martes, 5 de noviembre de 2019

Era Nueva

Era empedrada con losas de micaesquito y cantos rodados. Situada a la entrada del pueblo.








Fotos: David Téllez

Lavadero de Bayarcal

Bajo el antiguo puente del Camino Real se encuentra el lavadero de Fuente Jiménez, reconvertido en área de descanso. Este lavadero fue uno de los puntos más importantes en el s. XX, donde las mujeres hacían vida social mientras frotaban la ropa.

Conjunto de dos fuentes nacimientos de dos caños, cada una con sus respectivos pilares, que surten agua a dos lavaderos adyacentes.
Los lavaderos se sitúan bajo el ojo de un puente, enmarcado por dos arcos de medio punto realizado en mampostería.




Fotos: David Téllez

Era del Nacimiento

Era de medianas dimensiones situada en el paraje del Nacimiento, en la finca el Cortijillo. Bayarcal.






Fotos: David Téllez

sábado, 2 de noviembre de 2019

Cortijo de Cuatro Torres

Este imponente cortijo está dominado por la presencia de sus cuatro torres en las esquinas, que le otorgan el aspecto de fortaleza. El conjunto muestra en su fachada elementos de representación urbana, tal como muestra la distribución ordenada simétrica de puertas, ventanas y balcones, y un gusto historicista en su diseño con la disposición de impostas y cadenas resaltadas en los sillares de las esquinas. Junto al edificio sobresalen una chimenea de ladrillo y una caseta, relacionados con el almacén de piensos allí instalado en la posguerra. Sin embargo su uso ha sido diverso, y durante la Guerra Civil fue cárcel y hospital, después a distintos usos mercantiles.


El edificio es una singular construcción de planta cuadrada, con dos alturas, patio central, cubiertas planas y muros blanqueados, que presenta una ordenada distribución de grandes vanos, puertas, ventanales y balcones. Está jalonado por cuatro torres, rasgo del que deriva su denominación, en oposición al cortijo llamado de la Torre, también en Gádor, y al de las Torres o Dos Torres, en el municipio vecino de Benahadux. Dada la notable envergadura de la edificación, además de una vivienda de porte residencial para los propietarios, alojaba viviendas para el servicio, cámaras y almacenes. En sus rasgos formales, se adscribe a la arquitectura de inspiración urbana e historicista de finales del XIX y principios del XX, mostrando impostas y cadenas resaltadas de sillares en los esquinazos, fórmula muy habitual en las construcciones más cuidadas de las vegas del sur de Almería.

Junto al flanco oriental del núcleo principal sobresalen una chimenea de ladrillo cilíndrica y una caseta, relacionadas con la fábrica de piensos. Hacia el sur se han añadido naves modernas de almacenamiento y muelles para la carga y descarga de productos lácteos. Al exterior de la cancela de acceso al recinto se dispone un cortijo de aparceros o trabajadores, de una planta y cubiertas planas, muy deteriorado, cuyos tonos ocres contrastan con el persistente encalado del conjunto de las Cuatro Torres.





Fotos: David Téllez

Accidente nuclear de Palomares

El accidente nuclear de Palomares fue un accidente nuclear ocurrido en la pedanía de Palomares, perteneciente al municipio español de Cuevas del Almanzora (Almería), el 17 de enero de 1966. En el contexto histórico de la Guerra Fría, dos aeronaves de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos [United States Air Force (USAF)], un avión cisterna y un bombardero estratégico B-52 colisionaron en vuelo en una maniobra de reabastecimiento de combustible. Esto provocó el desprendimiento y la caída de las cuatro bombas termonucleares que transportaba el B-52, así como la muerte de siete del total de los once tripulantes que sumaban ambas aeronaves.

El Accidente

En el accidente nuclear de Palomares se vieron implicados un bombardero estratégico B-52 y un avión nodriza KC-135 cargado con 110.000 litros de combustible, ambos de nacionalidad estadounidense. Los dos aviones colisionaron a 10.690 metros de altura sobre la costa mediterránea, en el cielo de la pequeña localidad española. El B-52 volvía de la frontera turco-soviética hacia la Base Aérea de Seymour Johnson en Goldsboro, Estados Unidos, y el KC-135 provenía de la base militar estadounidense de Morón. La maniobra era de rutina: los B-52 se reaprovisionaban de combustible a la ida, desde la base militar estadounidense de Zaragoza, y a la vuelta desde la de Morón.

Debido a un fallo en la maniobra de acoplamiento, ambas aeronaves colisionaron, se destruyeron y cayeron. Los cuatro tripulantes del KC-135 resultaron muertos, al igual que tres del B-52. Cuatro tripulantes del bombardero lograron eyectarse, pero el paracaídas de uno de ellos no se abrió. Otro miembro de la tripulación se lanzó a través de una escotilla abierta por una de las eyecciones, al contar el B-52 con sólo seis asientos eyectables.

El B-52 transportaba cuatro bombas termonucleares Mark 28 (modelo B28RI) de 1,5 megatones cada una, de 1,5 metros de largo por 0,5 metros de ancho, con un peso de 800 kg. Dos de ellas quedaron intactas, una en tierra (cerca de la desembocadura del río Almanzora) 


y la otra en el Mar Mediterráneo. Las otras cayeron sin paracaídas, una en un solar de la pedanía y la otra en una sierra cercana. Se produjo la detonación del explosivo convencional que contenían, lo que sumado al choque violento con el suelo, hizo que ambas bombas se rompieran en pedazos. Las tres que cayeron en tierra fueron localizadas en cuestión de horas, pero la que se precipitó al mar solo pudo ser recuperada 80 días después.


Como resultado de la explosión, se formó un aerosol, una nube de finas partículas compuesta por los óxidos de elementos transuránicos que formaban parte del núcleo de las bombas, más el tritio que se vaporizó al romperse el núcleo. Dicha nube fue dispersada por el viento y sus componentes se depositaron en una zona de 226 hectáreas de superficie que incluía monte bajo, campos de cultivo e incluso zonas urbanas. La contaminación resultante (principalmente por Plutonio-239, también Pu-240 y Americio-241) superó los 7400 Bq/m², con notables diferencias según el punto considerado, habiendo zonas con 117000 Bq/m², y hasta más de 37 millones de Bq/m² (saturaron los instrumentos de medida) cerca de los puntos de impacto.​ A finales de los años 1980, la contaminación residual era de 2500 a 3000 veces superior a la de las pruebas atómicas.

La reacción en cadena que desencadena la explosión nuclear no se produjo gracias al dispositivo o sistema que lo impide en caso de impactos, sistema aún mantenido bajo secreto.​

El vicepresidente del Gobierno, Agustín Muñoz Grandes,, ordenó al presidente de la Junta de Energía Nuclear, José María Otero Navascués, enviar al comandante del cuerpo de ingenieros aeronaúticos del Ejército del Aire, Guillermo Velarde, físico y experto en energía nuclear, para que comprobara los daños ocasionados. Velarde pudo examinar los restos de plutonio de las bombas termonucleares.

Repercusiones del accidente

El Gobierno no suministró protección de ninguna clase a los guardias civiles que participaron en la limpieza, protección que sí llevaba el personal estadounidense. El plutonio-239, utilizado en las armas nucleares, emite radiación alfa y tiene una vida media de 24.100 años. No se han realizado estudios epidemiológicos sobre enfermedades asociadas a la radiactividad y a la toxicidad química del plutonio ni a nivel local ni entre los guardias civiles que participaron en la limpieza. El Gobierno, bajo presión de su homólogo estadounidense, mantuvo secretos los informes de monitorización médica, hasta que finalmente los desclasificó en 1986. Aproximadamente el 29% de la población de Palomares presentaba trazas de plutonio radiactivo en su organismo. En la actualidad hay alguna urbanización turística por los alrededores, lo bastante cerca como para que los coches pasen levantando polvo que entra en el circuito del aire acondicionado, por ello el Consejo de Seguridad Nuclear ha prohibido la construcción en las zonas más afectadas. Aún hay zonas cercadas con vallas metálicas que se consideran contaminadas y están vigiladas por el CIEMAT. Las armas termonucleares también utilizan deuteriuro de litio. Tanto el Plutonio finamente dividido, como el deuteriuro de litio, parece ser que son pirofóricos, así pues la explosión que acompañó la caída de las bombas podría ser debida a una reacción exotérmica (química) de los combustibles nucleares. 

Palomares es el accidente Broken Arrow (pérdida total de armas nucleares) más grave de la historia que se conoce. Ya en 1961 había ocurrido otro Broken Arrow en Carolina del Norte, en este caso con dos bombas de uranio.​ 

Tras el accidente, el Gobierno y su homólogo estadounidense iniciaron una campaña intentando demostrar la inexistencia de contaminación nuclear en la zona. El elemento más recordado de dicha campaña fue el baño conjunto que se dieron el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, y el embajador de Estados Unidos en España, Angier Biddle Duke, en la playa de Quitapellejos, en Palomares.


Existían en la zona del incidente rumores que hablan que cuando el ministro Manuel Fraga y el embajador estadounidense acudieron a darse el famoso baño, éste no se produjo en las playas de la zona accidentada (Palomares), sino en Mojácar (a 15 kilómetros, aproximadamente, del lugar del accidente), frente al Parador Nacional de esta localidad.. La realidad más aceptada hoy día, no obstante, es que se realizaron dos baños, el primero, efectivamente en Mojácar, en el que solamente se bañó el embajador estadounidense y alguno de sus acompañantes y un segundo baño, ya en la playa de Quitapellejos en Palomares, donde de nuevo el embajador se bañó acompañado por el ministro.

50 años después

Frank B. Thompson es un músico de 72 años y tiene cáncer en el hígado, en un pulmón y en uno de sus riñones. Cuando tenía 22 años trabajó varios días en los campos españoles contaminados sin ningún equipo de protección más que la confianza en la palabra de sus supervisores. «Nos dijeron que era seguro, y fuimos lo suficientemente tontos, supongo, para creer en ellos», explica el hombre. Hoy en día Thompson paga más de 2 mil dólares por mes para tratar de hacer retroceder el cáncer, algo que le sería totalmente gratis si fuese reconocido como una víctima de la radiación por parte de la Fuerza Aérea estadounidense. Sin embargo, el organismo militar ha declarado varias veces que no hubo radiación dañina rodeando a los trabajadores, postura que han mantenido por más de cinco décadas.

Según la Fuerza Aérea, el peligro fue mínimo y los más de 1500 trabajadores que ayudaron a limpiar la zona estaban protegidos, algo que las experiencias de Thompson y otros veteranos parecen desmentir. Además, varios documentos desclasificados en Estados Unidos en el correr de los años han desvelado que los niveles de radiación eran los suficientemente altos como para poner en riesgo la salud de los que permanecieran en el lugar severamente. Según documenta The New York Times, los resultados de las pruebas de radiación han sido mantenidos lejos de los historiales clínicos de aquellos que trabajaron en Palomares, muchos de los cuales se encuentran enfrentando de forma crítica los efectos de la intoxicación con Plutonio. Los planes de limpieza de Estados Unidos y España se han ido sucediendo durante los años posteriores al accidente con resultados disimiles. Se calcula que una quinta parte del plutonio que se esparció en 1966 todavía contamina la zona de Palomares.


Fuente : Wikipedia

Necrópolis Megalítica de Gádor

La Necrópolis Megalítica de Gádor está formada, fundamentalmente, por enterramientos megalíticos u ortostáticos que constan de una cámara central de forma poligonal, construida con grandes piedras dispuestas verticalmente (ortostatos), y disponen de una cubierta plana realizada mediante losas de piedra. También se documenta en algunas de estas estructuras, un corredor de acceso orientado de noroeste a sureste, que comunica la cámara con el exterior, y por último, en líneas generales, las tumbas se cubren con un túmulo de piedras y tierra. 
Formando parte de esta necrópolis también se ha podido identificar un tholos o tumba de falsa cúpula, cuya planta es similar a la de los megalitos con corredor, si bien hay diferencias en cuanto a tamaño y técnicas constructivas, pues normalmente los tholoi tienen una cámara y túmulo mayor que los megalitos. La diferencia más significativa radica en la cubierta, conseguida por aproximación de hiladas. Otro tipo de tumbas localizadas se adscriben a la tipología de enterramientos en covacha, aunque sólo se han podido detectar dos.  
La Necrópolis Megalítica de Gádor pertenece a la Edad del Cobre, período en el que la población tiende a concentrarse en el estuario del Andarax, apareciendo los asentamientos centrales cerca de las zonas con mayores recursos, que pasan a controlar. La limitación de tierras de cultivo en el sureste, los procesos de acumulación de riqueza pecuaria y la concentración de fuerza de trabajo en algunos asentamientos, que facilitaba la capacidad de movilizar grandes contingentes en determinadas actividades, condujo a procesos de desigualdad dentro y entre los poblados, enmascarados mediante el desarrollo de una ideología sacralizada, que tendrá como máximo exponente la monumental necrópolis de Los Millares. 
Con la especialización de algunos centros en determinados recursos no subsistenciales (minería), la aparición de poblados agrícolas dependientes y tributarios, así como el control de los bienes de prestigio, se consolida la desigualdad social y el acceso restringido a las elites del poder y la riqueza. En este contexto, en el que parte de la población seguía desplazándose esporádicamente con los rebaños, las tumbas colectivas adquieren tres funciones principales: expresión de la cohesión social, definidores de las desigualdades entre linajes y entre los asentamientos, y demarcadores de los territorios usados para la explotación subsistencial (tierras agrícolas y zonas de pastos).
En este caso, las tumbas se extienden por una amplia superficie dando lugar a lo que se denomina necrópolis dispersa, por la gran distancia que existe entre los enterramientos. Estas construcciones ocupan normalmente lugares estratégicos en torno a las vías naturales de comunicación, dando lugar de este modo a necrópolis muy extensas. 

La Necrópolis Megalítica de Gádor está formada por un gran número de tumbas de distinta tipología que se agrupan en las siguientes unidades:

1. Cerro de Las Yeguas: donde consta un solo enterramiento. 
2. Coto de Don Diego: formado por cuatro enterramientos. 
3. Rambla de Las Balsas: se documentan dos enterramientos. 
4. Llanos de Retamar: esta unidad agrupa ocho tumbas. 
5. Tajos Coloraos: se compone de seis enterramientos. 
6. Collado Ceporro I: se registra un megalito.
7. Jacalgarín: esta unidad tiene cuatro enterramientos.



8. Collado Ceporro II: se documenta un enterramiento. 
9. Cuesta del Rayo: consta de dos megalitos. 
10. La Corraliza: se agrupa un total de cinco enterramientos. 
11. Llanos de Regina: se trata de una de las unidades con más megalitos, con un total de doce. 
12. Rambla de Ciscarejo: se compone de tres enterramientos, dos de ellos en covachas. 
13. Gádor: con dos enterramientos.
14. Rambla de Jalbos I: un enterramiento.
15. Marchal de Araoz: un enterramiento.
16. Rambla de Jalbos II: dos megalitos. 
17. Loma de Los Mudos I: consta de dos estructuras megalíticas. 
18. Loma de Los Mudos II: formado por doce enterramientos.
19. Rambla de Las Pocitas: un enterramiento.


Fuente: Guiadigital

viernes, 25 de octubre de 2019

Nido la Chanca

Antiguo nido de Costa de la Guerra Civil Española (1936-1939) utilizada para la vigilancia de la línea de costa.



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