Conjunto próximo a Garrucha, situado en la margen derecha de la carretera Garrucha-Carboneras. Este conjunto agrupaba los restos de la antigua estación de descarga y del embarcadero del ferrocarril minero Bédar-Garrucha, construido en 1894 para el servicio de las minas de hierro de Bédar.
En la actualidad solamente se conserva la gran tolva de descarga. Pero en época el conjunto de la estación lo constituían varias instalaciones y edificios. Entre los que destaca el edificio de la gerencia, el depósito de locomotoras, el almacén y los talleres, estando construidos todos ellos con fábrica de mampostería. El almacén estaba compuesto por dos construcciones adosadas, que se comunicaban a través de dos arcos de medio punto realizados de ladrillo macizo, ambos edificios habían perdido la cubierta.
Los edificios de los talleres, poseen las mismas características constructivas que el resto aunque en éstos aún permanecía la estructura de su cubierta, realizada mediante cerchas metálicas, revestidas mediante teja plana. En las esquinas y distintos vanos dispone de un revestimiento a modo de moldura construido con fábrica de sillería. Del depósito de locomotoras se conserva en pie la fábrica de sus muros y el acceso desde la fachada se realiza a través de dos grandes arcadas.
De todo el conjunto, el elemento más interesante es el cargadero de mineral. Construido con fábrica de mampostería, es un terraplén de obra que permitía cargar el mineral transportado por los vagones a ambos lados. Desde allí las vagonetas conducían el mineral a unos pequeños muelles para embarcaderos en gabarras, que lo transportaban hasta los barcos. Esta compleja operación se debía a que no se pudo concluir con el habitual embarcadero, debido a la escasa profundidad de las aguas, solucionándose con un puente-depósito y el sistema de barcazas.
Datos Históricos
La extraordinaria riqueza mineral de la provincia ha propiciado una continuada explotación de sus recursos mineros a lo largo del tiempo, intensificándose de manera extraordinaria desde principios del siglo XIX hasta mediados del XX. El descubrimiento en 1838 del filón de plomo argentífero en el barranco del Jaroso supuso para Almería el cenit de un siglo caracterizado esencialmente por las actividades mineras y metalúrgicas. En ese momento se sucederán las explotaciones de plomo y de hierro con arriesgadas inversiones de capitales locales, nacionales y extranjeros en busca de un rápido beneficio que se despreocupaba por la racionalización de la explotación.
Las explotaciones de plomo se localizaron en las Alpujarras y en la sierra de Gádor con numerosas concesiones de reducido tamaño, gestionadas por improvisadas sociedades en manos de gente de la zona y con precarios medios de extracción y de transformación, como eran los tornos de mano y el horno reverbero español conocido como boliche. En la sierra de Gádor llegaron a trabajar unas 20.000 personas entre las minas, las fábricas y los arrieros. Muchos de estos trabajadores eran campesinos y jornaleros almerienses que complementaban sus escasas rentas o sus salarios con el trabajo temporal en las numerosas minas abiertas, primero, en esta sierra y, posteriormente, en la sierra Almagrera. La abundancia de mineral por superproducción provocó el desplome de los precios en los mercados internacionales y la ruina de muchas minas alemanas e inglesas.
En 1836 comenzaron a agotarse las balsadas más accesibles y, al mismo tiempo, una bajada de los precios del mineral provocó la decadencia de estas explotaciones. El agotamiento, en 1838, de las minas de la sierra de Gádor coincidió con el descubrimiento de nuevos filones en el Jaroso en la Sierra Almagrera. El proceso especulativo entre las numerosas sociedades mercantiles propietarias de las concesiones y las sociedades explotadoras, así como las múltiples compraventas de acciones generó interminables pleitos. Las ganancias no fueron generalizadas pero las obtenidas por algunas familias formaron las principales fortunas de la Almería del siglo XIX. Esta incipiente burguesía minera muy pronto pasaría a constituirse en burguesía agraria gracias a la disponibilidad de las tierras eclesiásticas y municipales desamortizadas.
Las instalaciones minero metalúrgicas del levante almerienses siendo uno de los puntos neurálgicos de la minería y metalurgia mundiales a mediados del siglo XIX se caracterizaban por el minifundismo que conllevaba una constante insolvencia financiera, el arrendamiento continuo de la explotación y la precariedad de medios técnicos, especialmente, a la hora de realizar conjuntamente el desagüe de la capa freática.
Desde 1880 los nuevos centros productivos de Linares, Córdoba y Ciudad Real y el incremento de la capacidad productiva de la sierra de Cartagena-La Unión ganan posiciones a la minería almeriense. A finales del siglo XIX el aumento de la demanda británica provoca un espectacular y efímero desarrollo de la minería provincial con la construcción de nuevas instalaciones de carga, transporte y arrastre (infraestructuras ferroviarias, cables aéreos y embarcaderos).
La crisis siderúrgica de los años 20, la crisis del 29 y la competencia norteafricana inició una lenta agonía de la minería de Almería que desembocó en el cierre de la mayoría de las explotaciones antes de 1936.
Fuente: GuíaDigital
Fotos: David Téllez