Tradicionalmente, el recurso económico fundamental ha sido la agricultura como el resto de los municipios del valle, pero la singularidad de Alhabia está en su tradición cerámica, que la diferencia de los demás. Esta tradición se remonta a la época árabe, manteniéndose a lo largo del tiempo y convirtiéndose en una pequeña industria actualmente.
El diseño de los hornos se perfeccionó con la llegada de los musulmanes a la Peninsula gracias al desarrollo de la cerámica y la minería en esta época. La cerámica vive un periodo de esplendor y en ese momento se asientan las características que definen la cerámica de Alhabia y que han pervivido hasta nuestros dias adaptándose a las nuevas técnicas. En la actualidad el empleo del horno tradicional es cada vez más escaso.
Los hornos morunos se encontraban en el Barrio de las Alfarerías, donde se instalaban los alfareros. Estos hornos tradicionales tenían forma troncopiramidal y con la particularidad de estar excavados en el cerro, a diferencia de los conservados en otras localidades. Se dividian en dos zonas: la caldera y la cámara, ésta estaba rematada por una bóveda de medio cañón que comunicada al exterior por las brameras, aberturas utilizadas para regular el proceso de cocción. Las piezas (cántaros, macetas, lebrillos, tinajas, fuentes, orzas...) eran cocidas alrededor de seis horas a una temperatura de unos 900 °C. Para evitar que se adhirieran unas a otras en el interior abarrotado de diferentes piezas, se colocaban entre cada dos piezas unos soportes denominados trébedes, que dejaban una triple muesca, delatora de la autenticidad de una cerámica ejecutada con la técnica más antigua heredada de los árabes..
La cámara está completamente enterrada y sólo se aprecia parte de la bóveda y de los laterales. Anexo al Horno se encuentra una cueva que posiblemente serviría para el acopio de este.
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