Con la incorporación en 1489 a la Corona de Castilla, la población musulmana de Alcolea pasó a tener la condición de mudéjares y, tras el bautismo masivo de 1500, se convirtieron en moriscos o cristianos nuevos, a la vez que la mezquita era consagrada y convertida en templo cristiano.
Quemada por los moriscos en la rebelión de 1568, la carpintería fue rehecha, en la última década del siglo XVI, por Cristóbal de Espinosa y la madera cortada y aserrada por un grupo de franceses activos en la comarca de aquella época, entre los que destacan Lau y Antón de Rochaforte, además de Esteban Rodel.
A lo largo del siglo XVII se llevaron a cabo más obras y reparos, y en 1711 el albañil Joseph Merino trabajaba en la Iglesia de Alcolea, cuya obra tasó, un año más tarde, el maestro Manuel Risueño.
La ruina de la vieja mezquita o el deseo de un nuevo templo por parte de los cristianos viejos, dará lugar a la construcción de la iglesia a mediados del siglo XVI. Al igual que otros templos de las Alpujarras, y la primitiva Iglesia de Alcolea se levantó sobre una haza de tierra, que se pagó en 1558 a Pedro Baena. Entre 1558 y 1559, el cantero Pedro de Bonilla hizo la obra de cantería y mampostería, mientras que, fue tasada por el albañil Bartolomé de Villegas. El ladrillo y la teja fue suministrada por el morisco Rafael el Valorí y los ladrillos de rasilla por el teatro Lope de Baena. En la carpintería, que estuvo a cargo de Cristóbal de Ayllón, se utilizaron álamos cortados por Pedro de Yllanes y comprados a vecinos de Alcolea. Como obrero encargado de proveer los materiales y el pago a los maestros, actuó Fernando de Vega, cura de Alcolea, de toda esta información se deduce que este edificio sería una iglesia de una nave, con o sin capilla mayor diferenciada, muros levantados con cajones de mampostería entre cintas e hiladas de ladrillos, y posiblemente, sillares de cantería en los ángulos como refuerzo.

Recientemente, 1994/1995, con aportaciones económicas de todos los alcoleanos, se han llevado a cabo obras de reparación y rehabilitación en general, rehaciendo los tejados y la torre como se encontraba en 1922, según una fotografía de José María Moya, siendo una de las más airosas de la Alpujarra.
Interior
Fotos: Patrimonio Almeriense
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