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martes, 18 de agosto de 2020

Fundición San Francisco Javier

 La fundición San Francisco forma parte del conjunto patrimonial de industrias de transformación de mineral de plomo situadas en las estribaciones de la Sierra Almagrera hacia el mar denominado "Fábricas de fundición del Levante Almeriense". 

Tomando como eje la carretera de la Costa desde la pedanía de San Juan de los Terreros del municipio de Pulpí hacia Villaricos y Garrucha del municipio de Cuevas de Almanzora, se localizan las siguientes fundiciones: La Purísima Concepción (1840); Tarahal (1839), Contra viento y marea (1841-1880), Encarnación (1842),  La Atrevida (1849), La Auracana (1849), Nueva, La Invencible, Santa Ana, Dolores, La Esperanza, Carmelita, Tres Amigos (1847), San Francisco Javier, Madrileña, San Andrés, San Guillermo, San Ramón, San Jacinto, La Española. Este conjunto industrial de fundiciones se caracteriza, principalmente y a independencia del tamaño de la fábrica y del tipo de horno utilizado, por las largas galerías de condensación de humos y sus diferentes chimeneas, elementos que constituyen en la actualidad, el principal legado de la metalurgia en el levante almeriense. 

Los restos de la fundición San Francisco Javier se encuentran situados en la pedanía de Palomares Bajo en Cuevas de Almanzora en la calle Chimenea que toma el nombre del único resto que se conserva de esta fundición. 

Construida entorno al año 1847 por una sociedad madrileña presidida por el Duque de Riansares, sus restos se reducen a la chimenea principal, de sección circular. Nada se conserva de los tres hornos de calcinación, los cuatro hornos de manga y los tres hornos de copelar con los que contaba. 

La fundición fue conocida también como Javier o Huelin, nombre este último debido a su propietario, el industrial malagueño Guillermo Huelin.

Estuvo en uso, trabajando a gran ritmo hasta el año 1884. Tras un periodo de paro, volvió a tener actividad en 1887, cuando se hizo cargo de la misma una compañía inglesa que pretendía beneficiar las escombreras de Las Herrerías, aunque probablemente esta última etapa de trabajo sería muy breve.



lunes, 30 de marzo de 2020

Instalaciones Mineras de El Arteal

Las instalaciones mineras de El Arteal se encuentran situadas al pie de la vertiente occidental de Sierra Almagrera en la rambla de la que toman el nombre, a dos kilómetros al oeste del núcleo urbano de Herrerías.  

Este conjunto industrial está formado por las siguientes instalaciones:

     - El Desagüe de El Arteal (1894-1912)
     - Instalaciones mineras de la compañía Minas de Almagrera, S.A. (1945)

El Desagüe de El Arteal (1894-1912)

Se encuentra situado a la entrada del conjunto industrial, tras pasar entre dos edificaciones que dan entrada al complejo, a la izquierda del trazado. 

El desagüe estaba compuesto por un pozo de 120 metros de profundidad, con bombas instaladas en el fondo. Para que las aguas llegasen a las bombas, el desagüe contaba con una galería de 250 metros que, partiendo del mismo pozo se internaba en la Sierra en busca de los "soplados" o galerías por donde circulaba el agua. 

Junto a la boca de salida del desagüe, se localiza la nave principal de la central de transformación de Minas de Almagrera SA y la chimenea de las antiguas calderas que mantenían en funcionamiento las máquinas. Estas calderas se sustituyeron en una segunda etapa por un motor diesel de 500 HP. 

Instalaciones mineras de la compañía Minas de Almagrera S.A.

De las instalaciones construidas por la compañía Minas de Almagrera S.A destacan las siguientes:

   - Lavadero de flotación
   - Socavón de Santa Bárbara (1949)
   - Ferrocarril minero del socavón de Santa Bárbara
   - Edificios de duchas de los trabajadores
   - Poblado de trabajadores en el llano de El Arteal

La compañía Minas de Almagrera se centró en retomar el desagüe de la Sierra Almagrera. 
Con objeto de unir los distintos pozos de las minas de la sierra se construyó el socavón de Santa Bárbara (1949). Situado al este del conjunto minero de El Arteal, del socavón de Santa Bárbara se conserva la boca de entrada construida en mampostería de piedra con arco en piedra, cornisa recta y esquinas reforzadas con piedra. 

Junto al socavón de Santa Bárbara se localizan las duchas de trabajadores, dos edificios circulares construidos en hormigón armado, una de las piezas de mayor valor estético y tecnológico que han sobrevivido del conjunto. 

Al norte del conjunto, junto al antiguo desagüe, se sitúan los nuevos lavaderos de flotación de los que se conserva sus trazas generales. 

Al suroeste del conjunto, en el llano de El Arteal, se sitúa el poblado de trabajadores. Este poblado de vivienda colectiva en bloques de planta rectangular, alargados, de dos alturas y cubierta a dos aguas, contaba con un total de 20 bloques distribuidos en tres filas orientados en dirección NE-SO, escuelas y economato. Desataca la decoración de borde de los hastiales de cada uno de los bloques y el uso decorativo de las ranuras de ventilación de la cubierta. La misma decoración de borde de los hastiales ha sido repetida en el muro de cierre de planta baja de los patios traseros entre los distintos bloques. 

Datos Históricos

La Minería en la  Provincia De Almería

La extraordinaria riqueza mineral de la provincia ha propiciado una continuada explotación de sus recursos mineros a lo largo del tiempo, intensificándose de manera extraordinaria desde principios del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX.  

Las actividades mineras en la provincia de Almería pasaron por dos etapas diferenciadas*: 

Etapa 1 (1820-1890) Minería del Plomo. Localizada en las Alpujarras y la sierra de Gádor o Poniente almeriense.

Etapa 2 (1890-1930) Minería del Hierro. Sierra Almagrera o Levante almeriense.

Desde 1880 los nuevos centros productivos de Linares, Córdoba y Ciudad Real y el incremento de la capacidad productiva de la sierra de Cartagena-La Unión ganan posiciones a la minería almeriense. El final de la minería vendrá marcado por la crisis siderúrgica de los años 20, la crisis económica del año 1929 y la competencia norteafricana. 

ETAPA 1 (1820-1890) LA MINERÍA DEL PLOMO EN LA ALPUJARRA ALMERIENSE Y LA SIERRA DE GADOR. 

Las explotaciones de plomo se localizaron en las Alpujarras y en la sierra de Gádor con numerosas concesiones de reducido tamaño, gestionadas por improvisadas sociedades en manos de gente de la zona y con precarios medios de extracción y de transformación, como eran los tornos de mano y el horno reverbero español conocido como boliche. 

En la sierra de Gádor llegaron a trabajar unas 20.000 personas entre las minas, las fábricas y los arrieros. Muchos de estos trabajadores eran campesinos y jornaleros almerienses que complementaban sus escasas rentas o sus salarios con el trabajo temporal en las numerosas minas abiertas, primero, en esta sierra y, posteriormente, en la sierra Almagrera. 

La abundancia de mineral por superproducción provocó el desplome de los precios en los mercados internacionales y la ruina de muchas minas alemanas e inglesas. 

En 1836 comenzaron a agotarse las balsadas más accesibles y, al mismo tiempo, una bajada de los precios del mineral provocó la decadencia de estas explotaciones. 

ETAPA 2 (1890 - 1930) LA MINERÍA DE PLOMO DEL LEVANTE ALMERIENSE. SIERRA ALMAGRERA.

El agotamiento en el año 1838 de las minas de la sierra de Gádor coincidió con el descubrimiento del filón de plomo argentífero en el barranco del Jaroso en la Sierra Almagrera. Este descubrimiento supuso para Almería el cenit de un siglo caracterizado esencialmente por las actividades mineras y metalúrgicas. 

En ese momento se sucederán las explotaciones de plomo y de hierro en busca de un rápido beneficio que se despreocupaba por la racionalización de la explotación. 

Las instalaciones minero metalúrgicas del levante almeriense, siendo uno de los puntos neurálgicos de la minería y metalurgia mundiales a mediados del siglo XIX, se caracterizaban por un minifundismo que conllevaba una constante insolvencia financiera, el arrendamiento continuo de la explotación y la precariedad de medios técnicos, especialmente, a la hora de realizar conjuntamente el desagüe de la capa freática.

El proceso especulativo entre las numerosas sociedades mercantiles propietarias de las concesiones y las sociedades explotadoras, así como las múltiples compraventas de acciones generó interminables pleitos. Las ganancias no fueron generalizadas pero las obtenidas por algunas familias formaron las principales fortunas de la Almería del siglo XIX. Esta incipiente burguesía minera muy pronto pasaría a constituirse en burguesía agraria gracias a la disponibilidad de las tierras eclesiásticas y municipales desamortizadas. 

A finales del siglo XIX el aumento de la demanda británica provoca un espectacular y efímero desarrollo de la minería provincial con la construcción de nuevas instalaciones de carga, transporte y arrastre (infraestructuras ferroviarias, cables aéreos y embarcaderos). 


La Encantada

El yacimiento de La Encantada, en Almizaraque (Cuevas del Almanzora, en la carretera de Las Herrerías a Villaricos) es un sepulcro de cúpula que comparte algunas características constructivas y cierta contemporaneidad con manifestaciones megalíticas de otras partes de la península. Desgraciadamente, el túmulo está abandonado y en un proceso de deterioro.

José Latova - año 1982

Despoblado de Almizaraque

Yacimiento arqueológico ubicado en el término municipal de Cuevas del Almanzora  (Almería) que ocupa una pequeña elevación situada en la última terraza de la margen izquierda del Río Almanzora. Es dado a conocer por el ingeniero de Minas y Arquéologo de origen belga Luis Siret  , que lo excava a lo largo del primer tercio del siglo XX, ya que en esa época vive en las inmediaciones. Con posterioridad, en los años cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado se realizan intervenciones puntuales, mientras que a partir de 1985 se desarrolla una fase de investigación más sistemática por un equipo de arqueólogos de las universidades Complutense y de Valladolid, así como del Ministerio de Cultura.

Se trata de un asentamiento de tamaño medio de la Edad del Cobre, habitado entre finales del IV milenio y principios del II, constituido por cabañas circulares compuestas por un zócalo de piedra sobre el que se alzaba una pared de cañizo repellado de barro y se cubrían con un techo realizado con materias vegetales. Es de destacar la abundante presencia de silos en el interior de las cabañas. El poblado estaba defendido por una muralla con bastiones semicirculares, cuyo trazado completo se ignora. Estos rasgos urbanísticos y la tipología de los artefactos recuperados durante su excavación determinan que sea considerado un asentamiento destacado de la Cultura de Los Millares  . Su posición estratégica en la desembocadura del Río Almanzora, cerca de la antigua línea de costa, plantea la posibilidad de que el estuario de dicho río fuera navegable en aquella época. Entre los trabajos especializados documentados en este asentamiento se destaca la metalúrgica, que se ve favorecida por la cercanía de los filones cupríferos de la inmediata Sierra de Herrerías; la talla de puntas de flecha de sílex y la manufactura de ídolos de hueso. Estas actividades y su ubicación hacen de Almizaraque un yacimiento fundamental para la exploración de los inicios de la metalurgia en el sureste de la Península Ibérica y del desarrollo de la desigualdad social.


La mayor parte de los materiales arqueológicos recuperados en las primeras excavaciones se conservan, y algunos se exhiben, en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, destacando un conjunto de ídolos oculados realizados en hueso. En una colina situada en las proximidades del yacimiento se reconocen varias tumbas colectivas, entre las que sobresale, por su monumentalidad, un sepulcro de falsa cúpula, conocido como La Encantada, que constituían su necrópolis. Algunas de las sepulturas que integraban este cementerio se han destruido como consecuencia de las labores agrícolas efectuadas en la zona después de su descubrimiento. Y el mismo yacimiento se encuentra muy afectado por la intensidad y duración de las excavaciones realizadas en él.
[ José Andrés Afonso Marrero ]


Inventario


Fuente: www.andalupedia.es

domingo, 29 de marzo de 2020

Cueva de la Zájara

Sitio arqueológico localizado en un cerro a la izquierda del Río Almanzora. Se trata de un abrigo abierto en el conglomerado básico de las terrazas cuaternarias. 
Fue excavada por Siret y de sus materiales se desprende la temprana ocupación en el Paleolítico Medio. La cornisa del abrigo se desplomó y la documentación básica sigue siendo por tanto la de Siret. En base a ella, Vega Toscano posteriormente, estudió los materiales. 



miércoles, 5 de febrero de 2020

Necrópolis de Villaricos

El área de necrópolis se ha detectado al norte de los asentamientos fenicios y púnicos, contando con una amplia extensión espacial y cronológica, dado que las tumbas más antiguas se remontan al siglo VII a. C. y continúa este uso hasta época tardorromana y visigoda, adscribiéndose en principio la mayoría de estos enterramientos al período púnico, según las investigaciones realizadas. 

En cuanto a la tipología de la necrópolis,  se describieron inhumaciones e incineraciones. Entre las inhumaciones había en fosas rectangulares (simples; con dos cubetas rectangulares; con sección transversal escalonada y dos cubetas cuadrangulares; de sección transversal escalonada; con una cubeta cuadrangular; con cuatro pequeñas cubetas cuadrangulares; con sección transversal escalonada y una cubeta cuadrangular), Cistas, Hoyos y en Ánfora. En cuanto a las incineraciones, se localizaron con urna y sin urna, siendo los tipos de Hoyo, Fosa rectangular simple y doble fosa rectangular. 
Mención aparte merecen los Hipogeos, en general, están excavados en la roca al menos hasta cierta altura. Casi siempre levantan paredes de mampostería con enlucidos de yeso y pintura al interior. La superficie de las cámaras oscila entre los 10 y los 26 metros cuadrados y por los indicios de Siret y Flores, las cubiertas debían ser abovedadas. Las puertas tenían estructura y hoja de madera a veces reforzadas con losas de piedra. Bancos, nichos en las paredes, poyetes y fosas en el suelo, etc, son algunos de los elementos que se recogen  en plantas y alzados. Prácticamente todos los hipogeos estaban ya destruidos o violados cuando los excavó Siret. 





Se han registrado tumbas con ajuares muy ricos en cerámicas griegas áticas y metales preciosos, datados entre los siglos V y III a. C., que muestran el período de apogeo que experimentó la ciudad en estos momentos.

Otra área claramente diferenciada, que se conserva casi intacta, es la zona industrial dedicada a la factoría de salazones de pescado, actividad muy importante y que se desarrollaba en el borde costero. Los estudios indican que estuvo en funcionamiento desde finales del siglo I a.C. hasta el siglo IV d.C.

A partir del siglo IV la población empieza a replegarse localizándose su núcleo al norte de esta zona, en el Cerro Montroy, perdurando dicho poblamiento hasta el siglo VII y relacionándose con la presencia visigoda.




Datos Históricos

Las investigaciones de este sitio arqueológico comienzan ya en el siglo pasado, identificando las ruinas de Villaricos con la "antigua Baria", gracias al hallazgo de una inscripción romana del siglo III d. C. en la que la Respublica Bariense hace una dedicación al emperador Filipo. 

Los estudios de Siret y Astruc ofrecen una primera clasificación de los enterramientos de Villaricos en función de su tipología constructiva y el ritual funerario utilizado.  A partir de 1975 y hasta 1982, la Dra. Almagro reanuda las excavaciones en la necrópolis, siendo éstas publicadas en parte, lo que permite confirmar que una parte de la necrópolis, la situada en la colina más próxima a la ciudad púnica en dirección norte, se encuentra intacta. Se trata de 39 enterramientos de incineración tardíos, datables entre los siglos III a. C y I d. C. 

A partir de los trabajos de Siret, la investigación arqueológica había situado tradicionalmente a Baria como una de fundación cartaginesa dedicada a la explotación de las minas de las Herrerías y al comercio. Las recientes excavaciones de urgencia, así como la revisión de materiales arqueológicos procedentes de las antiguas excavaciones han puesto de manifiesto que, en realidad, Baria fue fundada en el siglo VIII a.C. como una colonia fenicia más dentro del amplio fenómeno colonizador registrado en el litoral del Sur peninsular y del Mediterráneo centro-occidental. 

Por su emplazamiento y patrón de asentamiento utilizado, similar al que se observa en todas las colonias fenicias del VIII a. C., Baria sería centro colonial desde el cual se dirigían una serie de actividades encaminadas a la explotación de los recursos agrícolas y mineros del Bajo Almanzora. Con la llamada "Crisis del siglo VI a. C." en el sistema colonial fenicio occidental, Baria pasaría a constituir una ciudad estado independiente, dotada con sus propias instituciones. Entre los siglos V y III a. C., la necrópolis bariense refleja el momento de apogeo experimentado por la ciudad, como lo demuestran los ajuares localizados en las tumbas. 

Con la llegada de los romanos a Hispania en el 218 a. C. durante la Segunda Guerra Púnica, Baria iba a sufrir un cierto declive. Gran parte de la ciudad fue destruida durante el asedio de Escipión, como pudo documentar Luís Siret en sus excavaciones. A raíz de ello, parte de la ciudad se trasladó a cotas más bajas junto al río Almanzora, en lo que actualmente se conoce como paraje de los Conteros. No sería hasta el último cuarto del siglo I d. C. cuando Baria se incorpora al Imperio romano, bajo la dinastía Flavia. Por último, en época tardorromana y bajo dominio Bizantino del Sureste peninsular en el siglo VI d.C., Baria siguió siendo un importante núcleo de población, ahora más replegada a las alturas del Cerro Montroy. En dicho cerro se han realizado en los últimos años excavaciones arqueológicas que se han centrado fundamentalmente en su sistema defensivo, cuyos datos unidos a las excavaciones realizadas por Siret  lo sitúan en época altomedieval, entre los siglos IV y VII d. C. Aunque la ocupación humana del cerro de Montroy podría relacionarse con la presencia visigoda en Hispania.



Fuente : Guiadigital

Fotos de : Emilio López

Torre La Atalaya

Torre vigía situada en la cresta de la Sierra Almagrera, dominando el mar y la desembocadura del Río Aguas. Construcción de origen musulmán transformada por los cristianos.

Su origen se remonta al año 955, cuando Abd-Rahman III concedió al núcleo de Almería la categoría de medina.
Fue declarada Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento .
Torre vigía situada en la cresta de la Sierra Almagrera, dominando el mar y la desembocadura del Río Aguas.


Fotos de Emilio López

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Cuevas-Silos Pago de Calgarín

Situadas en farallones de altura desigual, desde los 198 a 203 m absolutos, con ciento diez a ciento veinte metros de altura relativa, la ubicación de las numerosas cuevas se realiza desde los cuarenta y seis metros a los setenta y cuatro, siendo casi todas ellas inaccesibles, pues se haya la mayoría a quince o más metros sobre el piso inclinado de los derrubios. Son numerosísimas, alcanzando probablemente el centenar.

Frente al Cabezo de los Silos, donde hay presencia de restos medievales,en la Terrera Jarilla, se localiza otro conjunto, menor en importancia, compuesto de una treintena de cavidades, excavadas en un farallón de altura absoluta entre 111 y 136 metros .

Ambos de encuentran cerca del río Almanzora.


Fuente : Lorenzo Cara Barrionuevo y Mª Juana Rodriguez Lopez


sábado, 2 de noviembre de 2019

Accidente nuclear de Palomares

El accidente nuclear de Palomares fue un accidente nuclear ocurrido en la pedanía de Palomares, perteneciente al municipio español de Cuevas del Almanzora (Almería), el 17 de enero de 1966. En el contexto histórico de la Guerra Fría, dos aeronaves de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos [United States Air Force (USAF)], un avión cisterna y un bombardero estratégico B-52 colisionaron en vuelo en una maniobra de reabastecimiento de combustible. Esto provocó el desprendimiento y la caída de las cuatro bombas termonucleares que transportaba el B-52, así como la muerte de siete del total de los once tripulantes que sumaban ambas aeronaves.

El Accidente


En el accidente nuclear de Palomares se vieron implicados un bombardero estratégico B-52 y un avión nodriza KC-135 cargado con 110.000 litros de combustible, ambos de nacionalidad estadounidense. Los dos aviones colisionaron a 10.690 metros de altura sobre la costa mediterránea, en el cielo de la pequeña localidad española. El B-52 volvía de la frontera turco-soviética hacia la Base Aérea de Seymour Johnson en Goldsboro, Estados Unidos, y el KC-135 provenía de la base militar estadounidense de Morón. La maniobra era de rutina: los B-52 se reaprovisionaban de combustible a la ida, desde la base militar estadounidense de Zaragoza, y a la vuelta desde la de Morón.

Debido a un fallo en la maniobra de acoplamiento, ambas aeronaves colisionaron, se destruyeron y cayeron. Los cuatro tripulantes del KC-135 resultaron muertos, al igual que tres del B-52. Cuatro tripulantes del bombardero lograron eyectarse, pero el paracaídas de uno de ellos no se abrió. Otro miembro de la tripulación se lanzó a través de una escotilla abierta por una de las eyecciones, al contar el B-52 con sólo seis asientos eyectables.

El B-52 transportaba cuatro bombas termonucleares Mark 28 (modelo B28RI) de 1,5 megatones cada una, de 1,5 metros de largo por 0,5 metros de ancho, con un peso de 800 kg. Dos de ellas quedaron intactas, una en tierra (cerca de la desembocadura del río Almanzora) 


y la otra en el Mar Mediterráneo. Las otras cayeron sin paracaídas, una en un solar de la pedanía y la otra en una sierra cercana. Se produjo la detonación del explosivo convencional que contenían, lo que sumado al choque violento con el suelo, hizo que ambas bombas se rompieran en pedazos. Las tres que cayeron en tierra fueron localizadas en cuestión de horas, pero la que se precipitó al mar solo pudo ser recuperada 80 días después.


Como resultado de la explosión, se formó un aerosol, una nube de finas partículas compuesta por los óxidos de elementos transuránicos que formaban parte del núcleo de las bombas, más el tritio que se vaporizó al romperse el núcleo. Dicha nube fue dispersada por el viento y sus componentes se depositaron en una zona de 226 hectáreas de superficie que incluía monte bajo, campos de cultivo e incluso zonas urbanas. La contaminación resultante (principalmente por Plutonio-239, también Pu-240 y Americio-241) superó los 7400 Bq/m², con notables diferencias según el punto considerado, habiendo zonas con 117000 Bq/m², y hasta más de 37 millones de Bq/m² (saturaron los instrumentos de medida) cerca de los puntos de impacto.​ A finales de los años 1980, la contaminación residual era de 2500 a 3000 veces superior a la de las pruebas atómicas.

La reacción en cadena que desencadena la explosión nuclear no se produjo gracias al dispositivo o sistema que lo impide en caso de impactos, sistema aún mantenido bajo secreto.​

El vicepresidente del Gobierno, Agustín Muñoz Grandes,, ordenó al presidente de la Junta de Energía Nuclear, José María Otero Navascués, enviar al comandante del cuerpo de ingenieros aeronaúticos del Ejército del Aire, Guillermo Velarde, físico y experto en energía nuclear, para que comprobara los daños ocasionados. Velarde pudo examinar los restos de plutonio de las bombas termonucleares.

Repercusiones del accidente

El Gobierno no suministró protección de ninguna clase a los guardias civiles que participaron en la limpieza, protección que sí llevaba el personal estadounidense. El plutonio-239, utilizado en las armas nucleares, emite radiación alfa y tiene una vida media de 24.100 años. No se han realizado estudios epidemiológicos sobre enfermedades asociadas a la radiactividad y a la toxicidad química del plutonio ni a nivel local ni entre los guardias civiles que participaron en la limpieza. El Gobierno, bajo presión de su homólogo estadounidense, mantuvo secretos los informes de monitorización médica, hasta que finalmente los desclasificó en 1986. Aproximadamente el 29% de la población de Palomares presentaba trazas de plutonio radiactivo en su organismo. En la actualidad hay alguna urbanización turística por los alrededores, lo bastante cerca como para que los coches pasen levantando polvo que entra en el circuito del aire acondicionado, por ello el Consejo de Seguridad Nuclear ha prohibido la construcción en las zonas más afectadas. Aún hay zonas cercadas con vallas metálicas que se consideran contaminadas y están vigiladas por el CIEMAT. Las armas termonucleares también utilizan deuteriuro de litio. Tanto el Plutonio finamente dividido, como el deuteriuro de litio, parece ser que son pirofóricos, así pues la explosión que acompañó la caída de las bombas podría ser debida a una reacción exotérmica (química) de los combustibles nucleares. 

Palomares es el accidente Broken Arrow (pérdida total de armas nucleares) más grave de la historia que se conoce. Ya en 1961 había ocurrido otro Broken Arrow en Carolina del Norte, en este caso con dos bombas de uranio.​ 

Tras el accidente, el Gobierno y su homólogo estadounidense iniciaron una campaña intentando demostrar la inexistencia de contaminación nuclear en la zona. El elemento más recordado de dicha campaña fue el baño conjunto que se dieron el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, y el embajador de Estados Unidos en España, Angier Biddle Duke, en la playa de Quitapellejos, en Palomares.


Existían en la zona del incidente rumores que hablan que cuando el ministro Manuel Fraga y el embajador estadounidense acudieron a darse el famoso baño, éste no se produjo en las playas de la zona accidentada (Palomares), sino en Mojácar (a 15 kilómetros, aproximadamente, del lugar del accidente), frente al Parador Nacional de esta localidad.. La realidad más aceptada hoy día, no obstante, es que se realizaron dos baños, el primero, efectivamente en Mojácar, en el que solamente se bañó el embajador estadounidense y alguno de sus acompañantes y un segundo baño, ya en la playa de Quitapellejos en Palomares, donde de nuevo el embajador se bañó acompañado por el ministro.

50 años después

Frank B. Thompson es un músico de 72 años y tiene cáncer en el hígado, en un pulmón y en uno de sus riñones. Cuando tenía 22 años trabajó varios días en los campos españoles contaminados sin ningún equipo de protección más que la confianza en la palabra de sus supervisores. «Nos dijeron que era seguro, y fuimos lo suficientemente tontos, supongo, para creer en ellos», explica el hombre. Hoy en día Thompson paga más de 2 mil dólares por mes para tratar de hacer retroceder el cáncer, algo que le sería totalmente gratis si fuese reconocido como una víctima de la radiación por parte de la Fuerza Aérea estadounidense. Sin embargo, el organismo militar ha declarado varias veces que no hubo radiación dañina rodeando a los trabajadores, postura que han mantenido por más de cinco décadas.

Según la Fuerza Aérea, el peligro fue mínimo y los más de 1500 trabajadores que ayudaron a limpiar la zona estaban protegidos, algo que las experiencias de Thompson y otros veteranos parecen desmentir. Además, varios documentos desclasificados en Estados Unidos en el correr de los años han desvelado que los niveles de radiación eran los suficientemente altos como para poner en riesgo la salud de los que permanecieran en el lugar severamente. Según documenta The New York Times, los resultados de las pruebas de radiación han sido mantenidos lejos de los historiales clínicos de aquellos que trabajaron en Palomares, muchos de los cuales se encuentran enfrentando de forma crítica los efectos de la intoxicación con Plutonio. Los planes de limpieza de Estados Unidos y España se han ido sucediendo durante los años posteriores al accidente con resultados disimiles. Se calcula que una quinta parte del plutonio que se esparció en 1966 todavía contamina la zona de Palomares.


Fuente : Wikipedia

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