jueves, 9 de febrero de 2023

Fuente de Mojácar

La Fuente de Mojácar se encuentra enclavada al pie del cerro donde se ubica esta ciudad, centro neurálgico en torno al cual se asentaron las distintas culturas que poblaron este territorio desde tiempos remotos.

Desde siempre la fuente ha sido el centro donde confluía la vida cotidiana, un manantial de recursos económicos: El oficio de aguador o aguadora. Transportaban el agua con animales o bien con su esfuerzo. Las aguadoras transportaban dos cántaros, uno en la cabeza con un roete de por medio y otro en la cadera. Otro oficio de la fuente era la de lavadero de ropa. Entre las lavanderas de Mojácar destaca la leyenda de la Maquisa.



Alrededor de la Fuente de Mojácar fluía la vida cotidiana y una red de comercio: mercado de abastos y ganado, molino, tahona, celebración de fiestas. Lugar de encuentro y tertulias, donde los jóvenes acudían a efectuar sus juegos, y, con la excusa de beber agua, ver las piernas a las mozas que lavaban, remangadas, dentro de las acequias de agua.

Hasta nuestros días han llegado algunas coplas de la cultura popular, que han sido transmitidas oralmente de padres a hijos, como es el caso de la siguiente copla:

“Mojaqueras con roete y zapatos de charol van a la fuente a por agua “pa” lucir el polisón”

Fue tradición que los novios, la noche antes de la boda, bebieran agua del mismo caño para librarse del mal de ojo.

Entre las lavanderas había algunas normas, no escritas de obligado cumplimiento. El saltarse algunas de ellas podría originar una trifulca teniendo que mediar las de más rango, que solían ser las de mayor edad o las que más tiempo permanecían en la fuente, que no eran otras que las del oficio, aquellas que se dedicaban a lavar “para otros”. Entre ellas destacan “La Maquisa”, “La Mocita” o la mismísima Isabel Zamora, quien se rumoreaba podría ser la madre del mundialmente conocido Walt Disney, la cual tuvo que emigrar a Estados Unidos, al quedar embarazada de un señorito del pueblo, hijo de la familia para quien lavaba, y una vez allí darlo en adopción.


De la fuente emana un caudal abundante de agua por sus doce caños que vierten en tres pilares, el central que servía de abrevadero de bestias (caballería) y los dos laterales que se utilizaban para llenar los cántaros de agua al tener menos profundidad y poder apoyarse en el suelo. En la entrada hay otro caño más que se utilizaba, entre otras cosas, para lavar utensilios de la huerta, despojos de animales sacrificados, con los que luego se elaboraban embutidos.

La Fuente de Mojácar fue construida en 1876 por el alcalde de Mojácar, D. José Yribarne de los Ríos, con la colocación de la lápida que cuenta la leyenda del encuentro en la fuente entre Garcilaso, enviado por los Reyes Católicos y a la vez, último alcalde moro, para la entrega de la ciudad.

Una característica típica de la Fuente de Mojácar es que el agua sale a temperatura ambiente, de las mismísimas entrañas de la roca, es decir, en verano sale fresca y en invierno sale templada.

El agua se usa para abastecimiento de la población y las sobrantes para el regadío de las huertas de Mojácar, una tierra rica que producía los suficientes alimentos para el abastecimiento de la población.



El agua sobrante va a parar a un balsón que tienen tras de sí y después pasa a la balsa que recoge el agua. El riego se realiza siguiendo la tradición árabe, con acequias y balsas, por riguroso turno, desde arriba hasta abajo.

En el año 1494, seis años después de la toma de Mojácar por los Reyes Católicos, Don Diego López de Haro inicia el reparto de las aguas por orden de sus Majestades los Reyes.

El método de distribución de aguas para distintos regantes es el tradicional tandeo. El agua que sobra del abastecimiento a la población pertenece a la comunidad de regantes de las huertas. Está dividida en tandas. Casa tanda tiene un total de 49 días, divididos en tandillas: tres tandillas de 12 días y una trece días. Los regantes disponen de una serie de cuartos de agua por tandilla. Cada cuarto de agua son tres horas.

Los horarios lo fija y comunica el muñidor. El tiempo lo marca el reloj que se encuentra en una caseta municipal y visible sobre el balsón.




Fotos: David Téllez

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