El Recinto Amurallado de Huércal la Vieja
Fue construido por los musulmanes sobre un asentamiento de época romana.
La villa de Huércal-Overa, perteneciente a la Mancomunidad de Municipios del Levante Almeriense, estuvo encuadrada en el centro de la región cultural de la Bastetania, en el cruce de caminos que forman el corredor del Mediterráneo y la cuenca del Bajo Almanzora. Tuvo desde época prehistórica, desde la metalúrgica época argárica, la misión de poner en contacto a los hombres del inclemente sureste peninsular con los labriegos de las fértiles vegas grana-dinas. Además, la riqueza minera de sus cordilleras circundantes provocó que fenicios, griegos y cartagineses se asentaran en el litoral. Y que los últimos, que llegaron a controlar la explotación y comercialización de los minerales, utilizaran nuestra comarca como plataforma para proyectar su ansiada hegemonía en la orilla norte mediterránea, en conflicto con Roma. La cercanía a puntos costeros de la importancia de Cartago Nova (Cartagena) o Baria (Villa-ricos) hizo que esta tierra se convirtiera en parte del tablero donde se dirimía el futuro del Mediterráneo y de la Península Ibérica: la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.). Cartagineses y romanos ensangrentaron su suelo y aquí, entre la realidad y la leyenda, se asentó desde tiempo inmemorial la tradición que sitúa la muerte del general romano Cneo Cornelio Escipión, tras ser derrotado en la Batalla de Ilorci (211 a. C.), en la cumbre del Cabezo de la Jara (Cueva de Escipión). Después de la definitiva victoria romana, el solar que con el tiempo formaría el término de Huércal-Overa, pasa a depender de la Provincia Tarraconense en su mayor parte, que desde el norte llega hasta el río Almanzora, quedando lo que resta en la Bética. Desde este momento, el Almanzora se convertirá en frontera entre entidades sólidamente delimitadas: bizantinos y visigodos, visigodos y musulmanes, musulmanes y cristianos. Las tensiones lógicas producidas por este emplazamiento darán lugar a un territorio fuertemente fortificado. Se desarrollará entonces una sociedad de hombres libres, belicosos, emprendedores, es decir, una sociedad típicamente de frontera. Son señaladas reliquias de esta etapa la fortaleza de Huércal la Vieja, de origen remoto; la Casa-Fuerte de Overa (Santa Bárbara), y el Castillo de Huércal, con su gran Torre, principal vestigio y símbolo de la villa mil veces reproducido y fotografiado. A partir de su conquista cristiana de 1488, Huércal, que sólo había sido una encastillada guarnición militar islámica, y Overa, su centro abastecedor más cercano, se unirán para siempre en una sola entidad, bajo jurisdicción de Lorca. Fueron los lorquinos los que más se distinguieron entre los cristianos en las luchas fronterizas, obteniendo de los Reyes Católicos el dominio sobre las dos villas en detrimento de Vera. Los veratenses, por su parte, anhelaron desde el primer momento el disfrute de la vega huercalense, el Campo de Huércal, territorio privilegiado para la agricultura y la ganadería. Manifestaban que siempre había pertenecido a su taha (distrito), aunque admitían la propiedad lorquina de los dos núcleos importantes. El largo pleito entre Lorca y Vera por la posesión del Campo de Huércal comenzó en 1511 y posteriormente se dilató en las disputas legales entre estos y una Huércal-Overa ya independiente. Pero la desaparición del Reino musulmán de Granada no trajo la tranquilidad. La zona fue a partir de entonces un hervidero de revueltas moriscas, azuzadas por las incursiones de los piratas berberiscos, que aprovechaban la vía natural del Río Almanzora para sus saqueos. En 1568 se produce la Rebelión de las Alpujarras, encabezada por Aben Humeya, que levanta a los pueblos de la comarca. Entonces Huércal y Overa se despueblan al convertirse su suelo en campo de batalla de la guerra entre los alzados y las tropas del rey, capitaneadas sucesivamente por el marqués de Mondéjar, el marqués de los Vélez y don Juan de Austria. La definitiva expulsión de los moriscos (1572) y el freno a las incursiones norteafricanas provocó que los repobladores se pudieran asentar definitivamente en el valle, donde se encontraban las fuentes de agua (Balsas de Arriba y Abajo, y Fuente del Caño). La paz trajo consigo la expansión demográfica y con ella el desarrollo agrícola y comercial. Esta nueva situación llevó a los huercalenses a defender, con tesón y energía, la integridad territorial de su jurisdicción de las apetencias de Vera y Lorca. Los sufridos huercalenses comprendieron que la mejor forma de mantener sus fueros y privilegios era conseguir la independencia del concejo lorquino. Fue el 3 de marzo de 1668 cuando Huércal y Overa, con la denominación común de Huércal-Overa y mediante escrito de compra a la Real Hacienda, que pagaron los propios vecinos de su patrimonio, se emanciparon de Lorca y se convirtieron en villa con jurisdicción civil y criminal.
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Texto.- Ayuntamiento y Autores
Fotos de: David Téllez y Joaquín Berenguel.