domingo, 25 de octubre de 2020

Antiguos Lavaderos

 Seguimos con el Patrimonio Inmaterial que ha dejado su huella imborrable a pesar del paso de los tiempos. Las grandes protagonistas de esta publicación, las MUJERES. Para ellas va dedicada esta rememoracion . Me refiero a Los Lavaderos. 

Los antiguos lavaderos, además de un sitio de trabajo, eran puntos de encuentro y de tertulia para las mujeres del lugar. Un universo propio, un espacio heredado, de madres a hijas a lo largo del tiempo. Las mujeres, allí reunidas, cantaban, contaban historias y se ponían al día de los sucesos de la vida cotidiana y, porque no, también provocaban a su vez nuevos acontecimientos en la vida de la comunidad, como ya dijo Saramago “las conversaciones de las mujeres mueven el mundo”.

Las mujeres se reunían a lavar la ropa a la orilla de un río, un arroyo, en las acequias, pozos o en las fuentes, ya que en las casas no había agua corriente. Salían por la mañana y en más de una ocasión pasaban allí casi todo el día. Llegaban andando desde sus casas acarreando sus barreños de ropa sucia. Si lavaban directamente en el río o arroyo solían llevar una tabla llamada losa con adornos y hendiduras que facilitaban el restregado de la ropa, el jabón utilizado era hecho en casa con sosa y grasa, normalmente de cerdo, la que sobraba de la matanza. El jabón elaborado así, artesanalmente, se guardaba en una caja de madera cortado en piezas cuadradas y rectangulares. Muchas veces, después de enjabonar la ropa, la tendían al sol, para que blanquease, la dejaban allí hasta el día siguiente, y entonces se aclaraba y se llevaba a casa.

Los lavaderos solían construirse a las afueras de los pueblos y cerca de arboledas o praderas que servían para tender la ropa y que se orease. Se dividían en dos estanques en uno enjabonaban (solía situarse en la parte mas baja) y en el otro aclaraban, este estaba en un lugar algo más elevado “para que sus aguas no se viesen”. Alrededor de estas pequeñas pozas había un espacio con inclinación y ondulaciones para facilitar el frote de la ropa. En los lavaderos más antiguos, las mujeres lavaban de rodillas, con el tiempo se construyeron de forma que se pudiese lavar de pie, para que fuera mas llevadero. Había mujeres que trabajaban como lavanderas, ya que el lavado a mano era una faena muy dura, especialmente en invierno cuando el agua estaba muy fría.

“Hacer la colada”, esta frase que todavía hoy conservamos en el habla común para referirnos a lavar la ropa, en realidad define una acción más concreta y es la de blanquearla e higienizarla. La labor de colar se hacía en casa, donde a veces había un cuarto solo para hacer la colada, era un trabajo que lo realizaban las mujeres con ayuda de sus hijas, una mujer adulta tenía que estar a cargo del proceso, porque se manipulaba agua muy caliente. Se hacía una vez al mes, o incluso cada dos o tres meses, en verano se hacía más a menudo.

Para hacer la colada se necesitaba un caldero para hervir el agua, un cocio (forma de tinaja grande) hecho de barro, un cernadero era una pieza grande de lienzo y ceniza fina, principalmente de carrasca. Esta ceniza procedía de la leña que se quemaba en los fogones de las casas para calentarlas y cocinar. Era un artículo muy valioso, en los pueblos que no disponían de leña de carrasca iban a comprarla fuera. Por último, para realizar el aclarado se utilizaban losas de madera y gamellas o calderetas.

El proceso era sencillo pero delicado, primero se ponía la ropa a remojo en agua para después meterla formando capas lo más extendida posible en el cocio, sin jabón. El cocio se tapaba con el cernadero bien tensado, y se sujetaba a la parte de arriba con una cuerda o cordón. A continuación se echaba ceniza de carrasca encima del cernadero, una cantidad suficiente para cubrir la superficie del cernadero, como éste era de un tejido muy grueso, no había peligro de que la ceniza se metiera en el cocio y manchara la ropa. Mientra tanto, se había puesto a hervir agua en un caldero grande. Cuando esta hervía, comenzaba el acto de colar, así se vertía encima de la ceniza poco a poco con un cazo mas pequeño. Esta operación había que hacerlo con cuidado para no escaldarse.

El agua se filtraba por la ceniza y el cernadero y pasaba al cocio, empapando las capas de ropa. El agua que se filtraba por la ceniza tenía un efecto de lejía que era el que conseguía limpiar y blanquear las prendas El trabajo se repetía una y otra vez, ya que el agua sobrante se iba escurriendo por un orificio practicado en la parte inferior del cocio, se volvía a recoger a calentar y a verter de nuevo en el cocio. La colada duraba varias horas, en función de la ropa que se tuviera y lo sucia que estuviera, el agua que se reutilizaba se cambiaba si estaba muy sucia. Una vez que se había terminado de colar, las prendas se aclaraban en cualquier sitio al efecto, el río, acequias, pozos o los lavaderos públicos.

Lavaderos de la Chanca
Lavaderos de la Chanca
Lavaderos de Terque
Lavaderos de Mojacar
Lavaderos de Mojacar
Lavaderos de Sorbas.

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