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lunes, 6 de diciembre de 2021

El Tren de la Muerte que Franco Ocultó

Se cumplen 70 años de una de las peores tragedias ferroviarias de España.


Era noche cerrada en la estación de Gérgal, en las faldas de la sierra de los Filabres, en Almería, cuando el silbato rompió la calma. Pasaban 59 minutos de la medianoche y el jefe de estación había solicitado vía franca al de Fuente Santa. Poco después ordenaba la salida del tren correo 1.802. La cornetilla del jefe del convoy anunció su conformidad y la máquina, una locomotora 240 de Renfe conocida como el Mastodonte, comenzó a chirriar por el esfuerzo: arrastraba siete unidades, 162 toneladas de peso. José Lúcar Molina, el responsable esa madrugada en Gérgal, que al parecer llegaba de la matanza de un cerdo y que según uno de los testigos solía beber, no tardó en darse cuenta de un error fatal. En sentido contrario avanzaba el uvero, el tren de mercancías 6.831 con 15 vagones y 221 toneladas.

El subjefe de estación arrambló con las 265 pesetas y 74 céntimos que había en la caja y se fugó. Ya intuía lo que iba a pasar. Unos pocos minutos más tarde, en torno a las 1.15 horas del 15 de noviembre de 1945 el próximo domingo se cumplen 70 años, en el tren correo que avanzaba hacia Fuente Santa, en una amplia curva situada a dos kilómetros de Gérgal, el soldado José Medina, el fogonero de la locomotora, advirtió el mercancías a diez metros de distancia. Solo tuvo tiempo de gritar «¡Que nos matamos!». Al instante, entrando en la trinchera Zamora la trinchera es un paso de las vías rodeado de tierra y, a diferencia de un túnel, está descubierto se produjo una brutal colisión.

Por un lado, un convoy con cerca de 300 pasajeros; por otro, un mercancías atiborrado con cientos de toneles de uva, boquerones, sardinas y minerales. El golpe fue muy violento, pero no lo peor. Una serie de fatalidades se combinaron y el número de víctimas se disparó. Dos vagones se quedaron en posición vertical por el choque, con tan mala suerte que contactaron con los cables de la catenaria. Se produjo una descarga de 5.400 voltios y algunos viajeros, electrocutados, murieron en su asiento.

La desgracia no concluyó ahí. Al parecer, desde la central eléctrica pensaron que los fusibles saltaban por un error o porque el mercancías necesitaba toda la potencia para subir por la fuerte pendiente de 21 kilómetros entre Santa Fe y Gérgal. Esto era algo habitual en el trasiego ferroviario del transporte del hierro extraído de las minas de Alquife y la sierra de los Filabres con dirección al puerto de Almería, así que volvían a dar la corriente.

Las sacudidas se repetían y al derramarse el aceite de estraperlo que viajaba escondido en un vagón, se produjo un gran incendio en el que murieron calcinados numerosos pasajeros. Los vecinos de Las Alcubillas Altas, una aldea próxima al punto kilométrico 211,200 de la línea Linares-Almería, se despertaron sobresaltados al escuchar el estruendo. Cargados de mantas, café, coñac y aguardiente se acercaron con candiles para auxiliar a los heridos, en una gélida noche que contrastaba con el calor que emitían las llamas. Los pasajeros que resultaron ilesos fueron caminando hasta la estación de Gérgal para informar del suceso y pedir ayuda.

A las dos de la madrugada reaccionó la Policía Armada y a las cuatro comenzaron a salir los trenes de socorro desde Granada, Almería y Guadix. Esa tardanza también costó varias vidas. Se desconocía la causa del siniestro y al principio no se descartaba que fuera un sabotaje de los maquis. Hacía seis años que había concluido la Guerra Civil, pero aún quedaban por la sierra algunos de estos guerrilleros, también conocidos como los disertaos o los huidos.

«Por la noche no dormí»

Las líneas ferroviarias todavía contaban con militares armados. Uno de los que viajaba en el tren 1802 era Horencio Zarco. El capitán de infantería iba acompañado de su mujer y sus cuatro hijos: Aurelia (15 años), Antonio (12), Miguel (7) y Joaquín (1). El segundo y el pequeño murieron en el accidente y fueron enterrados, como la mayoría de las víctimas, en Gérgal. Años después, incapaz de superar el mazazo, la madre de los niños pidió que sus restos fueran trasladados hasta Almería para poder visitarlos a diario.

Muchas vidas quedaron marcadas para siempre y hoy, pasados 70 años, a los descendientes de los supervivientes y a los contados protagonistas que siguen con vida aún les cuesta hablar de aquel terrible accidente. Joaquín Valverde, de 85 años, ha preferido olvidar. «Ha pasado mucho tiempo y ya solo recuerdo los féretros al lado de las vías».

Herminia Machado, en cambio, apenas tenía 9 años, pero insiste en que aquel «horror» jamás podrá sepultarlo. «Recuerdo que en la estación de Guadix, entonces tan importante o más que la de Almería, se dejó la mínima luz en señal de luto. Aquella noche no dormí y al día siguiente fui testigo del horror. Lo que quedaba de los electrocutados y calcinados lo metían todo en una caja. Ahí murió mucha gente, mucha...».

Las hemerotecas apenas reflejan la catástrofe. Datos falseados por el franquismo y noticias arrinconadas en lugares menores. Solo el Yugo, altavoz del Régimen, se atrevía a informar con amplitud sobre el suceso. Pero el número de víctimas no tenía nada que ver con la realidad. Santiago Pérez López, subdelegado del Gobierno en Granada y doctor en Historia, ha realizado un cálculo que permite aventurar que fallecieron más de un centenar de pasajeros.

«Bailan las cifras, pero los muertos son muchos más de los que se reconocen», asegura el político. La memoria de Renfe fijaba el balance anual todas las víctimas de 1945 en 41 muertos y 593 heridos. Una burla macabra. Pero Santiago Pérez, apoyándose en el informe pericial, concluye que de los cerca de 300 pasajeros, 146 resultaron ilesos y otros 39 heridos. Eso totaliza 185 supervivientes. O dicho de otra forma: más de cien muertos. Se contabilizaron 22 cadáveres, 11 esqueletos carbonizados y 6 cráneos semicarbonizados. Los otros 93 se dieron por desaparecidos, pero es probable que quedasen reducidos a cenizas en aquel incendio colosal.

La vía no quedó expedita hasta las 19.40 horas del 17 de noviembre, casi tres días después. Y durante un mes los vecinos de Alcubillas, contratados por Renfe, siguieron recogiendo restos de las víctimas alrededor de los raíles. Muchos fueron enterrados en un pequeño mausoleo, casi una fosa común, levantado cerca de la trinchera, pero el tiempo y la desidia de los dirigentes dejaron aquel recuerdo el único que había de uno de los accidentes ferroviarios más graves de la historia de España completamente abandonado.

El 24 de noviembre de aquel año, un maqui encontró un cuerpo sin vida en el paraje de la Loma de los Garcías. José Lúcar había salido escopetado aquella noche infausta al sospechar que su despiste, totalmente injustificado, iba a resultar letal. Cruzó a su casa, al otro lado de las vías, se despidió de su mujer y su hija, y cogió un revólver. A uno o dos kilómetros de allí, víctima de los remordimientos, se pegó un tiro.

La noticia, un suceso que hoy abriría el Telediario durante semanas, se disolvió rápidamente. De las esquinas de los periódicos a la nada. Santiago Pérez intenta encontrarle una explicación a aquel golpe de la censura. «No sale en la prensa porque ellos (el Régimen) temen que cunda el pánico porque podía ser un sabotaje de los maquis. Además hubo falta de información porque el caso pasó a un juez militar y se impidió su acceso a los periodistas. Cuando se descubre que no es un sabotaje, empieza a filtrarse algún dato». Aquel secretismo ha atravesado dos siglos y, aún hoy, gente como el profesor de Historia Manuel Cortés, de Guadix, sigue encontrando trabas para ahondar en la historia de su tierra, de su gente.


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jueves, 29 de julio de 2021

Pinturas Rupestres en Gérgal

Pinturas Rupestres en  Gérgal. LLama la atención la ubicación de las pinturas ya que se realizaron en un lugar de dificil acceso, siendo  prácticamente  inaccesibles a no ser que se emplearan medios adecuados para ello o  que hubiera un camino de  acceso  hasta las mismas y que este se perdiera con el paso del tiempo. En las pinturas se aprecia una forma zoomorfa y a la derecha de esta un antropomorfo .



viernes, 23 de octubre de 2020

Caso Almería

 El caso Almería fue el nombre que recibió el proceso en el que se juzgó a varios miembros de la Guardia Civil por la tortura y el asesinato de tres jóvenes en Roquetas de Mar, el 10 de mayo de 1981.

Antecedentes


A comienzos de la década de 1980, la democracia española española distaba mucho de estar consolidada. El fallido golpe de estado del 23 de febrero evidenció el descontento existente entre algunos altos mandos militares​ (ruido de sables) respecto a la situación de crisis económica y política que asolaba al país, junto con los numerosos atentados ejecutados por la banda terrorista ETA contra miembros de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y la Guardia Civil.

En este sentido, el 7 de mayo de 1981, el grupo terrorista ETA atentó en Madrid contra el teniente general Joaquín de Valenzuela, que en aquel momento era el jefe de la Casa Militar del Rey Juan Carlos I. El ataque se realizó utilizando la llamada «técnica argelina»:​ los dos terroristas seguían en motocicleta al Dodge Dart del Ejército de Tierra en el que viajaba el general. Cuando el vehículo se detuvo en un semáforo, a la altura del número cinco de la calle Conde de Peñalver, la moto se situó a su lado y el acompañante colocó sobre el techo del coche una bolsa que explosionó segundos después mientras ambos terroristas huían.

Como consecuencia de la explosión fallecieron el teniente coronel Guillermo Tevar Seco,​ el suboficial de la Guardia Real Antonio Nogueras García​ y el soldado conductor Manuel Rodríguez Taboada, miembro también de la Guardia Real.​ El general Valenzuela sufrió graves heridas, pero salvó la vida (falleció en 1967​); asimismo resultaron heridos veinte viandantes.

La Detención

En este contexto, el día 8 de mayo de 1981, Juan Mañas Morales, Luis Montero García y Luis Cobo Mier se trasladaban a la localidad almeriense de Pechina, pueblo natal de Juan Mañas, a la celebración de la primera comunión de su hermano Francisco.​ Al pasar por Manzanares el Real sufrieron una avería en su coche y se desplazaron en tren hasta Alcázar de San Juan para dirigirse después a Puertollano, donde alquilaron otro vehículo, un Ford Fiesta de color verde, para poder llegar a su destino.​ Se especula que el dueño de la empresa de alquiler se sintió extrañado por la prisa que tenían los tres viajeros y comunicó sus sospechas a la Guardia Civil por si pudieran ser los terroristas que habían cometido el atentado en Madrid días antes y cuyos retratos robot aparecían en prensa y televisión.

El sábado 9 de mayo llegaron a su destino y al día siguiente se desplazaron a Roquetas de Mar para visitar a otro hermano de Juan Mañas. En esa localidad fueron detenidos a punta de pistola por la Guardia Civil con la intención de trasladarlos a la Comandancia de Almería.​ Al día siguiente aparecieron sus cadáveres, calcinados y con múltiples impactos de bala, dentro del Ford Fiesta, cerca de Gérgal.

La versión oficial de la Guardia Civil indicaba que los detenidos se trasladaban a Madrid dentro de su propio vehículo, conducido por un guardia y vigilados por otro en el asiento del copiloto. Que a la altura del kilómetro 8,350 de la carretera de Gérgal los tres detenidos agredieron al conductor del vehículo, el cual saltó del coche como también hizo el otro guardia. El mando de la comitiva, el teniente coronel Carlos Castillo Quero, que circulaba detrás en otro coche, detuvo la caravana y ordenó disparar al Ford Fiesta que cayó por un terraplén envuelto en llamas sin que ninguno de los once guardias civiles que escoltaban el traslado pudiese hacer nada para sofocarlas.

El Proceso

El juicio por la muerte de los tres jóvenes se inició el 14 de junio de 1982 en la Audiencia Provincial de Almería. El fiscal calificó los hechos como constitutivos de delito de homicidio y pidió en su escrito de conclusiones la pena de 42 años de prisión para el teniente coronel Carlos Castillo Quero y 27 años de prisión para los otros dos acusados.

La sentencia que puso fin al proceso se dictó en julio de 1982.​ Declaró probado que el teniente Castillo y sus hombres torturaron hasta la muerte a los tres detenidos en un cuartel abandonado llamado Casafuerte y que posteriormente, y con el fin de intentar eliminar evidencias, despeñaron su vehículo por un terraplén, le dispararon numerosas veces y le prendieron fuego.

El teniente coronel de la Guardia Civil Carlos Castillo Quero fue condenado a veinticuatro años de prisión mayor como autor de tres delitos de homicidio. El teniente Manuel Gómez Torres y el guardia Manuel Fernández Llamas fueron condenados por los mismos delitos a quince y doce años de prisión respectivamente, con la atenuante de obediencia debida. Al mismo tiempo, la sentencia impuso a los condenados la obligación del pago de una indemnización de cuatro millones de pesetas a las familias de cada una de las víctimas.





martes, 10 de diciembre de 2019

Castillo de San Gregorio

La antigua fortaleza o castillo árabe debió existir entre los siglos X y  XIV. Aún se conservan restos de lo que fueron sus cimientos, sus murallas o sus torres.  Está ubicada sobre la cima ascendente de la Loma de Tablas, dominando Gérgal y su valle hasta las sierras que lo delimitan. A su frente se encuentra el Castillo de Gérgal que conocemos en la actualidad, del que lo separa la Rambla de Gérgal sobre la que se asoma en unos grandes peñones a modo de precipicios de difícil acceso. La tradición oral cuenta que los dos castillos se encontraban comunicados en época árabe a través de una galería que pasaba por debajo del cauce de la Rambla. Reforzando esta hipótesis sí se pueden constatar restos de tramos de galerías por debajo del Castillo de Gérgal atravesando la Rambla hacia la Loma de Tablas en el paraje conocido como El Cubillo y también en la zona del Barrio de Pilanos a los pies del antiguo castillo.

Esta antigua fortaleza estaba construida de mampostería con esquistos del lugar y mortero. Su superficie ocupaba unos 2600 m2. Tiene planta trapezoidal alargada. Sus torres son rectangulares, la mayor es la mejor conservada, se encuentra al Norte, sus dimensiones son 7'25 x 3'65 m.; probablemente sería la Torre del Homenaje. En su parte oriental, menos pendiente, se pueden apreciar los restos de cinco torreones macizos. La entrada principal debía estar en el ángulo Sureste por ser la parte más accesible. En su parte occidental sus muros discontinuos van paralelos al precipicio que el terreno forma en su vertiente Oeste. Según los restos de muros interiores, se pueden adivinar habitaciones que pudieron ser viviendas con silos.

A este tipo de fortalezas las denomina el historiador Patrice Cressier, albacares, pues desde su posición elevada, dominando las poblaciones, servían de campamentos fortificados en las operaciones militares del tercer cuarto del siglo XII y para la defensa y vigía del camino de Almería a Baza. Desde las ruinas de este antiguo castillo se divisa perfectamente la antigua fortaleza del Cerro Castellón y viceversa, por lo que podemos pensar que las dos fortalezas se comunicaban a través de señales.


















Fuente: Gérgal. Net
Fotos: David Téllez

lunes, 9 de diciembre de 2019

Fortaleza Del Cerro Castellón

Restos de una fortaleza o castillo medieval de los siglos XII-XIII, de la que se conservan abundantes tramos de muros, tanto de estructuras al interior como de la muralla. Su trazado es de forma ovalada, siendo más pequeño que la fortaleza de San Gregorio y presenta también una técnica diferente (tabiya) y un mayor tamaño medio de sus torres. Posible hábitat al exterior. Abundantes restos de material cerámico, así como de escorias de hierro. Situado actualmente en un erial, pero el yacimiento está afectado por antiguos abancalamientos agrícolas.

Es un castillo de planta oval (80 x 50 m.) con al menos cinco torreones (tres rectangulares y macizos menores y otro mayor central, de 8'65 por 4'4 m.), separados por lienzos de alrededor de 20 m. de longitud y diferente grosor, que presentan habitaciones adosadas al interior (una de ellas, de 2'4 por 2'8 m.).

Su enclave sobre un montículo domina un gran territorio, quedando al Norte el pueblo de Gérgal protegido por su Castillo y según cuentan las leyendas, en época árabe, se comunicaban las dos fortalezas a través de  una galería.





Baluarte 1.
Murallas y restos del baluarte 1.
Baluarte 1(interior de la fortaleza).
Muralla que va desde el baluarte 2 al baluarte 1.
Restos baluarte 1.
Restos baluarte 1.
Restos baluarte 1.

Baluarte 2 
Baluarte 2.
Baluarte 2.
Baluarte 2.
Baluarte 2 
Baluarte 2 y murallas.
Baluarte 2.
Baluarte 2.
Baluarte 2.

Baluarte 3.
Restos baluarte 3.
Restos baluarte 3.

Baluarte 4
Baluarte 4.
Baluarte 4.
Baluarte 4.
Baluarte 4.
Baluarte 4.
Esquina baluarte 4.
Baluarte 4 vista desde el interior de la fortaleza.
Esquina baluarte 4.
Esquina baluarte 4.

Baluarte 5.
Baluarte 5.
Baluarte 5.
Baluarte 5.
Baluarte 5.
Baluarte 5.
Baluarte 5.

Baluarte 6.
Baluarte 6.
Baluarte 6.

Interior de la Fortaleza.
Interior de la Fortaleza.
Interior de la Fortaleza.
Interior de la Fortaleza.
Interior de la Fortaleza.
Interior de la Fortaleza.
Interior de la Fortaleza.
Interior de la Fortaleza.
Habitación contigua al baluarte 2.


Otras Fotos.
En las ruinas de la fortaleza y en sus alrededores, sobre todo en unos 1800 m2 de la ladera oriental se encuentran restos de cerámica árabe almohade-nazarí de diferentes formas, colores, grabados y esmaltes. Hay una escasa presencia de cerámica del S. IX que adquiere valores testimoniales en el XII, en que aparecen dos monedas de plata (un quilate de 'Alï ben Yüsuf que cita al heredero Sir -1128 a 1139- y un adarme tomín? de Täsufïn), siendo la mayoría de los fragmentos de la segunda mitad del S. XII, llegando en menor número hasta 1260 aproximadamente.










Fotos: Patrimonio Almeriense


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