En pleno centro del pequeño municipio almeriense de Rioja, se alza la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, un templo que ha acompañado a generaciones de vecinos y que guarda entre sus muros siglos de historia.
Su origen se remonta a principios del siglo XVI, cuando los cristianos reconvirtieron una antigua mezquita en iglesia. De hecho, el campanario actual fue, en su día, el minarete musulmán del pueblo. Ese detalle convierte a la iglesia en un símbolo de continuidad entre culturas, uniendo pasado árabe y presente cristiano en un mismo edificio.
Durante la rebelión de los moriscos, muchas iglesias de la zona fueron destruidas… pero la de Rioja se salvó. Algunos historiadores creen que fue porque los habitantes musulmanes del lugar todavía la utilizaban como mezquita, lo que hizo que no la atacaran.
Con el paso de los siglos, el templo ha cambiado de aspecto varias veces. En 1956 se reconstruyó por completo y, más tarde, en 1969, volvió a ser reformado para darle el aspecto que hoy conocemos: sencillo, blanco y sereno, como buena parte de la arquitectura de esta zona del valle del Andarax.
En su interior, la protagonista es la Virgen del Rosario, patrona del pueblo y motivo de orgullo para los riojeños. Cada 7 de octubre, la imagen recorre las calles adornadas con flores y música, mientras los vecinos celebran una de las fiestas más queridas del municipio.
La iglesia no solo es un lugar de culto: es también un punto de encuentro, un refugio de calma y un pedacito de la historia viva de Rioja. Quien pasa por su puerta siente esa mezcla de antigüedad y cercanía que solo los templos con alma pueden transmitir.






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