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PERIÓDICOS DE ALMERÍA

viernes, 13 de noviembre de 2020

Cortijo de las Paces

 En el año 1570 ocurrió un hecho histórico digno de mención. Don Juan de Austria fue a Almócita para negociar la rendición de los moriscos sublevados en la Alpujarra. El acuerdo se celebró bajo una encina en el Cortijo del Hadid, que desde entonces se conoce como el "Cortijo de las Paces".



Recordando la Historia


La Insurrección de las Alpujarras


La insurrección de las Alpujarras, también llamada en ocasiones rebelión de las Alpujarras, fue un conflicto que enfrentó al reino de España contra la población morisca que vivía en esta zona del antiguo reino de Granada entre los años 1568 y 1570, durante el reinado de Felipe II. Esta insurrección estalló en una zona con elevado porcentaje de población morisca, la cual se alzó como protesta de la promulgación de la Pragmática de 1567, que exigía a los moriscos, musulmanes convertidos al cristianismo, a abandonar su cultura de origen musulmán. La insurrección se transformó en guerra y provocó cruentas luchas en esta región, con el ejército español comandado por don Juan de Austria. Esta insurrección influiría en la posterior expulsión de los moriscos de España en el año 1609.


El problema morisco tras la conquista de Granada

En el año 1492 se produce la conquista del reino de Granada por parte de los Reyes Católicos. Era el último reino musulmán de la península Ibérica, que políticamente pasaba a estar formada por estados cristianos. Pero la población conquistada, musulmana, permaneció en el reino conquistado.

A estos musulmanes se les concedió la permanencia en territorio peninsular a cambio de no vivir en las ciudades y de no vivir cerca de la costa. Además se les impuso una carga tributaria elevada.

Parecía que se podía llegar a una convivencia; pero, no fue así. En el año 1499 Cisneros provocó una revuelta en el barrio granadino de Albaicín al intentar forzar a los musulmanes a convertirse al cristianismo. Esta revuelta se extendió a otras zonas del antiguo reino granadino, como en las zonas montañosas de las Alpujarras y en la serranía de Ronda. La revuelta se convirtió en rebelión y en 1501 tuvo que intervenir el rey Fernando el Católico para sofocarla.

La victoria vino seguida de una dura medida. O se convertían al cristianismo o debían abandonar el reino de Granada, al igual que había pasado con los judíos en el año 1492 en todos los territorios de España. También se aplicó esa medida a los mudéjares de Castilla en 1502. Curiosamente, esta medida no se aplicaría en la corona de Aragón, obviando así la unidad religiosa que algunos historiadores mantienen como posible causa de la expulsión de los judíos.

Como consecuencia de estas medidas, casi toda la población musulmana de Castilla se convirtió al cristianismo, pasando a tener la denominación de morisco, es decir, cristiano nuevo de origen musulmán. Otros, en cambio, tomaron la vía del exilio. El problema se había resuelto momentáneamente.

Los moriscos durante el reinado de Carlos I de España

En 1525 la medida de conversión forzosa al cristianismo para los musulmanes se extendió a los reinos de la corona de Aragón. Desde ese momento dejaban de haber oficialmente musulmanes en los reinos españoles de la península.

Pero los moriscos, antiguos musulmanes, seguían manteniendo sus costumbres y modos de vida. Por ello en 1526 las autoridades cristianas aumentaron la presión para la prohibición de la cultura morisca. Es decir, la prohibición de la lengua, vestidos, costumbres, … de raíz islámica. Por contra, los moriscos se quejaron ante el rey Carlos I de los abusos a los que eran sometidos por las autoridades religiosas. Había, por tanto, un problema social.

El problema morisco

La conversión forzosa parecía haber resuelto el problema de la unidad religiosa en España. Pero no fue tal, ya que muchos mudéjares se convertían solamente en apariencia. La ley islámica permitía la Taqiyya, es decir, la simulación de puertas hacia afuera de otra religión, pero manteniendo en su interior la religión musulmana. De esta forma, muchos moriscos mantenían, no solamente sus costumbres, sino también se fe musulmana. La consecuencia era un recelo de la población cristiana hacia ellos, creyendo que podían conspirar con los berberiscos y turcos del Mediterráneo para volver a conquistar los territorios cristianos que tanto esfuerzo habían costado recuperar a lo largo de los siglos. A pesar de realizar campañas de evangelización, de catequesis y de emplear la Inquisición, los moriscos no se integraban en la sociedad cristiana.

Situación de los moriscos de Granada en los inicios del reinado de Felipe II

Los moriscos del antiguo reino de Granada mantenían a inicios del reinado de Felipe II sus propias costumbres. Era una población autóctona numerosa, que vivía apartada de la sociedad cristiana y que mantenía incluso sus propias leyes y su propia clase dirigente.

Los moriscos mantenían además una actividad económica pujante. La economía de los moriscos de Granada se basaba en el comercio de la seda con Italia y en la manufactura. Existían importantes talleres de seda en Granada, Almería y Málaga. Además habían numerosos telares en todos los pueblos de la zona. La seda se convirtió en prácticamente el único cultivo de carácter comercial de las Alpujarras.

Este comercio de la seda era importante para la Corona ya que era una fuente importante de ingresos. Igualmente tenían su importancia los moriscos ya que daban subsidios al rey a cambio de mantener un favor real que les ayudase en la situación de opresión que se encontraban frente a cristianos viejos y la Iglesia.



Pero no era todo positivo. Esta situación económica favorable despertó el recelo de los cristianos de la región. Era una afrenta que estos moriscos recién convertidos al cristianismo y que seguían practicando su antigua religión a escondidas tuvieran una economía más boyante que la suya propia.

A este recelo por causas económicas se sumaba la amenaza de los piratas berberiscos y la amenaza turca. En la década de 1560 los piratas de Argel libraban una guerra con España. Los piratas frecuentaban las costas de Valencia y Andalucía, secuestrando a cristianos y saqueando asentamientos costeros. A ello se sumó el sito de Malta en 1565 por los turcos, una situación amenazante para los territorios españoles del Mediterráneo occidental.

Los moriscos entraron en contacto con los piratas del norte de África y con el sultán de Constantinopla. Los turcos pretendían utilizar a los moriscos españoles como elemento desestabilizador dentro de territorio español para así conquistar territorios como Chipre y Túnez mientras los españoles gastaban fuerzas dentro de su territorio. Espías moriscos incluso fueron enviados a Malta para obtener información sobre esta estrategia. Las autoridades españolas creyeron que Granada sería un territorio desde el cual se produciría una invasión musulmana de España. Por este motivo el recelo y la presión sobre los moriscos granadinos aumentó.

Causas de la insurrección de las Alpujarras

En resumen, las causas para la insurrección de las Alpujarras se podría resumir en cuatro puntos principales:

1) El incremento de la población morisca y su situación social. Los moriscos eran cristianos nuevos, pero eran los perdedores de la Reconquista frente a los cristianos viejos del norte. Estos mantenían una superioridad social que reprimía a los moriscos.

2) El mantenimiento del culto musulmán por muchos moriscos en esta zona. Este hecho era conocido por muchos cristianos y por las autoridades, viendo con recelo esta situación.

3) El resentimiento de la población cristiana por la prosperidad del comerciante y de los artesanos moriscos.

4) La desconfianza debido a que veían como podían aliarse con el imperio otomano para atacar la península Ibérica.

El Edicto de 1567

El gobierno decidió la intervención. A finales de 1566 el inquisidor general Diego de Espinosa preparó, junto a Felipe II, un edicto que impondría diversas prohibiciones a los moriscos. La Pragmática Sanción de 1567, también llamada Pragmática antimorisca o Edicto de 1567, se promulgó el día 1 de enero de 1567 por Pedro de Deza, presidente de la Chancillería de Granada.

 El Edicto estipulaba que los moriscos de Granada estaban obligados a aprender el castellano en un plazo máximo de 3 años. Se prohibía, además, hablar, leer y escribir el árabe en público o en privado. Se les exigió que abandonaran sus vestimentas, teniendo que vestir a partir de entonces a la castellana. también se exigía que las mujeres fueran con las caras destapadas.

También se les obligó a que siguieran costumbres cristianas en las celebraciones, así como que no se celebraran las fiestas religiosas del viernes. Tampoco podían usar a partir de entonces nombres o apellidos moros. Tampoco podían hacer la práctica del baño en los baños artificiales ya que podía ser un pretexto para practicar rituales existentes en el Corán.

Este Edicto sería de obligado cumplimiento para los moriscos a partir del mismo día de su publicación. El objetivo era obligar a los moriscos a dejar sus antiguas costumbres y ceremonias musulmanas y convertirse de un modo definitivo al cristianismo, adoptando además las costumbres cristianas de la época. Querían acabar con la identidad nacional de los moriscos para convertirlos en cristianos españoles.

La reacción contra el Edicto

En un principio los moriscos no cumplían con las sanciones del edicto esperando que se pudiera negociar y que, a través del pago de dinero, se pudieran suprimir las medidas de la Pragmática. El representante de los moriscos, Jorge de Baeza, fue a Madrid para protestar ante el rey Felipe II mientras que el notable Francisco Núñez Muley presentaba un memorándum a Pedro de Deza en el cual manifestaba la lealtad de los moriscos a la corona española.

Pero las negociaciones no fructificaron. Los moriscos comprendieron que era inútil la negociación y que las medidas eran definitivas. Era la confirmación de la imposición de los vencedores tras la conquista de 1492. Todas las tensiones y los resentimientos existentes estallaron y se optó por la insurrección.


La insurrección de las Alpujarras


El levantamiento de Albaicín de 1568: el inicio de la insurrección de las alpujarras

La fecha elegida para la insurrección fue la Nochebuena de 1568. El levantamiento empezó en el barrio granadino de Albaicín. Posteriormente la insurrección se extendió por las montañas de las Alpujarras, situadas entre Sierra Nevada y la costa malagueña. Desde las montañas se difundió a las llanuras. Fue una insurrección básicamente rural, con mayor porcentaje de población morisca, teniendo una participación menor los moriscos de las ciudades.

Principales puntos de la insurrección de las Alpujarras en el antiguo reino de Granada. 

Como cabecilla de la insurrección morisca fue elegido Fernando de Valor, morisco de linaje árabe, descendiente de los califas de Córdoba. Tras la insurrección recuperó su nombre árabe de Aben Humeya (Muhammad Ibn Umayya) y fue proclamado rey. Pero fue asesinado por sus propios hombres un año después, siendo sucedido por su primo Aben Abó.

Otros líderes moriscos de las Alpujarras se unieron. Estos cabecillas provenían de la jerarquía social tradicional de los antiguos habitantes del reino musulmán de Granada. Eran jefes de antiguos clanes enfrentados, pero que ahora luchaban en común en defensa de sus costumbres.

La búsqueda de aliados

Una vez empezada la insurrección los moriscos entraron en contacto con sus aliados en el reino de Valencia, que tenía un porcentaje de población morisca importante, y enviaron misiones a los países del norte de África y a Constantinopla en busca de ayuda y apoyo militar. Desde el norte de África recibieron voluntarios, armas y alimentos, pagados con esclavos cristianos capturados en España. El que más interés puso en la ayuda fue Argel, que aprovechó la coyuntura para conquistar Túnez en 1570. El imperio otomano envió armas y hombres, aunque era un acto más simbólico que otra cosa, ya que estaban centrando sus esfuerzos en el Mediterráneo oriental.

La Guerra de Granada

La insurrección de las Alpujarras se producía en un momento difícil para España. Los recursos eran escasos y habían otros problemas de política exterior en Europa. Pero había que emprender acciones antes de que la insurrección pasara a mayores y por eso se envió a Don Juan de Austria, hijo bastardo de Carlos I de España, que sustituiría al marqués de Mondéjar, virrey de Granada, para sofocar la revuelta.

Don Juan de Austria daría un vuelco a la situación. Al inicio de la guerra se había decidido una estrategia basada en el aislamiento de los moriscos respecto a la costa con el objetivo de que no recibieran ayuda exterior. No se decidió ir al ataque debido a que era difícil la conquista de los pueblos de las montañas de las Alpujarras. La guerra era una sucesión de expediciones y emboscadas, con escaso resultado, pero con gran crueldad y brutalidad ebido a la desesperación de los moriscos y a la debilidad mostrada por los españoles.

Don Juan decidió emprender una campaña militar, que empezó en enero de 1570. Empezó expulsando de las tierras llanas y de las vegas a los moriscos para aislar de forma definitiva a los moriscos de las montañas. Por ejemplo, 3.500 moriscos fueron expulsados de Granada, siendo dispersados por La Mancha. Acto seguido asediaron las montañas. Los moriscos, viéndose acosados y con falta de apoyos, se rindieron a lo largo del año 1570. Finalmente, el proclamado rey Aben Abó fue apuñalado por sus seguidores en una cueva de Bérchules.

La deportación de los moriscos

La insurrección de las Alpujarras había durado 2 años. Se habían gastado numerosos recursos. Por lo cual, se debía actuar con mano dura. Se decidió la deportación de los moriscos del reino de Granada a otros lugares de España. La orden de evacuación del reino se dio el 28 de octubre de 1570, dando como fecha límite para irse del reino el 1 de noviembre de 1570.

 Don Juan de Austria, hijo bastardo de Carlos I de España.

Los moriscos fueron conducidos en largos convoyes hacia ciudades y aldeas de Extremadura, Galicia, La Mancha y Castilla. Muchos murieron por el camino debido a la dureza del invierno. Se estima que murieron entre un 20 y un 30 % de los moriscos.

Las tierras abandonadas por los moriscos fueron confiscadas por la corona y ofrecidas en condiciones favorables a colonos de otras partes de Castilla, como Galicia, Asturias, León y Burgos. A ello se sumó el ofrecimiento de ganados y utensilios, con el fin de favorecer la repoblación.

Consecuencias de la insurrección de las Alpujarras

El problema de la insurrección se había resuelto. Pero aparecerían nuevos problemas. Los repobladores cristianos se encontraron con que muchas de las tierras ofrecidas eran pobres ya que los cristianos viejos ya habían ocupado en las décadas pasadas las mejores tierras. Muchos de los nuevos pobladores acabaron por marcharse, con lo que había un vacío demográfico. Las Alpujarras y la zona costera estaban menos pobladas que antes y eran un problema de seguridad interna.

Por otro lado, la deportación de los moriscos del reino de Granada no solucionó nada. Todo lo contrario, extendió el problema morisco a toda Castilla. Los moriscos no eran bien recibidos por sus nuevos vecinos ya que seguían los recelos respecto sus costumbres y se sospechaba que seguían practicando su antigua religión. El recelo y la hostilidad no hacían sino crecer.

Los moriscos tendieron a abandonar sus nuevos hogares y algunos fueron regresando a Granada, donde se decretó en 1584 una nueva expulsión. La frustración y la desesperación caló en muchos de ellos, dedicándose al robo y a la violencia.

Los moriscos eran odiados por la población cristiana, que los veían escaquearse de sus obligaciones militares y religiosas. Veían que solamente hacían que crecer en número y que formaban una comunidad apartada en muchas ocasiones. Se consideraban inadaptados e inadaptables. Todo ello provocaría que fueran expulsados del reino de España en 1609, con Felipe III como rey.

Conclusión

La insurrección de las Alpujarras es una muestra del fracaso de integración de los antiguos musulmanes convertidos forzosamente al cristianismo. Los moriscos siguieron, en muchas ocasiones, manteniendo sus antiguas costumbres, lo que despertaba el recelo de la población de cristianos viejos. A ello se unía el temor de que los moriscos españoles se aliaran con los turcos para atacar la península, en una época donde el imperio otomano tenía gran poder en el Mediterráneo.

La violencia estalló en 1568. Tras una cruenta guerra, los moriscos perdieron. Los que no murieron fueron deportados a otras zonas de Castilla para evitar así la concentración de ellos. Pero esta medida no fructificó y llevaría a la expulsión de los judíos en 1609 durante el reinado de Felipe III.




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