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viernes, 14 de junio de 2019

Despoblado de Portocarrero

Al norte de Gérgal a 7 km de distancia subiendo por la rambla homónima, la aldea de Portocarrero se encuentra en la solana de un cerro entre el Barranco de los Pollos y el Barranco de la Mina, a una altitud de 1044 m sobre el nivel del mar. El trayecto para llegar hasta Portocarrero es una agradable caminata sin demasiado esfuerzo, y puede hacerse desde el cercano núcleo de El Almendral, a apenas 3 Km y con un desnivel de unos 100 m. Por el camino podremos ver antiguos cortijos e infraestructuras hídricas, como acequias, molinos y balsas que nos trasladarán a la época en que la Rambla de Gérgal tenía un caudal de agua permanente, que hacían de la zona un auténtico vergel.

La fisonomía del pueblo es la típica que podríamos encontrar en cualquier otro de la Sierra de los Filabres: casas desordenadas en un único núcleo, aunque sí que cabe destacar la arquitectura de piedra seca de la que se componen muchos de los edificios, esto es, piedras unas sobre otras sin ningún mortero que las una. Unas pocas casas estaban encaladas, pero la mayoría mantenían la piedra a la vista, y dado que ésta era extraída de la misma zona, dotaba al pueblo de un gran mimetismo con el entorno. También hay algo que no encontraremos fácilmente en otras pequeñas aldeas abandonadas de Los Filabres, y es que Portocarrero tenía algunas de sus calles empedradas, aunque hoy en día son complicadas de ver debido a que la vegetación se ha apoderado de ellas. Las casas son de una o dos alturas como máximo y estaban cubiertas con las típicas lajas de pizarra que abundan en la zona. Frente al pueblo, al otro lado de la rambla, podemos ver las ruinas de llamado Molino de Luis Rita, uno de los cuatro molinos harineros que hubo en los alrededores.

El origen de Portocarrero es complicado de dilucidar. Se podría deducir por su nombre que estuviese relacionado con el insigne capitán morisco de Gérgal Aben Mequenum, que al cristianizar su nombre pasó a ser Francisco de Puertocarrero. Los moriscos conversos solían usar de apellido su lugar de procedencia, y durante muchos años Portocarrero ha aparecido en los mapas como “Puerto-Carrero”. Tampoco podemos obviar al que fue Obispo de la Diócesis de Almería, Fray Juan del Castillo Portocarrero, relacionado también con Gérgal por el sol que aparece en el artesonado de su iglesia, aunque bien sabemos que el mal llamado “Sol de Portocarrero” era realmente del Obispo Villalán, el Obispo Portocarrero también tenía en su heráldica un sol.

Sea como fuere, la zona estuvo habitada desde la prehistoria, como atestiguan las pinturas rupestres encontradas en el llamado Friso de Portocarrero. Los primeros datos oficiales que he podido encontrar datan del año 1863,  y establecen que en el “Caserío de Puerto-Carrero” constaba de 26 viviendas, 3 de ellas de dos plantas. A 31 de diciembre de 1887 el censo creció hasta las 30 viviendas, donde vivían sus 77 habitantes y que ya aparece con el nombre de “Porto-Carrero”. Ese mismo año Portocarrero sufrió una devastadora plaga de langostas que arrasó con todas las cosechas, sumiendo a sus vecinos en la pobreza y el hambre, aunque esto no frenó su crecimiento en años posteriores, ya que empezaron a construirse numerosas minas cerca del pueblo, como las 18 de hierro llamadas “La Unión”, o la mina Pilorete que proporcionarían muchos puestos de trabajo. El mayor pico de habitantes llegaría en 1950 cuando se alcanzaron los 178 vecinos, que residían en 42 casas.

La vida en Portocarrero giraba en torno a 2 ejes fundamentales: la agricultura y la minería. Se cultivaba trigo, cebada, patatas, garbanzos,  olivos y almendros. Como podemos suponer no había muchas comodidades, especialmente en invierno, cuando el pueblo solía quedarse aislado y cubierto con un grueso manto de nieve. Los que trabajaban en la mina debían llegar en esas condiciones hasta sus puestos de trabajo. Los que tenían suerte y trabajaban en las minas cercanas no debían andar mucho con las gélidas temperaturas, pero los que trabajaban en Las Menas de Serón debían levantarse a las cuatro de la mañana, ya que les esperaban 3 horas de trayecto cruzando la sierra. Esto los convertía en hombres rudos y capaces llegar a las manos por cuestiones como quien toca mejor la guitarra, tal y como sucedió en 1917 cuando después de una acalorada discusión tras una fiesta en Portocarrero, dos vecinos decidieron dirimir sus diferencias con sendas escopetas, resultando un de ellos gravemente herido en la cabeza.  Las mujeres por su parte atendían las tareas domésticas, la crianza de los niños, los animales y los huertos que proporcionaban buena parte de su sustento. A veces también participaban de la recogida del esparto. Para las compras había dos opciones: esperar a que algún vendedor ambulante llegara al pueblo, o bajar hasta Gérgal. Los niños que iban a la escuela tenía que desplazarse hasta El Almendral, y el médico acudía desde  Gérgal solo en casos de gravedad. El único servicio regular que tenían era el de la correspondencia. 

El abandono de Portocarrero como puede imaginarse se debió a la dureza de las condiciones de vida, el cierre de la minas y el escaso futuro laboral que deparaba a sus habitantes. 
Poco a poco durante los años 60 y 70 Portocarrero fue deshabitándose, sus vecinos se trasladaron a la vecina Gérgal y otros optaron por emigrar a Cataluña, de tal modo que lo que antaño fue una aldea bulliciosa acompañada del rumor incesante del agua, hoy sus paredes de piedra esperan en silencio a los curiosos que quieran hacerles una visita.
Portocarrero carecía de fiestas patronales por lo que la juventud acudía a las fiestas de las aldeas vecinas de El Almendral, las Aneas y sobre todo a las de  Gérgal.
Se han encontrado en la zona pinturas rupestres que demuestran que la zona ha estado poblada desde la prehistoria, en el paraje conocido como friso de Portocarrero y descubierto hacia 1917 durante unas exploraciones para catas mineras.
Vivienda construida base de piedra seca , arquitectura típica de la aldea.
El pueblo fue abandonado por completo hacia los años 1970.

Fotos de: David Téllez


Despoblado de Yniça

Iniza también conocido como “Iniça” o “Inizar”, es un antiguo núcleo de población situado entre los términos municipales de los actuales Bayárcal y Paterna del Río.



Historia

Según indica Carmen Trillo San José, profesora titular del área de Historia Medieval de la Universidad de Granada, existía al suroeste de Paterna el despoblado de Yniça, del que subsisten las referencias geográficas de “Iniza alta” e “Iniza baja” y, más al sur, se conocen las de “Loma de Iniza” y “loma de Hiniza”.

Se tiene constancia de la existencia de dos ràbitas (Açequia y Alcaria) que parece que fueron despobladas tras la sublevación morisca del año 1500. Nuevamente poblada la zona, será despoblada definitivamente tras la Rebelión de los moriscos de 1568

Patrimonio

La iglesia fue construida bajo la prelatura del arzobispo Pedro Guerrero, nombrado prelado por el emperador Carlos V, en los años anteriores a la Rebelión de los moriscos (1568) con el elevado coste de 1.133.000 maravedíes.


Formaba parte de la estrategia evangelizadora en la que los antiguos alfaquíes, convertidos al cristianismo, enseñaban a sus fieles la nueva religión en las antiguas mezquitas. También se edificarán nuevos templos, como en el caso de Iniza, siguiendo los modelos arquitectónicos musulmanes.


Así, constaba de planta rectangular con muros de sillería irregular enlucidos y alisados en el interior y decorados con motivos esgrafiados típicos del arte mudéjar (ver Iglesia del Rosario de Paterna del Río). Las formas constructivas con poca luz, fuertes muros y torre-campanario de tres cuerpos adelantada (derruida posteriormente y posiblemente albergó la sacristía), parecen indicar una clara intención defensiva y de refugio frente a los posibles ataques, así como una reafirmación del poder de la Iglesia.


Durante la Rebelión de los moriscos de 1568 la iglesia no sufrió desperfectos pero, una vez despoblado el lugar, en 1592 el carpintero Antonio Velázquez desmotó los elementos de la armadura del techo para reparar la de Bayárcal, que si había sido dañada.


El castillo  pese a que fácilmente se intuye la situación del castillo, pocos restos confirman su existencia: apenas los restos de un aljibe y algunos muros.

Peñón entre los términos de Bayarcal y Paterna, a unos 5KM al SO de la segunda.
Restos de importante fortificación, de la que quedan en el SE un lienzo de muralla en mampostería y un pequeño resto de tabiya que, quizás, formaba parte de una torre adosada a la muralla y una cisterna.
B.I.C.
Importante función defensiva que comieza en el califato, sigue con las guerras fronterizas de los reinos de taifas y continua en el siglo XIII con una serie de levantamientos más conocidos en la comarca.

Su emplazamiento corresponde al estratégico paso natural entre la costa de Almería y la zona del Marquesado de Cenete (Granada) y Jaén, así como la confluencia de varias rutas de explotación de los yacimientos de la zona (hierro y plomo, de la vecina sierra de Gádor). También se producían en la zona objetos de hierro (muy abundante en esa sierra) y la famosa seda de la Alpujarra, ya referenciada en las crónicas de Ibn al-Jatib.2​
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Marquesado de Iniza

Título concedido por Real Decreto de 17 de junio de 1730 a favor de Francisco Rodríguez-Chacón González de Arévalo y Zuazo, 1.er marqués de Iniza (nacido en Paterna del Río el 31 de mayo de 1687 - fallecido el 23 de noviembre de 1746 en Berja.

En  (2012) el título recae sobre María Luisa Jiménez de la Serna y Moreno, 11.ª marquesa de Iniza (nacida en Granada el 15 de octubre de 1945).
  
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Su sólida construcción de mampostería y los escasos y reducidos vanos demuestran que la iglesia tenía también una función defensiva.

Presenta una nave rectangular y sacristía en el lado de la epístola. La cantería aparece enmarcando los escasos vanos (una ventana abocinada a los pies y otra con aspecto de saetera en la sacristía) y los muros son de mampostería con sillares angulares de refuerzo que le confieren un aspecto de semifortaleza. La única puerta se abre en el centro del lateral de la epístola y consiste en arco rebajado que se recorta directamente en el muro. Al exterior los muros presentan un revoco de mortero que deja visto el mampuesto.
La iglesia de Iniza fue construida bajo la prelatura del arzobispo Pedro Guerrero en los años inmediatamente anteriores a la rebelión de los moriscos y su costo fue evaluado en 1.133.000 maravedíes.
Aunque no fue saqueada por los moriscos, al quedar despoblado el lugar, el carpintero Antonio Velázquez desmontó su armadura en 1592 para aprovechar la madera en la reparación de la de Bayárcal.
Es posible que la sacristía ocupara la planta baja de la torre, que posteriormente fue demolida. Al menos poseía otro cuerpo.
La iglesia de Iniza se localiza en un entorno natural, rodeada por pinos de repoblación.
El edificio carece de cubierta y presenta la coronación de los muros en muy mal estado, al igual que la base. Según testimonios orales, la antigua iglesia ha sido expoliada de algunos de sus elementos de cantería.



Fotos: David Téllez

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