La iglesia, de estilo renacentista comenzó a construirse en 1501, en los terrenos que cedió la Corona y donde estaba situada una antigua mezquita. Era de planta rectangular con una nave central y dos laterales, la fachada tenía dos torres desiguales laterales.
Fue incendiada en la sublevación de los moriscos de 1568 quedando seriamente dañada y reconstruida. En su interior, la capilla mayor estaba separada de la nave central por una reja de forja, en las naves laterales existían buen número de capillas, dedicadas a diversas advocaciones, en ellas tuvieron enterramiento las familias hidalgas y los miembros de las hermandades de la ciudad. A mediados del siglo XVIII la iglesia estaba en tan mal estado que, el cuatro de septiembre de 1763 se hundió la nave. Para la nueva iglesia se amplió el solar con la adquisición de otros, pertenecientes a Pedro Andrés de la Hoya. A cambio se le cedió una capilla dentro de la iglesia.
La nueva iglesia se le encargó a Ventura Rodríguez pero, poco duró ya que en el terremoto de 1804 esta quedó nuevamente destruida. Incluso se perdió el lignum crucis que poseía (como muy bien nos lo cuenta nuestro amigo Alberto Cerezuela en su libro Enigmas y leyendas de Almería). Tardó mucho tiempo en ser construida, tras arruinarse la anterior en el terremoto de 1804. A consecuencia de los temblores se desplomó la iglesia y el culto se trasladó, en un principio, al panteón. Las gestiones para reedificar la iglesia no fructifican hasta 1826, cuando se llega a un acuerdo entre el Estado y el Arzobispado para costear a medias la obra. Las repetidas solicitudes de ayuda del Ayuntamiento y el párroco dieron sus frutos, a cambio, el vecindari se comprometió a costear parte de las obras, que estaban dirigidas por el arquitecto José Contreras. En 1857 estaba totalmente cubierta, sin embargo, la aparición de grietas en los muros y bóvedas dio lugar a la intervención de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que nombró a Narciso Colomer para reconocer el estado de la obra. Este arquitecto propuso demoler una tercera parte de la nave central con objeto de salvar las laterales. Al año siguiente comenzaron las obras, que estuvieron dirigidas por el arquitecto Tomás Aranguren. De nuevo, en 1879, el maestro de obras Enrique Juan José informa de la presencia de grietas en las bóvedas, arcos y contrafuertes que había utilizado Colomer para reforzar los muros. La solución adoptada fue el atirantamiento transversal de las bóvedas.
La iglesia costó casi dos millones de reales y sesenta y cinco años de obras. Su edificación había supuesto un ingente esfuerzo económico para la población.(Siglo XIX). Su volumen domina en altura la Plaza de la Constitución y la trama urbana, añadiendo la novedad del diseño neoclásico frente al habitual mudéjar en la arquitectura religiosa alpujarreña. La antigua mezquita fue consagrada como iglesia en 1500, remodelándose totalmente treinta años después. Siguiendo el modelo de la basílica de Ntra. Sra de las Angustias de Granada, se levantó un nuevo y mayor templo a partir de 1763, iglesia tan dañada por el terremoto de 1804 que hubo que derribarla.Pero las obras del nuevo templo se retrasaron hasta 1831, y en 1857 estaba totalmente cubierta. Pero la aparición de grietas en muros y bóvedas obligó a demoler parte de lo construido. En 1879 nuevas grietas obligaron al atirantamiento transversal de la bóveda y el aligeramiento del tejado.
El proyecto ejecutado corresponde a un neoclasicismo muy tardío para el momento, visible claramente en la composición de la fachada, muy similar al proyecto de Juan Antonio Munar para la iglesia de San Pedro de Almería. Presenta un cuerpo central entre torres campanario, esquema de origen medieval revalorizado durante el neoclasicismo más puramente academicista: simetría, preocupación por las proporciones, y resalto del cuerpo central mediante un frontón triangular en la segunda planta sobre un pórtico inferior de columnas.
El interior presenta una planta basilical de tres naves, separadas por grandes columnas toscanas de piedra de la desaparecida cantera de Buenavista, y cubierta mediante bóveda de cañón la central, y vaída las laterales. La cabecera muestra un ábside cubierto con una bóveda de cuarto de esfera.
Perduran algunos retablos, como el San José, en mármol negro de Balsaplata y costeado por la familia Joya. También destacan los gemelos de la Inmaculada y el Sagrado Corazón de Jesús, de Domingo Sánchez Mesa. En el altar mayor encontramos San Tesifón, patrón de la localidad.
Fotos: David Téllez