Enclave romano que, dada la persistente especulación constructiva del área donde se sitúa, ha quedado reducido a una pequeña zona que no supera los 100 metros cuadrados, ya que el resto ha sido, poco a poco, construido.
Unas obras de construcción motivaron la excavación de urgencia de 1984 y la primera delimitación de la zona arqueológica. Ante la amenaza de la invasión urbanística, la Delegación de Cultura decide abrir expediente para su declaración como B.I.C. Un año después se paralizaron unas obras que afectaban al yacimiento y se realizó una excavación de urgencia con objeto de realizar la delimitación precisa y definitiva de la zona arqueológica, la cual se incorporó al expediente de declaración de B.I.C.
Actualmente presenta un lamentable estado por el vertido de basuras y escombros. Una limpieza no controlada podría conllevar un fatal desmonte del terreno.
Una excavación realizada en el año 2003 confirma los indicios aportados por excavaciones anteriores: la existencia de un alfar, documentado por la excavación de 6 hornos, dos de los cuales se hallan en un excelente estado de conservación, así como por el hallazgo de parte de las producciones fabricadas en este complejo artesanal.
La Rumina está estrechamente vinculada a la cercana villa de la Rambla de Los Terreros, pequeño asentamiento rural altoimperial que se abasteció de buena parte de su cerámica doméstica con las producciones del alfar, algunas de las cuales tiene similitudes con la cerámica fabrica en otros talleres .
Es posible que otros asentamientos cercanos se abastecerían también de La Rumina, sin embargo las escasas intervenciones arqueológicas realizadas no permite ahondar más en la investigación sobre la distribución de las cerámicas de La Rumina.
Los trabajos en La Rumina ha arrojado nuevos datos que confirman los aportados por la excavación de otros alfares: el funcionamiento en batería de los hornos, la existencia de un área común de trabajo o los vertederos próximos a los hornos.
Otro aspecto a tener en cuenta es la inserción de La Rumina en las principales rutas comerciales que conectaban la Bética con otras provincias del Imperio Romano, confirmado por el hallazgo de dos producciones cerámicas diferentes: recipientes anfóricos, pertenecientes a Dressel 2, y sobre todo de Dressel 7-11 y de las ánforas olearias béticas, Dressel 20, y sigillatas, especialmente producciones itálicas y sudgalicas.