio de Justicia, los de los cuatro presidentes de Gobierno asesinados (Cánovas; Prim, 1920 y Canalejas) para la presidencia del Gobierno, etc.

Técnicamente utilizó, sobre todo, el óleo, aunque se conservan algunos dibujos a lápiz. Su época madrileña no le impide seguir realizando diversos retratos por encargo para familias e instituciones almerienses. Destaca el de la señora de Díaz Aguilar (1921), Guillermo López Rull, señores de Godoy, Nicolás Salmerón y alcaldes como Eduardo Pérez Ibáñez, Antonio González Garbín o José María Muñoz Calderón.


Fuente Original

Diccionario Biográfico de Almería

Foto : Maestrosdelretrato


domingo, 22 de noviembre de 2020

Silvestre Martínez de Haro

Artista polifacético: dibujo, literatura, teatro o cine; aunque, en esencia, se definía como pintor. 

Le atrajo el cine amateur, asumiendo tareas de guionista, director y actor. En 1964 cofundó el Equipo Sipe, responsable de cuatro cortometrajes: El Maletilla (1964), Obsesión (1965), La Historia del Arte (1968) y Sangre de Aceitunas (1985); reconocidos con sendos premios. Sintió gran afición al teatro: dirigió un montaje de La zapatera prodigiosa con enorme éxito y comandó el grupo «Almíbar Silvestre ». También mostró interés por el relato corto, como prueba: El niño tonto (1979), con el que ganó el concurso literario Gabriel Espinar. Confeccionó ilustraciones para libros, etiquetas de vinos, clichés y dibujos para artes gráficas. Realizó su primera exposición pictórica en Peñón de Alhucemas, durante su servicio militar.

      En 1976 abandonó su trabajo de oficinista para matricularse en la Escuela Superior de San Carlos (Universidad de Valencia), donde obtuvo la licenciatura en Bellas Artes (1981). Aunque sus óleos se caracterizan por un naturalismo tradicional de corte impresionista, su sentido de la investigación produjo los mejores resultados en las anilinas, que guardan cierto aire con el expresionismo de Ginés Parra.

      Su compromiso social le llevó a ocupar la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Huércal Overa (1983- 1987). A partir de 1986 se dedicó a la enseñanza como profesor de Dibujo en diversos institutos. Realizaba continuas escapadas al campo, en especial, a Santopétar, prototipo de su tierra y fuente de inspiración para su obra paisajística, centrada en los cortijos abandonados, que le convirtieron en uno de los artistas más cotizados de la escuela huercalense, con obras colgadas en países como Francia, Bélgica y EE.UU.; y objeto de diversos homenajes tras su fallecimiento

Si quieres ver su colección accede al siguiente enlace.

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